Anda estos días la progresía de hoz y coz con los vellos de punta –y eso que la ceja está más depilada que nunca- por la enésima condena de una parte no pequeña de la opinión pública por los últimos ataques a la sensibilidad y a los sentimientos de no pocos cristianos. Me refiero, claro está, al calendario de la empresa alemana de chocolates Lambertz, en la que la actriz Paz Vega, aparece desnuda y ataviada únicamente con una provocadora mantilla negra en una iglesia de un pueblo sevillano. El motivo era lo de menos. Poco importa que sea un calendario, una exposición itinerante, un anuncio de cualquier pelaje o demás decorado patrio. Todo es nauseabundo, si es lesivo contra la libertad de los demás.
Recordemos si no el penoso capítulo, hace ya algún tiempo, de la publicación por parte de la Editora Regional Extremeña, financiada con dinero público de la Junta de Extremadura, de dos libros que contenían fotos con imágenes pornográficas de Jesucristo y otras figuras del cristianismo, imágenes que mostraban al arcángel San Gabriel eyaculando sobre María, a Jesucristo como transexual o masturbándose, a la Virgen acunando a un cerdo o a San Juan de la Cruz practicando sexo oral. Todo un ejemplo de ilustración y de sensibilidad, con el dinero de los extremeños. Es esa extraña cultura de la subvención que se empeña en vaciar el bolsillo de los ciudadanos para poder editar panfletos de los paniaguados en los que se vulnera el más mínimo decoro hacia los cristianos, con la provocación y el escarnio.
O la obra de teatro de Rodrigo García, Golgota picnic, producida por el Centro Dramático Nacional y por tanto subvencionada con dinero público, en la que Jesús es citado como el puto diablo, se puede encontrar sexo explícito o donde la cabeza de un actor echado en el suelo con los brazos en cruz se recubre poco a poco de carne picada, mientras en una pantalla gigante aparecen las palabras de Cristo agonizante a la Virgen, escritas en bloques de carne de hamburguesa: "Mujer, he ahí a tu hijo". Todo de una factura absolutamente admirable.
No hay lugar a la duda. Debe ser muy artístico a la par que divertido ofender a los cristianos, porque claro, son unos ínclitos integristas enemigos del progreso. Y en ese linchamiento siempre están los de siempre, encabezados en no pocas ocasiones por Leo Bassi, como líder de la titiritería que solo vive y copa portadas si realiza obras insultantes para los sentimientos de los demás. Y es que, al fin y a la postre, la dramaturgia más bella y escrita con más talento, se convierte en un monstruo cuando se ofenden las emociones y la libertad religiosa de las personas. Tal vez por eso, el límite entre el respeto y el mal gusto es tan refinado que no hay arte sin belleza, no hay belleza sin respeto y no hay respeto sin libertad. Y si la libertad se cerciora y la libertad de culto se ve oprimida por un laicismo radical –que no laicidad positiva- entonces estamos más cerca de una democracia con aires totalitarios que de una democracia liberal.
¿Qué sociedad estamos creando para que haya personas que confundan la libertad de expresión con el mal gusto y la humillación a las creencias religiosas? Efectivamente, son los mismos que mientras fotografían desnudas a sus modelos de alto caché en iglesias sevillanas serían incapaces de repetir esas mismas instantáneas en cualquier mezquita. Y es que claro a los musulmanes mejor no ofenderles, ya sabemos el miedo que produce el fundamentalismo yihadista. Sería imposible que ninguno de esos creadores del mal gusto se vanagloriara de exhibir su portentoso arte representando a varios devotos musulmanes dejándose llevar por los placeres del sexo con una representación de Mahoma o mostrando una orgía en La Meca.
Será porque son los mismos que son incapaces de levantar un dedo por la libertad de las mujeres en los países musulmanes o denunciando las atrocidades que en nombre de cierto Dios se cometen en aquellos países, por ejemplo inoculando a los niños el odio a los judíos como los causantes de todos los males del mundo y, cómo no, con el odio a los Estados Unidos como imperio imperialista y colonizador. Son los mismos, los gays de carroza -que no los homosexuales- que mientras se mofan de las creencias de los demás hasta la mofa más humillante en su carnaval veraniego, son incapaces de denunciar que en no pocos países islamistas se ahorca y se extorsiona a los homosexuales. Son todos aquellos que se ríen de la moralidad de los demás y se rajan las vestiduras cuando se hace un chiste de homosexuales. Me temo que clamar por la libertad siempre sale muy caro. Tal vez sea por eso por la que muy pocos la defienden.
|