Federico Trillo, según sus palabras, nunca desmentidas por el PP, no ha dimitido ni se ha marchado de la política por la puerta de atrás. Este político desvergonzado e inmoral en la política simplemente ha dejado su cómodo cargo de embajador en Londres porque le ha dado la real gana, nadie desde el Gobierno de Mariano Rajoy le ha obligado a dejarlo, según sus declaraciones cambia los regios salones de la embajada londinense por un sencillo despacho en el Consejo de Estado, puesto al que hace años opositó y ganó. En los mentideros madrileños se dice que una llamada telefónica le ha hecho dejar el cargo, pero la verdad es que Mariano Rajoy no ha tenido los cataplines necesarios para cesar a este individuo, un simple macarra de la política como tantos de los que se amparan bajo las alas de la gaviota carroñera, símbolo del Partido Popular.
“Con fuerte viento de Levante”, como dijo este cartagenero, siempre cunero por la circunscripción de Alicante, se dirigieron, rumbo a la isla de Perejil, las gloriosas y valerosas fuerzas del ejército español para conquistar un roquedal en el que triscaban cuatro escuálidas cabras custodiadas por tres soldados marroquíes enviados allá tan sólo con el fin de incordiar a los milicos africanistas del más rancio nacionalismo español. Y una vez reconquistada la, desde tiempos en que el colonialismo español sacaba pecho en el mundo, importante y estratégica posición, Federico Trillo convocó a la prensa para dar el parte de aquella operación, una guerrita de las que Gila narraba al teléfono. Pecho henchido, voz engolada y pose de civil con ínfulas militaristas el ministro Trillo narró, como si de la batalla del siglo se tratara, aquella incursión de los valientes soldados españoles en un territorio donde cuatro cabras, sin más armamentos que sus cuernos, defendían la posición.
Pero, este mismo Trillo, cuando en tierras turcas cayó un avión que transportaba soldados españoles desplazados a Afganistán, no tuvo los arrestos suficientes para dar la cara ante la prensa, los familiares de los 62 muertos y la ciudadanía española y contar la verdad. Se escondió cobardemente entre los pliegues de la bandera española y mancilló el nombre de los que, convencidos de que ese era su deber de patriotas, habían acudido a la llamada del ejercito para defender, todavía no se qué, en las lejanas tierras afganas. Trillo se escondió, mintió y al tiempo que, con la presencia de las primeras autoridades y el Jefe del Estado, se enterraban los cadáveres él, desde el Ministerio de Defensa, y
Aznar, desde la Presidencia del Gobierno, intentaron enterrar, también, las responsabilidades que les correspondían en aquella catástrofe.
Ahora se ha sabido que se utilizaron aviones que no cumplían con las medidas de seguridad necesarias para repatriar a los que habían servido a España combatiendo en Afganistán. También, con posterioridad, se conoció que las identificaciones de los cadáveres se hicieron, por forenses del ejercito, de manera chapucera y que algunas familias recibieron y lloraron durante un tiempo restos que no eran los de su familiar. Ahora se ha sabido que informes del mismo ejército aconsejaban no utilizar aquellas aeronaves por su falta de seguridad. Ahora se ha sabido que, por ahorrar seis mil euros, no se utilizó un Tupolev y se hizo volar a los militares en un avión sin ninguna seguridad, y todo debido a los recortes aplicados en la repatriación de las tropas, mientras el Ministerio de Defensa seguía gastando a manos llenas en un, tal vez, innecesario armamento, en cuidar campos de golf en algún que otro cuartel o en toda una serie de gastos menos necesarios que devolver a España con toda clase de garantías a quienes estaban representando sus fuerzas militares en el exterior.
No creo que Federico Trillo tenga pesadillas a la hora de dormir, un numerario del
Opus Dei, como él, lleva muchos años sabiendo que si peca, por acción u omisión, siempre será perdonado por su Dios, simplemente tiene que acercarse al cajón del confesionario y contarle al mosén de turno, si es castrense mucho mejor porqué le entenderá sin ninguna duda, sus míseros pecadillos y, automáticamente, con el signo de la cruz y una pequeña penitencia su alma quedará impoluta para seguir cometiendo esas pequeñas tropelías, como la mentira, a las que su Dios no presta atención.
Federico Trillo ha gestionado mal y sin humanidad la muerte en accidente de unos militares españoles que creyeron en su día en esa bandera en la que, con chulería y macarrismo, se envuelven en más de una ocasión gentes como él, gentes que no merecen ni una mirada de agradecimiento por parte de unas familias que llevan más de diez años esperando que se haga justicia y que, alguien, en nombre del Gobierno y del PP les pida perdón. Ya sabemos que Trillo no lo hará, premiaron su impiedad y su mala gestión con una embajada y ahora le volverán a premiar con alguna que otra prebenda, porqué, yo me pregunto, ¿qué sabe Trillo para que lo hagan callar con prebendas de oro?
|