En Cádiz, todas las instituciones se han volcado con la celebración del bicentenario de la primera Constitución Española proclamada en la ciudad andaluza en marzo de 1812. La conmemoración no podía llegar en un momento tan oportuno. La España de hoy, como la de aquel siglo XIX vive, y vivía por aquel entonces, una situación de auténtico malestar social en el que el país atravesaba un profundo bache del que tardó tiempo en recuperarse. Aquella Constitución supuso un antes y un después en la sociedad española de la época que vio reconocidos derechos que hasta la fecha se habían pasado por alto como el derecho a la vivienda, al trabajo y a la libertad de expresión. En el lado opuesto, La Pepa, nombre con el que se conoce popularmente a esta Carta Magna, consagraba a España como un Estado confesional católico prohibiendo cualquier otra religión. Esta disposición, que no se incluye en nuestra actual Constitución de 1978, debe estar trayendo de cabeza al Partido Popular con su defensa de la familia, los valores cristianos y tradicionales. Y es que Mariano Rajoy y sus amigos no se dan cuenta de que, actualmente y gracias al sentido común, tenemos la libertad de elegir en quien creer, a quien seguir y cómo manifestar nuestros pensamientos. Por otro lado, y como en las filas del Partido Popular, se arriman siempre al sol que más calienta, esta vez, y con motivo de la celebración del bicentenario, Mariano Rajoy ha buscado los tres pies al gato asegurando que “en tiempos de crisis no hay que tener miedo a hacer reformas, sino la valentía para hacerlas” justificando de esa manera tan ‘sutil’ su programa de Gobierno. Pero con la Constitución de Cádiz, pasó como con todo lo bueno, se acabó. Dos años después de la mayor época de esplendor en cuanto a libertades y derechos de la ciudadanía que había vivido España hasta la fecha, dieron paso, en 1814, al régimen totalitario y absolutista de Fernando VII. Las comparaciones siempre son odiosas pero el cambio de aquella Constitución de 1812 a lo que llegó después con Fernando VII puede llegarse a asemejar, guardando todas las distancias prudenciales, a lo que nos está pasando ahora. Recorte por aquí, reforma por allá, restricción de derechos por este sitio y ver, oír y callar con lo que dice Alemania por el otro. Como sigamos por este camino, no tardando mucho, volveremos a la España de 1811, meses antes de proclamarse La Pepa, y si no, al tiempo.
|