Ya lo dijo Jeremy Bentham (1748 – 1832), padre del utilitarismo y precursor de la teoría del bienestar, la tiranía de las mayorías no son el resultado de la voluntad general sino la suma de los intereses individuales. A través del egoísmo humano buscamos satisfacer el placer que mejor satisfaga nuestros intereses materiales. La conciencia cívica que tanto defendieron Voltaire y Rousseau fue criticada por el filósofo inglés, apoyándose en los postulados individualistas de su teoría. El lubricante de las sociedades es el cúmulo de intereses individuales. Los gobernantes guiados por su interés buscan a través del poder saciar las motivaciones de sus aspiraciones en detrimento del interés general. Solamente la ley y los mecanismos de control gubernamentales, pueden poner orden a esta heterogeneidad de voluntades dispares de aquello que llamamos sociedad.
Los postulados marxistas han sido derrotados por los azotes de los mercados. La conciencia cívica de la mayoría, o dicho de otro modo, la canalización de la voluntad general por la línea ideológica de los partidos ha perdido su rumbo en la crisis de liderazgo del presente. El individualismo utilitarista, que decíamos atrás, ha borrado de la memoria colectiva los sellos de identidad de la izquierda. Mientras el obrero de cuello azul ha perdido su adhesivo de partido, el votante de derechas, sin embargo, conserva su conciencia de clase y su poder mayoritario en las siglas de su partido. La búsqueda del placer individual ha impedido a la suma de la izquierda evaporada vislumbrar en el bosque, la niebla frondosa de sus inquietudes existenciales. La ausencia de panorámica ha dado como resultado una mayoría parlamentaria representada por un conjunto de voluntades individuales movidas por el placer, la izquierda, y una voluntad general cívica representada por el interés colectivo, la derecha.
Este conglomerado de voluntades individuales y colectivas son las bases conceptuales de la nueva derecha española liderada democráticamente por el señor Rajoy y los suyos. La cómoda mayoría de los 186 escaños brindará al Partido Popular la tiranía absoluta para legislar sin la necesidad de dar su “brazo a torcer” a las restantes voluntades generales. Las materias orgánicas de la nación, o dicho de otro modo, todo lo relativo a derechos fundamentales reconocidos en nuestra Suprema podrán ser pintados con los nuevos colores de la mayoría, sin tener en cuenta la voz de las minorías. El “egoísmo de los gobernantes” que tanto crítico Bentham probablemente impregne el sino de las nuevas legislaciones. La presencia de una voluntad neoliberal mayoritaria y una minoría de voces izquierdistas en el seno de la derecha, será probablemente el daño que pagarán aquellos que se han movido por su conciencia individual sin considerar la necesidad de mantener a largo plazo su interés general.
La política de recortes llevada a cabo por Artur Mas, cuarenta y ocho horas después de conseguir el poder mediante la suma de voluntades individuales desprovistas del adhesivo marxista, ha contribuido al daño utilitarista aludido por Jeremy Bentham, cuando el nuestro placer es azotado por el dictamen de la mayoría. El poder de la mayoría, o dicho de otro modo, la prevalencia de la voluntad general en las siglas de CiU legitiman la tiranía para oprimir las voluntades individuales de los átomos desencantados. La nueva derecha, que decíamos atrás, deberá mirar a su izquierda si quiere adherir en sus cimientos ideológicos el cemento blando de sus nuevos soberanos. Ahora bien, ¿podrá el señor Rajoy contentar las voluntades minoritarias de su izquierda accidental sin enfadar demasiado la voluntad neoliberal de su partido? o, dicho de otro modo, ¿Resistirán los banqueros, obispos, empresarios, burgueses y demás fieles conservadores, ”los giros a la izquierda” que don Mariano deberá realizar para contentar a los nuevos cuellos azules de la derecha? difícil lo tendrá.
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