Sofía esperaba siempre a su marido con la cena preparada ya en la mesa. Ella no trabajaba, bueno, era ama de casa, que ya es una labor muy dura y, encima, no remunerada. No tenían hijos, ella no podía concebir.
Cuando su esposo Eduardo entraba, siempre la saludaba con un apasionante beso y le traía un pequeño detalle, que si un ramito de flores, que si un anillito y demás. Llevaban quince años casados y siempre había sido igual, hasta la semana anterior.
A la llegada de Eduardo, ya no le daba el beso de la bienvenida ni la traía el obsequio. Sofía le preguntó en la cena:
- ¿Qué te pasa Eduardo? ¿Es que ya no me quieres?
Recibía siempre la callada por respuesta. Fueron pasando los meses y nuestra protagonista contrató a unos detectives privados que había localizado por un buscador online. Le trajeron fotos. Era la prueba que ninguna mujer cornuda quisiera recibir jamás. Su marido se estaba viendo con su secretaria.
Sofía la imitaba, se vestía igual que ella. Se peinaba y maquillaba con el mismo estilo que la “amante de Teruel” y, siempre, recibía a su esposo con un picardías, pero nada. Ni se inmutaba. Eduardo llegaba cada vez más tarde a su casa.
Un día, su mujer, se hartó y buscó novio a través de una Página Web de encuentros. Se llamaba José y era como un modelo. Siguiendo el estilo de la trabajadora que le había robado a su esposo, quedó con el novio ciber náutico en su domicilio a media mañana. Hacían repetidamente el amor y muchos juegos eróticos, después, llegó el cariño y finalmente, el enamoramiento, supliendo al de su esposo.
Pasó casi un año y continuaban los escarceos amorosos de Eduardo y el sexo ardiente entre Sofía y el buenorro de la Web. ¡Ojos que no ven, corazón que no siente!
Una mañana, llegó el todavía marido de Sofía, con los papeles del divorcio en su mano, pensando que iba hacer mucho daño a su mujer. El chico guapo que se estaba morreando con ella, pegó un brinco y se escondió desnudo en la ducha.
- Me quiero divorciar – dijo con total acritud Eduardo - llevo tiempo saliendo con mi secretaria, se llama Marisa. Firma los papeles en las marcas “X” para mi abogado.
- De acuerdo – contestó Sofía muy calmada y muy fría - estas cosas pasan.
- Yo ya no te quiero – contestó su marido sorprendido ante la dureza de su esposa - por cierto, se lo voy a dar todo a Marisa y como no tenemos hijos, no esperes absolutamente nada de mí.
Sofía se quedó leyendo el manuscrito legal de divorcio que había preparado el abogado acomodada en el sofá. Llevaba puesto el batín encima de su ropa interior.
- Me voy a duchar – contestó Eduardo - espero que esté bien limpio todo. Es lo único que sabes hacer.
Se metió en el cuarto de baño, abrió de golpe la cortina y se encontró sobre el plato de ducha, en bolas, al guapo modelo.
- Hola, me llamo Antonio – dijo el galán - me alegro del divorcio. Por cierto, el aseo lo he limpiado yo y también cocino a tu guapa y sexy mujer platos muy, muy exóticos. Tomamos fresas mientras tenemos sexo.
Se salió del baño Antonio, se vistió y le dijo a Sofía:
- Sofía, firma que ya eres libre y podrá, por fin, tu espíritu volar y ser persona. Serás escritora como querías y tocarás el piano...
|