Recuerdo que en un encuentro de historiadores latinoamericanos llevado a cabo en Buenos Aires, en 2008, el brasileño Francisco Doratioto exteriorizó sus simpatías por Bartolomé Mitre elogiando su obra y calificando como democrático a su gobierno. Un historiador cordobés que se encontraba entre los presentes no soporto la tentación de preguntarle de qué democracia podía hablar en 1865 un habitante de la provincia argentina de La Rioja, invadida por Paunero, un coronel uruguayo al servicio de Mitre.
Doratioto es uno de tantos historiadores al servicio del establishment que ha invertido todos sus esfuerzos en exculpar al imperialismo inglés de la guerra del Paraguay, que culminó el 1º de marzo de 1870 con el asesinato del jefe de estado paraguayo, Francisco Solano López. No resultaría extraño que la mayoría de los historiadores poco serios, que niegan la intervención el imperio hegemónico en aquel tiempo en una guerra periférica, también nieguen que la guerra fría y los imperialismos más recientes tuvieron algo que ver con el proceso de reorganización Nacional que encabezó en Argentina Videla.
En la misma oportunidad de la anécdota que involucra a Doratioto, varios historiadores mitristas confesaron sus simpatías por las tendencias historiográficas de Milda Rivarola y Guido Rodríguez Alcalá, dos conocidos personajes vinculados pecuniariamente a embajadas extranjeras en Paraguay, que son invocados cuando se quiere afirmar que “incluso historiadores paraguayos” rinden homenaje a la figura histórica de Mitre.
Para conocer lo que representó Mitre para la argentina, en verdad, no hace falta leer a historiadores nacionalistas paraguayos y ni siquiera a los revisionistas argentinos. Ni siquiera hace falta salirse de los historiadores liberales, pues todos sus contemporáneos lo eran. Basta leer las descripciones de argentinos que vivieron con intensidad su época, como Juan Bautista Alberdi u Olegario Andrade.
El segundo de los citados describe la Argentina de Mitre en pocas líneas: “La república ha vuelto a la época anterior a Caseros. La desorganización es completa, el desquicio irreparable. La autoridad de la fuerza háse sobrepuesto a la saludable autoridad de las instituciones, provincias enteras sufren los rigores de la ley marcial, millares de argentinos transmontan la cordillera perseguidos por el azote de los dominadores del país…” y añade un cálculo de víctimas de persecución política “desaparecidos” o asesinados por el gobierno en unos cinco mil.
Concluye su descripción afirmando que “La Argentina no ha tenido un gobierno más funesto que haya costado más lágrimas, ni haya vertido más sangre para saciar su fiebre satánica de dominación”-
El capital inglés
Historiadores argentinos han recordado hasta el hartazgo las derivaciones perniciosas de la anglofilia inherente al modelo mitrista, por lo que sólo basta recordar que al inaugurar una línea de ferrocarriles británicos en su país, Bartolomé Mitre exclamaría eufórico: “¿Cuál es la fuerza que impulsa este progreso, ¡señores, es el capital inglés!”. Cuando las ideas de Mitre volvieron a reinar en Argentina durante los años de reformas neoliberales, los trenes volvieron a las manos privadas que en el reciente accidente ferrovario del barrio Once, demostraron su eficacia administrativa.
A través del programa 6, 7, 8 que difunde la TV pública argentina muchos paraguayos podemos seguir desde Asunción la polémica en torno a las islas Malvinas, y estar al tanto de la posición pro-británica de los medios hegemónicos argentinos como Clarín y sobre todo, La Nación, el diario familiar de los Mitre.
La actual controversia histórica que sigue dividiendo a historiadores del pueblo y de la oligarquía, demuestra que la guerra del Paraguay nunca fue aceptada del todo en argentina, y que como profetizara Juan Bautista Alberdi, “aunque conviertan todo el río Paraná en tinta” podrían demostrar jamás que aquella expedición genocida pudo haber sido para sus compatriotas una causa nacional.
El mismo Juan Bautista Alberdi había señalado a la invasión de Corrientes agitada por La Nación hoy como si estuviéramos en 1865, como un episodio de la guerra civil argentina, que había suscitado en Argentina más levantamientos contra Mitre que sentimientos adversos hacia el Paraguay, del mismo modo que los descalabros mitristas eran festejados en Entre Ríos, Catamarca, Mendoza y otros puntos de la geografía argentina con mayor entusiasmo que sus victorias.
A 142 años de la muerte del estadista que advirtiera en una carta del 11 de diciembre de 1859 dirigida a Tejedor que “la soberanía de la república argentina solo se resolverá el día que los marinos ingleses tengan la bondad de dispensarla”, el conflicto por las Malvinas le da la razón. La existencia y vida del Mercosur hoy demuestran que su interpretación de que la amenaza del colonialismo liberal al gobierno uruguayo en 1864, también concernía al Paraguay, también era cierta.
El escritor inglés John Berger dijo alguna vez que en algunos casos extraños la tragedia de la muerte de un hombre completa y ejemplifica el sentido de toda su vida, en su caso, la exigencia de la dignidad de su nación como requisito para vivir. Mal que les pese a los imperios que con un asesinato pretenden instalar significados de derrota.
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