WASHINGTON -- . No es frecuente que un presidente adopte una decisión carente de
cualquier virtud redentora y -- más allá del simbolismo -- ni siquiera
impulse los objetivos de los colectivos que exigen su adopción. Todo lo que
nos indica es que Obama está tan obsesionado con su reelección que, a
través de algún tipo de cálculo político, está convencido de que aplacar a
sus partidarios ecologistas va a mejorar sus posibilidades.
Al margen de la imagen de victoria pública y política, los ecologistas no
van a sacar gran cosa. Detener el oleoducto no parará la explotación de los
yacimientos de crudo de bituminosa, explotación a la que el ejecutivo
canadiense está decidido; por tanto, no tendrá ningún efecto sobre las
emisiones del calentamiento global. En realidad, la decisión de Obama se
sumaría a ellas. Si Canadá construye un oleoducto de Alberta al Pacífico
para exportar a Asia, desplazar todo ese crudo a través del océano mediante
buques cisterna va a generar emisiones extra. También conllevará el riesgo
añadido de vertido.
Ahora considere la forma en que la decisión de Obama perjudica a Estados
Unidos. Como aperitivo, insulta y enemista a un aliado fuerte; obtener la
futura cooperación canadiense en otras cuestiones será más difícil.
Después, amenaza una importante fuente de crudo relativamente segura que,
junto a los nuevos yacimientos descubiertos dentro de Estados Unidos,
podría reducir (aunque no eliminar) nuestra dependencia del inestable crudo
exterior.
Por último, la decisión de Obama renuncia a todos los puestos de trabajo
derivados del proyecto de construcción. Hay cierto conflicto en torno a la
magnitud. El promotor del proyecto Oleoductos TransCanada habla de 20.000
empleos, repartidos entre la construcción (13.000) y la fabricación de todo
(7.000) desde las bombas a las consolas de control. Al parecer, esto se
refiere a "años de contrato", que significa un puesto de trabajo durante un
año. Si es así, la cifra real de puestos de trabajo rondaría la mitad de
ese cálculo extendida a lo largo de dos años. Con independencia de la
cifra, rondará los miles y sería importante en un país hambriento de
empleo. Y el Keystone XL es justamente la clase de proyecto de
infraestructuras de la que Obama dice ser partidario.
Los grandes ganadores son los chinos. Tienen que estar celebrando su buena
suerte y preguntándose cómo pueden rechazar los locos estadounidenses un
suministro energético próximo tan considerable. No hay garantías de que el
crudo de bituminosa vaya a China; tendrían que construirse oleoductos al
Pacífico. Pero se abre la puerta cuando el mercado natural del crudo es
Estados Unidos.
Hay tres cosas que recordar a tenor del Keystone y la política energética
norteamericana.
En primer lugar, vamos a consumir montones de crudo durante mucho tiempo.
La Agencia de Información Energética de los Estados Unidos (EIA) calcula
que el consumo estadounidense de crudo crecerá un 4% de 2009 a 2035. El
incremento se producirá a pesar de las expectativas muy optimistas en torno
a los reglamentos de ahorro de combustible en los desplazamientos y de los
biocombustibles. Pero una población mayor (390 millones de personas en 2035
frente a 308 millones en 2009) y un mayor número de kilómetros por vehículo
contrarrestan el ahorro.
Cuanto más crudo extraigamos nacionalmente e importemos de los vecinos, más
protegidos estaremos de las alteraciones drásticas de la oferta global.
Después de Estados Unidos, Canadá es la fuente de crudo más solvente -- o
lo era hasta la decisión de Obama.
En segundo lugar, en ausencia de avances tecnológicos sustanciales, las
emisiones de dióxido de carbono, principal gas de efecto invernadero, van a
crecer por razones similares. La EIA calcula que las emisiones de CO2 de
América crecerán alrededor del 16% de 2009 a 2035. (La EIA está
actualizando sus cálculos, pero las principales tendencias probablemente no
cambien). Detener la explotación del crudo canadiense de bituminosa, caso
de ser posible, no afectaría a estas emisiones.
Por último, incluso si -- como aducen los críticos del Keystone -- parte
del crudo canadiense fuera a refinarse en Estados Unidos y luego a
exportarse, esto sería algo bueno. Las exportaciones se destinarían en su
mayor parte a Latinoamérica. Conservarían puestos de trabajo en el sector
bien remunerados (sí, el refinero) dentro de Estados Unidos y reducirían
nuestro déficit comercial de crudo, que en 2011 superó los 300.000 millones
de dólares.
Por ley, se supone que la decisión de Obama plasma "el interés de la
nación". Su referente fue su interés político. El Departamento de Estado
había pasado tres años evaluando el Keystone y parecía dispuesto a aprobar
el proyecto hacia finales de 2011. Entonces la administración, citando la
oposición al trazado del oleoducto en Nebraska, cambió de rumbo y aplazó la
decisión a 2013 -- después de las elecciones.
Ahora, reaccionando al plazo legislativo fijado para adoptar una decisión,
Obama rechaza la propuesta. Pero también insinúa que una nueva solicitud
con un trazado modificado por Nebraska -- que ya se está negociando --
podría recibir la aprobación, después de las elecciones. De manera que el
capote a los ecologistas podría ser temporal. El cinismo es pasmoso.
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