Hace ya la friolera de cuarenta y tres años que Manuel del Valle, que luego sería alcalde de Sevilla, tomó, en Alcalá de Guadaira aquella foto, bautizada como el “clan de la tortilla” en la que aparecían los jóvenes cachorros del PSOE, un partido que en aquellos momentos no llegaba a los cuatro mil militantes, mil de ellos fuera de España. Entre los asistentes a aquella comida campestre nombres que luego serian conocidos en el mundo de la política española como Felipe González, Manuel Chaves, Rodriguez de la Borbolla o Alfonso Guerra. Aquel mismo mes de Setiembre esta joven guardia pretoriana conseguiría derrotar a los viejos militantes socialistas del exterior, seguidores de Rodolfo LLopis, y entronizar como nuevo Secretario General a uno de los miembros del “clan de la tortilla andaluza”, Felipe González, conocido, por razones de clandestinidad como “Isidoro”.
Ha llovido mucho en estos más de cuarenta años. Murió Franco y entre los milicos, las fuerzas económicas, los fugados del Movimiento como Adolfo Suárez y la aquiescencia de partidos como el PSOE y el Partido Comunista se llegó a un pacto de no agresión, llamado Transición, con el fin de que los que durante cuarenta años, junto al General Franco, habían gobernado España nunca tuviera que comparecer ante los tribunales de justicia para responder de sus crímenes. Unos y otros llamaron a este pacto de la vergüenza una Transición modélica, sin odios, revanchismo ni venganza. Pero los únicos que cedieron fueron las que entonces todavía se consideraban fuerzas de izquierda. La policía, los jueces y los poderes económicos siguieron siendo los mismos que durante la dictadura franquista. Tal vez lo único que cambiaron algunos fue el color de la camisa, pasando del azul falangista al blanco impoluto y demócrata.
Pasó el tiempo y en octubre del 1982 aquellos jóvenes cachorros de la socialdemocracia conquistaron el poder. El mítico Isidoro abandonó las americanas de pana, defendió, disimuladamente, la presencia de España en la OTAN e hizo mangas y capirotes para que el PSOE abandonara el marxismo amenazando a sus conmilitones con dejar la dirección del partido si algunos conspicuos izquierdistas seguían empecinados en seguir cantando la “Internacional” puño en alto. Gobernó durante años, tuvo que aguantar la primera huelga general de la democracia por hacer la política económica que marcaban los poderes económicos, y éstos le pagaron bien sus servicios reglándole un sillón de consejero, muy bien retribuido, en el Consejo de Administración de Gas Natural. También, desde el Gobierno, hicieron algunas cosas bien aquellos jóvenes cachorros, entre ellas crear una Sanidad pública generalizada para todos los españoles.
Pero a lo largo de estos años siempre el socialismo andaluz ha estado presente en los órganos de dirección del PSOE, la sombra de Felipe González es alargada, y cuando en el partido han existido discrepancias muchos de sus militantes siempre han preguntado por la opinión del antiguo “Isidoro” sobre el tema. Pero desde hace algún tiempo los partidos socialdemócratas europeos andan de capa caída, no han sabido gestionar la crisis económica y se han dedicado a escorarse a posiciones derechistas y esta actitud les ha pasado factura elección tras elección hasta llevar a más de un partido al borde de la desaparición. El PSOE también ha sufrido esta desviación a la derecha y después de ir sufriendo una sangría de votos y una considerable pérdida de escaños terminó ofreciendo en bandeja el Gobierno a Mariano Rajoy mediante su abstención.
Y esta abstención llegó de la mano y el consejo de las viejas momias socialistas como Felipe González que, una vez más, quiso colocar en la dirección del partido a una de los suyos. El pasado uno de Octubre Pedro Sánchez fue víctima del “susanato”, un metafórico golpe de estado auspiciado por los viejos dirigentes del partido con la idea de colocar al frente del PSOE a Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía gracias a los votos de los ultraderechistas de C’s. Envidioso de la “niña” de Rajoy, Felipe González también ha querido tener a su “niña”, educada desde su juventud en el PSOE, único sitio en el que, la señora Díaz, ha ejercido su vida laboral.
Pero la cúpula socialista no contó con la opinión de sus bases, de esos militantes que han tenido que soportar la vergüenza de ver cómo el histórico partido fundando por el impresor Pablo Iglesias dejaba en manos del PP, el partido más corrupto de Europa, el destino de España y los españoles. Pedro Sánchez, contra viento y marea, ha recorrido España pidiendo a esos militantes que sacaran su orgullo de socialistas y le votaran. Y contra todo pronóstico ha vuelto por la puerta grande a los despachos de Ferraz de donde fue defenestrado hace unos meses. El “susanato” ha fracasado y el poder andaluz del PSOE está en horas bajas. Si en las últimas elecciones andaluzas Susana Díaz perdió la mayoría absoluta en las próximas puede perder la mayoría. El “clan de la tortilla” ha dejado de mandar en la socialdemocracia española.
Ahora Pedro Sánchez tendrá que recoser un partido que algunos rompieron el pasado 1 de Octubre, tendrá que preparar muy bien el congreso socialista de dentro de unas semanas para evitar que los “barones” intenten jugar sucio contra la decisión de las bases, tendrá que, con alianzas y buenas maneras, rehacer el PSOE en algunas comunidades donde sus gerifaltes se significaron en su fidelidad a la candidata oficialista. Y tendrá, lo más importante, que ir preparando con el resto de la izquierda el asalto a la Moncloa, el desalojo de Mariano Rajoy y su tropa de corruptos de los cómodos sillones del poder. Tarea difícil la que le espera y para la que tendrá que tener las ideas claras y los proyectos sin ningún tipo de dudas, hasta ahora hemos visto un Pedro Sánchez con dubitaciones en temas importantes, y eso tendrá que resolverlo porque su victoria ha llenado a algunas gentes de esperanza pero también ha levantado suspicacias entre la vieja guardia socialista. Corcuera ya se ha marchado, ¿para cuándo las bajas de José Bono, Leguina o la de los “barones” de Castilla-La Mancha o Extremadura. El “susanato” ha sido vencido pero en el PSOE todavía quedan muchas rémoras de antaño que no le dejan avanzar.
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