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El mensaje de los magos

Los magos venidos de Oriente para adorar a Jesús, además del esfuerzo requerido por un viaje tan largo le ofrecieron presentes propios de su dignidad
Octavi Pereña
lunes, 2 de enero de 2017, 09:37 h (CET)
¿Quiénes eran estos misteriosos magos venidos de Oriente que emprenden un largo y fatigosos camino para adorar a Jesús nacido en el pesebre de una casa campesina de Belén? No se sabe con certeza. De lo que no dudo es que no eran magos como los que adulaban a los monarcas y que con sus hechizos les aconsejaban en la toma de decisiones de estado. A mi entender eran astrónomos, personas que estudiaban el universo, no astrólogos que creían que los astros ejercían influencia en el destino de los hombres. Los magos de los evangelios bien podían ser personas eruditas, poseedores de un amplio bagaje cultural. No eran especialistas en una materia concreta e ignorantes en el resto que no les concernía. Sus conocimientos abarcaban todos los campos de la cultura.

La deportación de sabios judíos a Babilonia en tiempos de Nabucodonosor hizo que las Escrituras se divulgasen en los ámbitos eruditos entre los cuales se encontraban nuestros magos que sin duda no se limitaban exclusivamente a explorar el universo y a estudiar las filosofías de su tiempo. Bien seguro que debían estar interesados en algo más que pudiese aportar luz a la confusión existente. Es muy posible que estuviesen familiarizados con textos como: “No será quitado el cetro de Judá, ni el Legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh, y a él se congregarán los pueblos” (Génesis 49:10). “Saldrá estrella de Jacob, y se levantará cetro de Israel” (Números 24:17). “Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz, y la gloria del Señor ha nacido sobre ti. Porque he aquí tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones, mas sobre ti amanecerá el Señor, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento” (Isaías 60:1-3).br>
El resultado de la influencia que las Escrituras ejercieron en los magos queda reflejada en la pregunta que hicieron al llegar a Jerusalén pidiendo información: “¿Dónde está el Rey de los judías que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mateo 2:2). Estos personajes conocedores del protocolo que debe seguirse cuando uno se presenta ante un monarca, aunque fuese un niño, “se postraron, lo adoraron, y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” (v.11).br>
¿Qué hay en común entre los magos y nosotros? Nosotros también somos llamados a adorar al Rey de los judíos que es Rey de un reino en el que caben personas de toda raza y cultura. No es un Rey nacional, sino universal. El mensaje que nos transmiten los magos es: Nosotros hemos sabido que ha nacido el Rey de los judíos y hemos hecho un largo viaje para adorarlo. Os hemos dado ejemplo: Si tenéis conciencia de que el Rey nacido en Belén es el Salvador debéis hacer lo mismo: adorarle.br>
El profeta Isaías asegura que sería el mismo Señor que daría una señal que identificaría al Mesías que había de venir: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará un Nombre Emmanuel” (7:14). Mateo 1: 22,23 relaciona el nacimiento de Jesús con el cumplimiento de la profecía de Isaías. Que el Jesús nacido no era un niño cualquiera lo afirma Elisabet, la parienta de María cuando al escuchar el saludo de ésta, el niño que llevaba en el vientre saltó y llena del Espíritu Santo dijo. “¿Por qué se me concede a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que fue dicho de parte del Señor” (Lucas 1: 43-45). br>
Los magos hicieron un largo camino para adorar al Rey de los judíos. Cerca de Belén unos pastores velaban de noche a su rebaño. De repente se les presentó un ángel que les dijo: “No temáis, porque he aquí os doy noticias de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, el Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:10,11). Desaparecida la hueste celestial, los pastores se dirigieron a Belén y descubrieron que el mensaje celestial era cierto. Adoraron al Buen Pastor recién nacido y regresaron a cuidar a su rebaño.br>
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). El texto no dice que el reino de los cielos pertenezca a los materialmente pobres. Tampoco dice que no pertenezca a los materialmente ricos. El texto dice que el reino de los cielos pertenece a los pobres en espíritu. Los espiritualmente pobres pueden pertenecer tanto en las clases opulentas como en las desfavorecidas. La pobreza en espíritu no depende de circunstancias externas sino del sentimiento que manifiesta la carencia de algo infinitivamente superior a las cosas materiales: la perla única de gran precio que es Jesús el Salvador. Los pobre en espíritu: opulentos o desheredados, rechazan la celebración pagana de la navidad a pesar de que se la recubre de una capa de barniz cristiano. El Rey que adoraron los magos y el Buen Pastor que veneraron los pastores ha sido sustituido por un Jesús despojado de su divinidad que solamente interesa porque promociona la sensualidad y la compra compulsiva.

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