Compartir, delegar, disfrutar, cuidar. Cuidar de los nuestros y cuidar de nosotros mismos. Permitir la igualdad de oportunidades, la entrada y permanencia del sexo femenino en cualquier puesto de trabajo y, en especial, en puestos directivos. No discriminar, no convertir las tareas domésticas en algo de lo que sólo se encarga la mujer. Facilitar la felicidad de las personas, la vida en pareja, la procreación.
Podría seguir argumentando qué es para mi la conciliación, y por qué la considero imprescindible para que nuestra sociedad avance en derechos y se equipare a países europeos que nos aventajan de manera más que evidente. Podría aburrirles con leyes, con derechos y obligaciones que cada uno de ustedes posee pero que seguramente muy pocos disfrutan por miedo, en muchas ocasiones, a perder un puesto de trabajo precario y mal pagado. Pero no lo haré. No lo haré porque hoy, como no, toca hablar de los políticos, de uno en concreto y de todos en general. Hoy toca hablar de sus políticas de igualdad, de sus idílicos planes en materias sociales. De cómo una amplia sonrisa aparece en sus caras cuando la palabra conciliación forma parte de su discurso. Y, desgraciadamente, también toca hablar de cómo lo echan todo por la borda. De cómo la política, el poder y las ganas de triunfar ganan el pulso a la familia y a los ámbitos más personales.
La culpa de mi enfado la tiene, como ya habrán adivinado, la actitud de Soraya Sáenz de Santamaría y su pronta incorporación a su puesto de trabajo, apenas 8 días después de dar a luz. Me pregunto cómo va a defender su partido la actuación en políticas sociales cuando desde dentro del grupo se toman ese tipo de decisiones. O aún peor, que tipo de conciliación va a promover su equipo de Gobierno, si es que va a optar por promoverla.
Los hay de los que la defienden, pero yo no puedo más que criticarla. No se si Rajoy le habrá pedido su incorporación inmediata al trabajo, o si habrá sido ella quien lo habrá decidido, lo que sí se, es que no me gusta. La situación de España puede ser delicada, que lo es, podemos estar al borde del precipicio, que lo estamos, y puede ser que necesitemos como agua de mayo la resolución y el traspaso de poderes cuanto antes, mejor. Pero nadie es imprescindible en la vida, y mucho menos, en el ámbito laboral. Y a no ser que Soraya tenga la clave de cómo acabar con el paro, de cómo salvar a las miles de familias que no pueden llegar a fin de mes, o de cómo poner freno a la maldita prima de un tal Riesgo, mejor que se quede en casa. Démosle una tregua de 4 meses.
Porque para cuidar de los españoles, señora Soraya, primero tendrá usted que cuidar de los suyos. Y porque el tiempo, los momentos y las sensaciones que como madre se está perdiendo, son irrepetibles. Por favor, señora Soraya, no los desperdicie.
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