Resulta cuando menos chocante que el mismo gobierno que ha sido enterrado por los ciudadanos por ser el peor gobierno de la democracia, sea el mismo que se esté empeñando en desenterrar a un muerto para volverlo a enterrar. Si no fuera porque dicen hablar en serio, uno tendría la sensación de estar ante un caso insólito de necrofilia. Curiosa metáfora que ni ellos mismos se están aplicando. Eso de lavar la ropa en casa propia no está bien visto. Pero ya sabemos de la afición que tiene el socialismo patrio en hacer del agit-prop su leitmotiv de cabecera y regresar al mantra de que contra Franco vivíamos mejor.
Y es que gobernar no gobierna pero para la propaganda son una eminencia. Lo curioso es que hacen propaganda de su propio pasado. O séase, de ellos mismos. No olvidemos que, a modo de ejemplo, José Bono era hijo de falangista, Rubalcaba hijo de un suboficial del Ejército del Aire franquista y mecánico de vuelo en Iberia, empresa fundada por el régimen franquista o José Enrique Serrano, jefe de Gabinete de Zapatero, hijo de un secretario de un ministro de Franco.
Sinceramente, me da igual que la tumba del otrora jefe del Estado esté ahí o en cualquier otro lugar, siempre que se recuerde históricamente quién fue y cómo sumió al país en una cruel dictadura – con aún demasiados nostálgicos-, con un país destrozado y que felizmente los españoles supimos superar cerrando las heridas con la transición, abrazándonos todos en una próspera reconciliación.
Sin embargo, lo deleznable no es que remuevan las tumbas, eso sería el colofón perfecto para un vodevil zapaterino. Lo más execrable es que un Ministro de la Presidencia en medio de la que está cayendo, con la prima de riesgo disparada, cinco millones de personas sin empleo, más de un millón de familias en las que ningún miembro percibe ingreso alguno y el riesgo de intervención a la vuelta de la esquina, convoque una rueda de prensa de urgencia para anunciar que es viable abrir las fosas del Valle de los Caídos. Es decir, que se preocupa de los muertos mientras sotierra a los vivos. Es que ya se sabe que los mismos que se están quedando sin quirófanos en Cataluña están que saltan de alegría porque su gobierno se preocupe en exorcizar los fantasmas del caudillo y entregarlos a la parentela. Eso alivia su problema. Lo mismo pensarán, tal vez, los que a sabiendas de que les quitarán la casa por no poder hacer frente a los pagos pertinentes - gracias a la ruina a la que le ha conducido este gobierno- andarán consolados por saber que van a remover la sepultura del Generalísimo. O dícese lo mismo de los que incapaces de encontrar un empleo en la España zapaterina se han tenido que ir al extranjero para poder subsistir.
Con todo, no me extraña nada en absoluto. Visto lo visto no les extrañe que antes de despedirse por Navidad (bendita sea este año) veamos a algún miembro del gobierno utilizando los servicios de la médium oficial de la televisión de Vasile para convocar al caudillo y practicar un aquelarre interplanetario que diría la ínclita Leire Pajín o una cumbre en la sombra con Angela Merkel. Sería el colofón más apropiado para un gobierno cuya indigencia intelectual ha estado a la altura de sus tiempos. Me temo, sin embargo, que en contra de lo que muchos piensan, lo que este país necesita con primorosa urgencia no son expertos ni gestores para salir adelante. Lo primero que necesita este país son psiquiatras. Porque este país se parece cada día más a un frenopático. Eso sí, nunca un frenopático había sido tan ruinoso y tan caro para las arcas públicas.
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