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El pasado 25 noviembre celebramos el Día Internacional contra la violencia machista, politizado e ideologizado habitualmente bajo el paraguas de la denominada “violencia de género”. La propaganda al uso repite eslóganes para subrayar que sigue siendo más necesario que nunca celebrar un día así.
El día 3 de enero se sentó a mi lado un artista de La Coruña. Mientras volábamos desde El Cairo a Madrid, estuvimos hablando de lo humano y lo divino que nos aconteció en nuestro periplo por Egipto. Cuando llegó el turno de diseccionar a los guías respectivos, él me dijo que había tenido mucha suerte. Me comentó que su guía era profesor, poliglota, traductor de libros, interprete de una personalidad en sus viajes al extranjero.
Creo que en estos momentos, en estos tiempos, acabada la Navidad y el inicio del Año Nuevo, es urgente recuperar los fundamentos prepolíticos de la convivencia: la dignidad sagrada de toda vida humana, una referencia al bien común y la conciencia de fraternidad. La Iglesia apuesta por un reconocimiento del otro como un bien, con toda su dignidad intrínseca y, por eso, sin entrar en las cuestiones de política de partido, trata de dar luz a todo aquello que incumbe al ser humano.
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