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Los intransigentes y sectarios de la “cultura” de izquierdas

Actorzuelos de medio pelo, frustrados y carentes de la suficiente inteligencia para dedicarse a otros menesteres más adaptados a sus facultades, se han convertido en el verdadero azote de la democracia
Miguel Massanet
lunes, 2 de abril de 2012, 07:17 h (CET)
Sí, en España, ya tenemos una saga de veteranos de la farándula que se vienen destacando por su empecinamiento contra lo que ellos califican de capitalismo, burguesía, empresarios e industriales a los que ellos califican como “reaccionarios” o “explotadores de los trabajadores”; entre los que podemos enumerar al señor Sacristán, a la familia de Juan Diego a la omnipresente señora Bardem y a sus hijos millonarios pero, eso sí, muy de izquierdas; al mismo Miguel Bosé millonario, comerciante, empresario e hijo de millonarios, que, sin embargo, será por su condición algo amorfa o por sus instintos equívocos, parece que se la tiene jurada a la derecha. Y es que esto de que la mayoría de faranduleros sean de izquierdas es como si fuera una obligación o, si se quiere, una especie de sello de casta del que no pueden prescindir. Eso sí, vayan ustedes a saber lo que se esconde detrás de estos comunistas de pro y lo que guardan en sus cajas fuertes o en sus cuentas corrientes; o lo que se oculta tras sociedades productoras o creadas para evitar pagar los impuestos correspondientes a Hacienda, seguramente porque, eso de pagar al fisco, es cosa de derechas.

Pero ellos empecinados en sus críticas a empresarios y comerciantes; como si el hecho de arriesgar dinero en una empresa, contratar a trabajadores para hacerla funcionar y crear riqueza fuera algo intrínsecamente malo, antisocial y reprobable. Se olvidan de que muchos de ellos son también empresarios, que arriendan teatros, contratan a otros actores y cobran sustanciosas cantidades, valiéndose de subvenciones del gobierno que, otros empresarios, no pueden conseguir y pueden llevar una vida apoltronada que ya quisieran para sí algunos de estos empresarios, con los que ellos se ceban. Que la señora Ana Belén y su marido Victor Manuel vistan siempre a la última moda, aunque el resto del país esté en crisis o que, el señor Miguel Rios, que lleva retirándose no sé cuantos años o el señor Serrat y su amigo Sabina puedan permitirse vivir a todo lujo, parece que debe de estar de acuerdo con esta especial doble vara de medir, que muchos izquierdistas esgrimen, cuando se trata de valorar sus actos o juzgar los de los demás, los de aquellos ciudadanos que no piensan como ellos a los que, según su particular filosofía, no se les debe conceder la menor oportunidad. Eso sí, su “generosidad” siempre está a punto cuando se trata de colaborar en actos de apoyo a sus amigos de la progresía, antisistemas, comunistas o proletarios. Les sale barato, les sirve de propaganda y quedan retratados como valedores de los “oprimidos”.

Lo que sucede es que, bajo esta patina de “justicieros” y de defensores de los pobres, se esconde una de las más deleznables hipocresías. En efecto, una gran parte de estos faranduleros necesitan de la ayuda del Estado para poder seguir medrando. El acudir a sustanciosas subvenciones es práctica común entre estos individuos de la farándula y de eso nos podría hablar largo y tendido la ex ministra señora González Sinde. Nunca he podido entender como, el Gobierno, puede otorgar subvenciones al cine, a obras de teatro u otro tipo de representaciones de público minoritario, para alimentar a autores e intérpretes que no aportan nada a la sociedad. Menos se comprende que se hayan financiado, durante toda la etapa socialista, películas de propaganda política, tendenciosas y manipuladas para ofrecer una realidad tergiversada de lo que fue la Guerra Civil y defender a los republicanos; olvidándose de los asesinatos, torturas, checas, quema de iglesias,  robos  y demás crímenes que tuvieron lugar en la zona republicana perpetrados por bandas de asesinos, permitidos por el Gobierno rojo.

Y es que, cuando se rasca la corteza de todos estos miembros de la “cultura”, comienzan a aparecer las pústulas que se esconden debajo de ella. Un reciente ejemplo, el de Willy Toledo quien, por lo visto, no tiene nada mejor a lo que dedicarse que a salir a las calles, en plan gamberro, a dirigir piquetes que cometen salvajadas, aprovechándose de cualquier ocasión que se les muestre propicia; para labrarse un nombre como antisistema y rojillo. Este individuo, con motivo de sus “actividades” durante la pasada huelga general, ha sido detenido, ingresado en el calabozo y liberado con cargos (un delito contra los trabajadores y un atentado a la autoridad). No es la primera vez que se hace notar por su actitud levantisca y agresiva y esperamos que, en este caso, la Justicia le haga pagar por sus fechorías y le obligue a pagar la responsabilidad civil que le corresponda por los perjuicios causados al pobre empresario al que perjudicó.

Tampoco son pocos los miembros de la farándula que han tenido problemas con Hacienda por no pagar impuestos, por evadir capitales o, lo que podríamos considerar más grave, aprovecharse de sus cargos representativos para estafar a sus propios compañeros. El ejemplo de la SGAE y de lo que, en ella, ha ocurrido; con el conocimiento y colaboración de su ex presidente, Tedy Bautista y de una gran parte de los miembros de la junta y empleados de la sociedad, con el dinero recaudado y despilfarrado, malversado y desviado de su verdadero destino que debía haber consistido en pagar los derechos de autor a quienes los ostentasen; unos derechos que, en ocasiones, fueron recaudados de forma autoritaria, irresponsable, coercitiva y, en muchas ocasiones, con abuso de poder.  .Enriquecimiento injusto, dilapidación del dinero y enredos contables han sido el resultado de una gestión endogámica, sesgada y, evidentemente, incompetente de un órgano cuya función no era hacer negocios, sino pagar a sus legítimos destinatarios los derechos que les correspondían.

Y choca ver que, algunos de los más conocidos miembros de la farándula, si no por su calidad o prestigio como artistas, al menos por haber conseguido vegetar explotando parte de una efímera fama que, en su día, consiguieron; como es el caso de José Ramón Julio  Márquez, “Ramoncín”, un señor que consiguió hacerse conocer poniendo de moda un tipo de canciones escatológicas, escabrosas, de mal gusto y obscenas, sin calidad musical alguna, pero que cuajaron en este segmento de población que siempre está dispuesta a apoyar todo aquello que vaya contra el orden establecido, la moral o la Iglesia o, para decirlo más claro, todos los antisistemas, okupas, anarquistas y progresistas. Resulta que este Ramoncín, un sujeto desabrido que ha venido subsistiendo de los rescoldos de su efímera fama, pretendiendo presentarse como un gran chamán de la música, formando parte de algunos jurados de nuevos valores de la canción; resulta que formó parte de la Junta de GAER entre el 2000 y el 2007, por lo que ha sido citado a declarar, junto a otros miembros de la junta, por el juez Ruz de la Audiencia Nacional. ¿Qué habrá detrás de esta citación? No se sabe, pero nada bueno.

Y ¿qué han hecho por España todos estos personajes que pretenden tener la autoridad moral para erigirse en censores de los demás, burlarse de los empresarios, atizarle con furia y vesania a la Iglesia católica y pretender asumir el papel de redentores de los oprimidos? Aparte de chupar de subvenciones, me temo que poco o nada. Por fortuna todavía hay, en la profesión, grandes  artistas honrados. O, esta es señores, mi opinión.

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