| ||||||||||||||||||||||
|
|
La muerte de Jesús en la cruz, lejos de representar una derrota, dio paso a una afirmación radical: la vida no termina con la muerte. En los relatos cristianos, su resurrección se convierte en el fundamento de una esperanza que sigue conmoviendo a millones de personas dos mil años después.
“Amados no creáis a todo espíritu, sino probad si los espíritus son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4: 8). Del corazón humano no regenerado por la sangre de Jesús salen las herejías que a lo largo de la historia han mancillado a la Iglesia del Señor. La iglesia apostólica que fue la más esplendorosa de todos los tiempos no estuvo inmune a las herejías.
Es una pregunta dura y difícil de contestar, pero como articulista hay que hacerla y hacérsela a uno mismo y a la sociedad. ¿Existen indicios de disolución de ambas realidades? Por un lado, los Estados Unidos de Europa, o, cómo al final se le denomine, es una realidad que está en potencia, como nos diría Aristóteles, pero no en acto, está “in fieri”, está haciendo y haciéndose, pero no está hecha, estamos a medio camino.
|