Lostaurófilos están que lanzan banderillas y puntillas por la boquitadespués de que el Ayuntamiento de A Coruña aprobase retirar lassubvenciones a la Feria Taurina en esa Ciudad, una decisión queresponde a la Campaña de información llevada a cabo por laPlataforma "Galicia Mellor Sen Touradas" y al apoyo socialrecibido. Atención: no prohibe las corridas, simplemente indica quesi las quieren celebrar que corran con los gastos de su organizaciónlos empresarios taurinos. Parece lo lógico, ¿no? Recordemosahora un par de datos que no se han cansado de esgrimir los taurinos:"La fiesta de los toros es el segundo espectáculo de masasen España" y, "la tauromaquia no se sostienegracias a dinero público". Vale, admitamos, que reconozcola dificultad de hacerlo conociéndoles, que esta gente no miente.Entonces, ¿a qué viene su pataleta por la retirada de unas partidasque "no son reales" y en todo caso que "no lasnecesitan"?, porque dada la inmensa afición que existe el llenode las plazas habría de estar garantizado. Qué difícil es serhipócrita y creíble a la vez durante largo tiempo. Ya les ocurriócon lo de que el toro no sufría y tuvieron que dejar de pregonarloso pena de seguir quedando como ignorantes o embusteros. Estoes muy sencillo: o se lo pagamos todos o no son capaces de celebraruna corrida sin que los gastos superen a los ingresos, por mucho quecomo están haciendo inviten a los jóvenes, bajen el precio de lasentradas o sorteen una peineta de la Duquesa de Alba. Esa es larealidad de las corridas de toros a día de hoy: agonizan, son unpaciente cada vez más demacrado y sólo el suero en forma departidas salidas de las arcas públicas pueden hacen que continúenalentando aunque sea con una bradicardia creciente. Porsupuesto, ya están lanzando la idea de que varios empresarios asumanla gestión de la plaza para que en A Coruña no deje de torturarse ymatarse toros en la arena. Pienso que les va a costar, porque porencima de las otras mentiras: que al toro le gusta salir a que lomartiricen - claro, el conocido masoquismo que porta en sus genes -,que así no desaparece la especie – toma patada a la ciencia –, oque no se degradan las dehesas – la mismas que el Estado estáobligado a proteger y de las que sólo un 5 ó 7 por ciento estándedicadas a la cría del toro de lidia -, no habrá hombre denegocios tan suicida como para lanzarse a esa ruinosa aventura. Entrelos lugares en los que quedan abolidas porque sus habitantes rechazanconvertirse en cómplices o testigos mudos ante un espectáculoviolento y vergonzoso, y aquellos en los que pierden el mecenazgo dela administración para poder sufragarlas, se entiende bien sudesesperado afán por blindarlas. La cuestión es que no quierenadmitir que tras esa protección lo que reposa es una atrocidad cuyohedor a cadáver es cada día mayor, porque sea por cara o por cruel,lo cierto es que por ambas, la sociedad y de vez en cuando políticoscon ética, se niegan a seguir amparando el aberrante negocio y lasanguinaria diversión de unos cuantos. Hay un pasodoble taurinollamado "El relicario" y en eso se están convirtiendo.
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