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Opinión
Etiquetas | Terrorismo

La adolescencia del terrorismo

La adolescencia no es una nación, es una etapa de la vida
Mario López
domingo, 20 de agosto de 2017, 13:47 h (CET)
Visto lo visto, ISIS ha delegado sus servicios terroristas a los IES o (en su defecto) a los lodazales del ninismo adolescente; vamos, que los adolescentes fanatizados nos tienen rodeados. Es cierto que llevamos unos cuantos años preocupados por los adolescentes: los que ni estudian ni trabajan, los que caen en la explotación de la prostitución, los que agreden a sus padres, los que son captados por el fanatismo yihadista. Parece ser que, a partir de ahora, los policías europeos se van a tener que ver las cara con chiquillos de entre diecisiete y veinticuatro años. Bueno, los israelitas llevan haciéndolo desde hace décadas con los niños palestinos.

La triste realidad es que esto no es ninguna novedad. Desde tiempos de Heródoto hasta ahora mismo, pasando por el Sagrado Batallón de Tebas, son los adolescentes los principales contingentes del ariete del odio. Pero los adolescentes no son una tribu, ni una nación, la adolescencia es una etapa por las que pasamos todos los seres vivos (no exclusivamente los humanos). A sabiendas de que la memoria está muy mal vista, me atrevo a recordar el remplazo del biberón, los auxiliares de artillería naval, etc., cuyas edades oscilaban entre los 10 y los 16 años. No pueden votar, no pueden fumar ni beber, pero pueden ir a la cárcel o a la guerra; y nadie se preocupa si son violados por sátrapas orientales o un presidente de la diputación valenciana.

Pero, insisto, la adolescencia no es una sociedad, ni un país (pido perdón a Peter Pan), ni un Estado; la adolescencia es una etapa de la vida de todos. Es por ello que me produce una enorme perplejidad y zozobra al oírles decir que no entienden a los adolescentes. ¿Es que ellos nunca lo fueron? Yo sí, y me sé los sentimientos de los adolescentes de memoria, porque conozco los míos.

Si no queremos acabar peor de lo que estamos (que ya es decir), recomiendo atender a dos asuntos:

-Poner todos los medios para acabar con la exclusión social.
-Dejar de ejecutar genocidios en países distintos a los nuestros pero que sin sus recursos naturales nosotros no podríamos vivir.

El atentado de Barcelona ha marcado un antes y un después en esto del terrorismo: la adolescencia excluida quiere acabar con todos nosotros.

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«Podría ponerme en mitad de la Quinta Avenida y disparar a alguien y no perdería ni un votante». Quizá esta frase sea la que mejor retrata la manera de pensar de un individuo que está por encima de la ley y de unos votantes cautivos cuya única pretensión es adorar a un líder mesiánico y por supuesto peligroso, tal y como suelen ser todos los iluminados.

No es fácil escribir ni reflexionar sobre abstracciones en días de zozobra y perplejidad. Pero, asimismo, no está de más buscar un cierto distanciamiento de los acontecimientos, para no entrar al trapo de las idas y venidas en la opinión, muy dependientes de valoraciones subjetivas basadas en el desconocimiento o en datos sin contrastar.

En la observación de la Naturaleza detectamos la sencillez entrelazada con la espontaneidad y la complejidad constitutiva sirve de base sustentadora. Tratamos con una adaptación genuina entre los recursos y la vitalidad de los diversos elementos. De resultados tan vistosos como ejemplares para nuestras maneras de ver las cosas.

 
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