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Romney y la adquisición subrogada

Para Mitt Romney, corren los mejores tiempos y los peores tiempos
Robert J. Samuelson
lunes, 16 de enero de 2012, 08:09 h (CET)
WASHINGTON -- . Aunque su victoria en New Hampshire le acerca a la candidatura Republicana, su discurso de campaña contra el Presidente Obama podría estar deshilachándose. La trama es simple: con una economía en estado de coma y un paro obstinadamente elevado, la experiencia de Romney en el sector privado le convierte en un mejor creador de puestos de trabajo que Obama. Reviste problemas. No sólo la economía parece estar consolidándose, sino que al paso de Romney por el sector privado le están dando la vuelta. Obra de Republicanos, nada menos.

Entendemos los logros de Bill Gates o Steve Jobs. Ellos crearon empresas de la nada que dan trabajo a miles y venden a millones. ¿Pero la "adquisición subrogada de activos de riesgo", especialidad de Romney? Eso es más complejo y confuso. El gobernador de Texas Rick Perry llama "capitalista buitre" a Romney. El ex gobernador de Utah Jon Huntsman dice que "Romney disfruta despidiendo a la gente". ¿La experiencia empresarial de Romney es una virtud o un vicio?

La adquisición subrogada de activos de riesgo es una operación de compra que realizan grupos de inversores sobre la totalidad del capital de una empresa existente, adquiriéndola de esta forma "por privatización". Dado que la mayoría de las adquisiciones utilizan capital prestado ("subrogación"), estas transacciones se conocen como "adquisiciones apalancadas". Una vez el grupo inversor toma la participación de control, intenta reflotar la rentabilidad reduciendo costes y aumentando ventas. La esperanza es poner a la venta la empresa con el beneficio óptimo; esto lleva normalmente de tres a 10 años. En el año 2010, las firmas de Capital Riesgo invirtieron 148.000 millones de dólares en 1.234 empresas estadounidenses, según la patronal del sector gestor Private Equity Growth Capital Council.

La adquisición subrogada de activos de riesgo ha engendrado fortunas fabulosas. Steve Schwarzman, fundador de la empresa de Capital Riesgo Blackstone, ocupa el puesto 66 de la lista Forbes de los 400 estadounidenses más ricos, con un patrimonio neto de 4.700 millones de dólares. Henry Kravis y George Roberts, fundadores de Kohlberg Kravis Robnen, ocupan los puestos 86 y 96 con 3.700 millones y 3.400 millones de dólares.

Para los partidarios de la actividad, la adquisición subrogada revitaliza a las empresas opadas al relevar a una dirección asentada, optimizar la actividad y sanear las carteras y las instalaciones de escasa productividad. Los detractores replican que los beneficios salen de expedientes de regulación y de usar el patrimonio de la empresa como garantía de la deuda de la operación. Se han visto ciertos éxitos espectaculares. Un ejemplo es el grupo Dunkin' Brands (bollerías Dunkin' Donuts y helados Baskin-Robbins). Tres fondos de Capital Riesgo lo adquirieron en el año 2006. Desde entonces, ha abierto 1.600 establecimientos en Estados Unidos con alrededor de 44.000 puestos de trabajo.

Pero los éxitos distan de estar garantizados, como demuestra la experiencia de Romney. Él dirigió Bain Capital entre 1984 y 1999. Un examen del Wall Street Journal de las 77 inversiones de Bain bajo su dirección llega a la conclusión de que, aunque fueron muy rentables a nivel colectivo, el 22% acabó cerrando o acogiéndose al concurso de acreedores. Romney ha dicho abiertamente que Bain ayudó a iniciar o expandir la cadena ferretera Staples, almacenes Sports Authority o pizzerías Domino's, entre otros nombres, generando 100.000 puestos de trabajo por el camino. La columna Fact Checker del Washington Post cuestiona esa cifra, que es difícil de verificar o refutar.

La verdad presente es que la actividad de la adquisición subrogada de activos de riesgo no se esfuerza de forma intencionada por crear puestos de trabajo. El principal objetivo es mejorar la rentabilidad de una empresa y poner a la venta el activo. Pero también es cierto que las prácticas empresariales de las empresas adquiridas en las operaciones no distan de forma dramática del resto de las empresas comparables que no son propiedad de fondos de Capital Riesgo. Un estudio realizado por cinco economistas compara los cambios registrados en las plantillas de 3.200 empresas adquiridas entre los años 1980 y 2003 con la actividad de empresas comparables no adquiridas. En el caso de las empresas adquiridas, el número de trabajadores en plantilla descendió alrededor del 1,8% durante los dos primeros años; en el caso de las que no fueron adquiridas, se registró un ligero incremento del 0,4% a lo largo del mismo período.

Lo aleccionador es que, en los dos casos, el número de nóminas totales creadas o perdidas minimiza el cambio neto. Durante los dos primeros años, las empresas adquiridas crearon nuevos puestos de trabajo en un número equivalente a la quinta parte de sus plantillas -- y destruyeron puestos antiguos, a menudo en instalaciones de las que se prescinde, en número comparable. En el caso de las empresas no adquiridas, la proporción comparable ronda la sexta parte. El ritmo de crecimiento de la plantilla es normalmente elevado, pero las empresas adquiridas son normalmente más rápidas a la hora de "contraer el número de instalaciones con malos resultados y ampliar las instalaciones productivas y rentables", dice el economista de la Universidad de Chicago Steven Davis, uno de los autores del estudio. Estas empresas también obtienen mayor beneficio en términos de rentabilidad, dice.

Comparado con Obama, Romney entiende mejor -- y se identifica con -- el sector privado. La relación de Obama es superficial e interesada. Él elogia o condena a las empresas según su necesidad política. En la práctica, la experiencia de primera mano de Romney en la actividad probablemente le conceda un mejor conocimiento de un amplio abanico de sectores que, pongamos, un Bill Gates, cuyo éxito se deriva de un único sector. Pero que esto se vaya a transformar en una ventaja política no está claro.

No es solamente que el cometido de un presidente vaya más allá de consolidar las cuentas de las empresas. Romney pertenece a la clase de los súper ricos, y la actividad de los fondos -- con independencia del volumen de sus carteras -- rentabiliza tipos tributarios injustificadamente bajos. A Romney se le puede encasillar con facilidad como "el tipo de Wall Street" de sangre fría y sólo atento a los beneficios ajeno a las esperanzas y las frustraciones de la mayoría de los estadounidenses.

Que sus rivales Republicanos, más que nadie hasta la fecha, hayan vertido esta acusación es en la práctica un regalo involuntario. Si Romney se convierte en el candidato, los Demócratas escalarán el ataque. Romney tiene ahora la oportunidad de desactivar estos ataques -- o de demostrar que no puede. Defender sus opiniones económicas en el actual clima anti-sector financiero pondrá a prueba su habilidad política más que ninguna otra cosa.

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