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El anhélito de la libertad

Centrados en la mano desorientadora del prestidigitador del NO, los ciudadanos no parecen percibir cómo se está estrechando la soga en el cuello de la libertad
Ángel Ruiz Cediel
miércoles, 25 de abril de 2012, 07:02 h (CET)
Se habla de futuro o de resolver la crisis, como si el futuro existiera o la crisis fuera remediable. Todos los días, sin excepción, cientos de artículos de opinión e informaciones con medidas o contramedidas de los distintos gobiernos y organismos internacionales nos abruman, jugando con el palo y la zanahoria de que, nada más resolvamos la cosa ésta de la crisis y tal, todos volveremos poco menos que a los dorados sesenta, años de galbana y molicie donde sólo había halagüeño futuro y crecimiento continuado e ilimitado. Y nada que ver. No es resoluble esta crisis, sencillamente porque no existe, tal y como me duele la boca de advertir una vez y otra, sino que es un invento… necesario para implantar un nuevo orden de cosas –y de espíritus-, de la misma manera que no existe futuro alguno, al menos tal y como a la gente en general le gusta imaginarlo. Haya lo que haya lo que venga después de esta crisis, no tengan la menor duda de que desbordará sus más sombrías expectativas.

Muchos creen que viven en una democracia, pero se engañan. Es cierto que los ciudadanos votan cada cuatro años para elegir a un partido, pero no lo es menos que ningún ciudadano ha votado a favor o en contra de las grades leyes que nos dirigen por el corredor de los intereses de algunos pocos, no habiendo nadie que pueda decir que ha elegido una forma de Estado, una organización determinada del mismo o una forma de relacionarnos con unos u otros Estados más allá de nuestras fronteras, por no entrar en asuntos tales como todas las demás leyes que nos estrangulan. “El poder reside en el Parlamento”, suelen decir, porque allí se sientan y languidecen a la sopa boba los electos por el pueblo, siendo que el pueblo, en la mayoría de los casos, no tiene ni pajolera idea de quiénes son cada uno de ellos, fuera del cabeza del partido y dos o tres más, ni a qué intereses sirven, y aún qué credos profesan más allá de los públicos, como si son pedófilos, satanistas o lo que sea. Cosa por de más importante para conocer la calidad personal de los elegidos, pues que ya se sabe que no se puede servir a dos señores, y que la corrupción y el interés espurio existen, no pudiéndose pretender que legisle contra el mal quien adora al diablo o que sancione la corrupción quien está agusanado.

Así, en nada es extraño que hoy haya menos libertades que, por ejemplo, en la dictadura, y que los trabajadores tengan menos sueldo y muchos menos derechos que, verbigracia, hace treinta años. Y no es una forma de hablar ni una exageración. Hace cuarenta años, por ejemplo, si uno quería podía emular a Jeremías Johnson y vivaquear en la sierra, o podía, si lo deseaba, montárselo como mejor le conviniera en plan hippy o invocar los derechos civiles en un Mayo del 68. Hoy, todo eso es delito, y en muchos casos penal. No; no se puede vivaquear, sino que tiene que ir a un camping (pagando), ni puede montárselo en plan hippy, porque sería botellón (penalizado) o alteración del orden público (penalizado), y ya de protestar y tomar la calle ni hablemos, porque no se puede hacer ni por la vía pacífica o en plan sentada, porque sería “resistencia a la autoridad” (penalizado con cárcel), si es que no delito terrorismo, siendo que son las Fuerzas del Orden Público –eufemismo por “los de los porrazos a diestro y siniestro”- las que tienen el monopolio (anónimo, porque no son identificables) de la violencia, y no sólo en la calle, como hemos visto recientemente, sino que también la practican en comisarías, y aquí no pasa nada. Respecto del trabajo, los salarios y los derechos, por ejemplo, no me extenderé demasiado, pero valga decir que hace treinta años un delineante cobraba el equivalente a mil euros, tenía jornada de ocho horas 225 días al año, jubilación, derecho a enfermar o a tener hijos o incidentes familiares, 45 días de despido por año trabajado (era impensable, sin embargo, un despido porque sí) y desempleo ilimitado según lo cotizado. Lo mismito que hoy, con tanta democracia, vaya. Sin comentarios.

La libertad se ahoga sin remedio, amenazando ya con expirar. Su anhélito es un jadeo terminal favorecido por el estrangulamiento de más y más leyes coercitivas que se adentran no sólo contra los derechos civiles generales, sino también contra los privados, personales o privativos del ciudadano, cada día menos ciudadano y más siervo. No sólo restringen derechos como los de manifestación, libre circulación, educación, comunicación (para quien no lo sepa, todos los correos electrónicos son leídos por el sistema y grabados, si llegara el caso de levantar sospechas) y hasta de conducta individual, adentrándose ya el Estado en los hogares para romperlos impidiendo que un padre eduque a su hijo como mejor crea, sino también favoreciendo el derrumbe de la organización familiar al permitir que menores que no pueden retirar un libro de una biblioteca puedan abortar (sacrificio de un inocente), y todo ello sin meternos en el porqué de las leyes que favorecen a los criminales y desdeñan u olvidan a las víctimas, o, lo que es lo mismo, sirven al Mal y se enfrentan al Bien. No es extraño, así, que haya por ahí algunas propuestas avanzadas en Parlamentos de supuestos países “avanzados” o universidades de prestigio, que piden la legalización de la pedofilia o la consideración de aborto ante el crimen de los niños de hasta cierta edad. Nada extraño si consideramos, por ejemplo, que en España un chiquillo de 13 años es considerado mayor de edad sexual, debe ser por si cae en manos de alguna de sus señorías o así. Todo un indicio de por dónde va la cosa.

