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Francia…

23 de abril de 2017: Día mundial del Libro y día de Castilla y León, Cataluña y Aragón. Ese día, un terremoto estremeció Francia. Unos, respiraban aliviados; otros, insatisfechos; algunos, tristes… Francia había comenzado a hablar.
Marcos Carrascal Castillo
sábado, 29 de abril de 2017, 11:27 h (CET)
Las últimas encuestas modificaron el paisaje electoral francés de un 3+2 a un 4+¿1?. En la retaguardia, el candidato del Partido Socialista. Poca gente dudaba que Le Pen, la candidata del FN, no arribara a la segunda vuelta. La pugna estaba en quién sería su acompañante. Los escándalos de Fillon lo alejaron del Elíseo, para aupar a Macron, líder carismático con un partido creado a su imagen y semejanza: EM —no es Emmanuel Macron; sino En Marche!—. Sin embargo, entre los torbellinos y oleajes de aquel mar furibundo y embravecido, emergió la figura de Mélenchon, candidato de la coalición de izquierdas: Front de Gauche. Finalmente, tras varios escenarios posibles, venció Macron, arrebatando el cetro a Le Pen, que, efectivamente, como vaticinaban los sondeos, se presentará una segunda vez. A una distancia prudencial, Fillon y Mélenchon desaparecían de la carrera por El Elíseo. Condenado al ostracismo, rezagado en la sombría noche, con un pírrico 6% de los votos, el candidato del Partido Socialista, Hamon.

Los resultados abren no pocos interrogantes. Muchos diarios auguran el triunfo incontestable de Macron, con más de un 65%. Sin embargo, hay que ser cautos. Fillon y Hamon pedían el voto para el liberal. El 18% de los electores que confiaron en Fillon pueden convertirse en las ganzúas de Francia. Macron ha vencido por una pésima percepción de la gestión del ejecutivo de Hollande de estos años. Pero el vencedor ha sido su ministro de Economía. Así pues, la imagen de este candidato del establishment, ex-banquero y “pijoprogre” será explotada por Le Pen. La prueba de esto es el combate que tuvo lugar en una fábrica aderezada con la huelga de Amiens. El ex-socialista fue recibido entre insultos y abucheos. Por su parte, Le Pen, que llegó sin mediar aviso, fue aclamada como la libertadora y lisonjeada con selifies. Según recogió un rotativo nacional, un obrero aseguró que Le Pen recogía entre aquellos trabajadores huérfanos de partidos políticos de otrora el 80% de las papeletas. Y en este escenario aparecen los votantes del FG. Mélenchon, en la noche electoral, no se decantó por ninguno de los vencedores. No es de extrañar: él pertenece a un clan político que no se posicionó entre Clinton y Trump, acusándoles de ser similares. Este alto porcentaje de seguidores del FG también puede ser determinante. ¿Qué hacer? ¿Votar a Le Pen, que posee un programa social? El nacionalismo del que hace gala entra en contradicción con el internacionalismo propugnado por el FG. ¿Votar, pues, a Macron, que es la oposición? La fuerte agenda privatizadora y globalizacionista también contradice los valores anticapitalistas que sustentan a la formación. ¿Qué pilar de la formación hay que esconder para ir a las urnas? Si es que, como decía Mélenchon, hay que esconder alguno… Por otro lado, el voto conservador y católico de Fillon no parece desviarse fácilmente hacia las posiciones de Macron. Incluso, lo contrario. Le Pen puede encontrar entre los conservadores algún que otro aliado. Los vínculos del FN con la Francia más tradicional no son nada despreciables, y pueden dar lugar a algún susto. Asimismo, aunque fuera de juego, los votantes de Hamon también se pronunciarán. Probablemente, la mayoría de los votantes socialistas se decantarán por Macron, pero el 6% de los apoyos recabados por el Partido Socialista no se han de agregar inmediatamente al candidato liberal. Hay que recordar que Hamon es el candidato del ala izquierdista del Partido, opuesto a las políticas de Hollande, cuyo delfín es Macron. Por ello, tal vez, habrá centenas de votos que preferirán unirse a las tesis de Mélenchon de permanecer en casa, en señal de repulsa a los dos vencedores.

Es evidente que Francia ha mutado. Ninguno de los partidos hegemónicos ha penetrado en la segunda votación. Aquella frontera invisible que fraccionaba a la sociedad en izquierdas y derechas se ha evaporado. Este nuevo escenario es el retoño de una Europa poscrisis. Las elecciones han acogido en sus entretelas un nítido carácter identitario. La única obviedad es que el nuevo orden que ensaya imponerse en Estados Unidos ya planea sobre sobre la Galia. Auguro la victoria de Macron, no sin sobresaltos y con una diferencia no muy abultada. No obstante, esta derrota de Le Pen, a tenor de la estrategia de los otros partidos de la oposición, puede convertirse en un impulso para el futuro o en un golpe de gracia. Asimismo, el futuro de Europa, que pasa por París, está todavía en las semifinales de este torneo de resistencia que inauguró el Brexit. Europa venció en cuartos de final, en el estadio de Ámsterdam. No hay que olvidar que la final se jugará próximamente en Berlín.

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