O peor aún, y que me perdone la genial Alaska a la que tal vez le horrorice semejante comparación, a una astracanada. Y es que resulta que ahora nuestra Carmen –la otrora Carme- ha dejado de lado su ropaje más nacional-socialista, ese con el que se paseó por Cataluña como la minyona del nacionalismo, o sirvienta agradecida de la causa fervorosa, y ahora como por arte de magia se quiere poner la bata de cola y la peineta, alzar las manos al viento con castañuelas y convertirse en la nueva Carmen de España. La cosa sería de risa si no fuera porque se trata de un miembro del mismo partido que ha hundido por varias generaciones a toda una nación.
Y ahora que la niña de Felipe se presenta como la Mariana Pineda del socialismo con muchas ganas e ilusión - pero carente de ideas- y reivindicando la unión de los españoles, sería bueno hacerle memoria, no sea que con la transmutación haya caído en una amnesia atemporal y piense que los ciudadanos que no nos gusta comulgar con ruedas de molino o que aborrecemos ser parte del género ovino, somos candidatos idóneos a dejarlo pasar por alto. ¡Qué malos que somos los que hemos sobrevivido a la LOGSE rubalcabiana! –dirá la ínclita hija de Esplugues del Llobregat.
Podría empezar la señora Chacón recordando las palabras de su entonces jefe, a la sazón Zapatero, cuando se refería a España como un concepto discutido y discutible. Máxime porque ella formaba parte de ese gobierno que se disputaba el honroso honor de si era más infausto o incompetente. O tal vez a partes iguales. O quizás podría recordar como ese mismo socialismo chaconil sufría una metamorfosis que ni Kafka podría entender, en el que por la mañana levantaba el puño y la rosa y por la noche, se travestía, sacando a relucir su pluma y su tacón y se convertía en la más nacionalista, en esa servicial servidora de la patria catalana. Pero bueno, los catalanes ya sabemos del complejo casi enfermizo de la izquierda catalana, con honrosas excepciones, jugando a ser el más patriótico so pena de verse fuera del pesebre. Tal vez sea porque en Cataluña quién no está en el pesebre no existe, cuando no se le hostiga.
¿Acaso tendrá alucinaciones y ya no distinga la ficción y la realidad? ¿Será que el Matrix virtual en el que se ha convertido Cataluña sea más profundo de lo que uno puede imaginarse y no le haga recordar que ella era la líder del PSC en las últimas elecciones? Seguramente sea esta la causa. Así que resulta ineludible recordarle a la misma candidata que ahora sueña con ser la nueva Juanita Reina y empezar la gira en Olula del Río, que ella ha contribuido de manera notable a que sea imposible escolarizar en español en Cataluña a los hijos cuya lengua vehicular es el castellano, a no ser que pertenezcan al selecto club de las oligarquías catalanas y se lo puedan pagar. Esas a las que el nacionalismo está intrínsecamente unido.
¿Acaso habrá olvidado la señora de Barroso- léase íntimo amigo de Zapatero y de cierta cadena verde- cómo en Cataluña se multa a los comerciantes por rotular en castellano sus negocios? ¿Acaso olvida la señora exministra y postulante folclórica del socialismo démodé, cómo el tripartito al que ella bendecía con agua laica –vaya a ser que se molesten las huestes anticatólicas- fue el mismo que empezó a abrir las fantasmagóricas embajadas catalanas en el extranjero y que nos han costado a los catalanes más de 25 millones de euros –y por ende a los españoles- y que solo han servido para colocar a los paniaguados de turno? ¿Habrá olvidado la señora Chacón cómo ha jugado electoralmente el PSC con los ciudadanos nacidos fuera de Cataluña cuando les ha convenido? Tal vez porque esos mismos ciudadanos son los mismos a los que su nacionalismo extravagante les ha conducido a sentirse huérfanos electoralmente hablando. Esa misma mujer es la que ahora pretende, como si nada hubiera pasado, liderar un partido en franca descomposición.
España necesita en este momento, más allá de congresos, guerras y guerrillas, un partido de izquierdas decente, que abogue por la igualdad de todos los españoles, independientemente de donde viva, con caras nuevas, con un discurso sólido y capaz de articular una oposición que sirva de contrapeso a un Partido Popular que está empezando a demostrar de lo que puede ser capaz. Porque tenemos a un Rajoy que se está comportando de igual modo o peor que lo hizo en la oposición. Mientras esperaba conquistar el poder por incomparecencia de su oponente, disfrutaba de las gloriosas tardes con Teledeporte, a la par que negaba la palabra a la prensa. Y en lo que lleva de presidencia minuto y medio, sin opción a preguntas. Y en esa línea sigue. Desaparecido, mostrando lo que da de sí una mayoría absoluta, con una política económica antiliberal y con unas medidas que convierten a los ciudadanos en paganos de la crisis, mientras las oligarquías aristocráticas y obreras, dícese sindicatos, patronal, empresas públicas por doquier, decenas de televisiones públicas que solo sirven para lavar el cerebro o servir de altavoz del poder de turno, privilegios de la casta política y demás adláteres, siguen igual. Rajoy no solo ha mentido y defraudado a sus votantes por cuanto dijo que no iba a subir impuestos. Lo peor es que nos diga que lo hace para que el país no se hunda. Tendría un pase mientras no hubiera margen para el recorte. Y sí lo hay. Como bien dijo un sabio, prefiero que me hiera la cruda realidad a que me envenene la mentira piadosa.
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