Adempero, no es sólo que la libertad esté siendo estrangulada por este desvarío legislativo de los “representantes del pueblo” o que se estén hilvanando listas negras con los ciudadanos "sospechosos" para cuando llegue la hora cero, sino que los mismos ciudadanos están siendo, a la par, marcados y controlados como si fueran reses, que lo son porque para el Estado sólo son carne impositiva, esclavos del Fisco. Un ciudadano puede ser vigilado día y noche a través de los miles de cámaras que hay por doquier, siendo posible sistemas de identificación facial para hacer seguimiento a un ciudadano concreto sobre todos los demás, puede ser ubicado con absoluta precisión a través de su teléfono móvil, espiado a través de su propia cámara web, investigado a través de aquello que tiene en su ordenador e incluso conocer sus posesiones no sólo por sus escrituras de propiedad o sus haberes en el banco, sino también cuánto efectivo tiene en su casa merced a esa cintita magnética que tienen insertos los billetes de banco. Todo está controlado por el Gran Hermano, y para ello se dispone de la Gran Berta en El Escorial y de la Bestia en Bruselas, los cuales, a su vez, emiten copia de la información al Dragón.

El gran triunfo del diablo ha sido convencer a la gente de que no existe; pero existe, ¡vaya si existe! Nadie podría creerlo hace apenas unos años, y, quién más, quién menos, todos creían que habíamos nacido como una mera cuestión evolutiva propia del azar, y que todo eso de Dios, de las fes, los credos y todo lo demás eran cosas de los antiguos o de los tontos, y que estábamos aquí para divertirnos, para reír incluso a costa de la divinidad o para darnos gusto a las horcajaduras hasta donde nos fuera posible, ya usáramos un plástico, un mono, una mano o a un semejante. Sin Dios, claro estaba, todo valía, y la libertad era una señorona que nos ofrecía enjundiosas oportunidades, incluso a costa de los demás, bichos como nosotros.

Estas actitudes favorecieron la política de acoso y derribo de las fes, entretanto se preparaban los medios para lo que venía después. Y lo que viene, por fin, es, por una parte, una crisis que producirá insospechados pero calculados estallidos sociales que facultarán el establecimiento de políticas represivas globales, un sistema monetario único que eliminará el dinero físico en todo el mundo y un imprescindible gobierno mundial, sin duda sometido al Príncipe de la Paz; y, por otra parte, la implantación del chip personal que permita y sostenga todo lo anterior, el cual ya ha sido aprobado y será obligatorio en EEUU a partir de abril de 2013 –ya será antes, seguro-, el cual se insertará, curiosamente, en la mano derecha o en la frente. ¿Les suena la música?... Pues anoten, como curiosidad si lo desean, que en ese mismo país se han construido en los últimos años unos seiscientos campos de concentración (“Campos de Fusión”, los llaman ellos) con capacidad cada uno de ellos para miles de familias en pleno, a la vez que una filial de Halliburton está proveyendo de cientos de miles de ataúdes múltiples a esos mismos “Campos de Fusión”. Hilen por sí mismos.

Es obvio que un país tan fundamentalistamente cristiano serán muchos los que se nieguen a ponerse la Marca de la Bestia, y que será preciso reeducarlos… o reciclarlos. Novedad, por otra parte, que no es nueva en muchos Estados, y no son pocos los que ya barajan la fecha de implantación del verichip, en principio con el inocuo propósito de servir de localizador de niños o ancianos, o como verificación de la personalidad en el caso de EEUU, donde se ha esgrimido la obligatoriedad del mismo para poder recibir servicios sanitarios públicos o privados, pero que de forma inmediata, si es que no al mismo tiempo, servirá para comprar y pagar con dinero virtual, de modo que quien no tenga la Marca de la Bestia no podrá comprar ni vender, tal y como ya fue profetizado.

Naturalmente, una conspiración de este calado tan magnífica sólo puede tener la incredulidad de las gentes, las cuales piensan que todo cuanto sucede es cuestión de casualidad. Mismos que, por unas u otras razones, serán fácilmente convencidos de que todo esto es una exageración o se verán sin capacidad o coraje para enfrentarse a tan colosales fuerzas, admitiendo no sólo que les marquen, sino que llenarán el Coliseo y aplaudirán a rabiar ante el sacrificio de los disidentes. Buena parte de éstos últimos, entretanto, se habrán escondido en las catacumbas para resistir, rezando para que la libertad no muera asfixia, mientras, si esto es verdad, esperan que lo demás también lo sea y se cumpla.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos)

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