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"Tengo la suerte de poder dedicarme de lleno a la literatura"

Entrevista a Almudena de Arteaga, Premio Azorín de novela 2012
Luis del Palacio
miércoles, 25 de abril de 2012, 07:32 h (CET)

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Foto de Miguel Martínez

Puede que sea la falta de tiempo que padecemos una de las razones por las que los lectores interesados en los hechos del pasado, decidan recurrir a la novela histórica como primer acercamiento a un determinado personaje o periodo. Eso afirma la escritora Almudena de Arteaga, Premio Azorín de Novela, 2012, en el comienzo de una entrevista que nos llevaría por los apasionantes vericuetos de su última novela, “Capricho”, y de otras, también de trasfondo histórico, que forman una ya larga serie de títulos que arranca con una obra dedicada a su antepasada, la Princesa de Éboli.

“Es una manera más entretenida –continúa- y más fácil de acercarse a la Historia. El problema está en que la novela sea o no verídica; que se ajuste a la realidad histórica, y que el lector se crea o no la información que contiene. Yo lo soluciono añadiendo un índice con la bibliografía y los documentos consultados en los archivos. Con ello el lector sabe que lo que está leyendo es verdad. La ficción que introduzco puede ajustarse a una cierta realidad y otras no. Es sabido que lo que atrae más frecuentemente de una novela es lo cotidiano, lo que no deja rastro escrito, y ello deja el campo abierto a la ficción”

¿Dónde situarías “Capricho”, obra que por la que te han concedido recientemente el Premio Azorín de Novela, dentro del contexto de tu ya amplia producción literaria?

La situaría en la punta del iceberg ; y no por que sea la última, desde un punto de vista cronológico, sino por mi intento de mejorar con cada obra que escribo. La siguiente habrá de superar a esta; tenga premio o no lo tenga. Intento superarme a mí misma constantemente y no es bueno creerte demasiado los reconocimientos que puedas tener, aunque, por supuesto, me hagan mucha ilusión. Además estos sirven para promocionar las obras y que estén más tiempo en las estanterías de las librerías y que no se conviertan en una especie de “mariposas en extinción”. Las novedades están durando un mes escaso; pero si vienen de la mano de un premio permanecen un poquito más, y si el lector se ha despistado, tiene aún la oportunidad de encontrarlas.

¿Qué te ha llevado a situar tu novela en torno a los años en que se produjo la invasión napoleónica de España?

Tengo lo que llamo mi “cajón de ideas” y cada vez que se me ocurre algo que considero que puede ser interesante, allí lo meto. La condesa-duquesa de Benavente – protagonista de la novela, duquesa de Osuna- era el personaje principal. Por otra parte, mi novela anterior a esta, “Los ángeles custodios” (que trata de la expedición de Balmis con veintidós niños huérfanos a las Indias, portando la primera vacuna) transcurre en esta misma época. Con ello tenía mucho ganado; en concreto toda la documentación de lo cotidiano escrito (lo no escrito, como te decía antes, es otra cosa) Y, como suele suceder, cuando haces una sinopsis encuentras que eso está vivo, que sigue funcionando, y la condesa-duquesa de Benavente me llevó de la mano hacia Cayetana de Alba y hacia la condesa de Chinchón. A través de ellas se crea una intriga que pudo ser cierta; ya que la “Maja desnuda” estuvo perdida muchos años, nadie sabía dónde estaba el cuadro. De ahí parte la intriga, con el trasfondo de la historia de España.

Por otra parte, quise hacer un homenaje a “la Pepa”, al cumplirse los doscientos años de la Constitución de 1812. Todas las piezas engranaron y así pude montar el puzle que conforma la novela.

¿Qué época te fascina más de la Historia de España?

Mi obra literaria abarca desde el siglo XIV hasta el XX. Siempre dije que no quería escribir sobre alguien que llevara muerto menos de cien años, puesto que ese es el plazo para que los archivos privados, los notariales, pasen al dominio público. Sin embargo, no lo he cumplido: Eugenia de Montijo, una de mis protagonistas, murió en 1920. Habiendo abarcado seis siglos de la historia española, creo que puedo decir que el periodo que más me fascina es aquel sobre el que estoy escribiendo. A la hora de documentarme aprendo muchísimo y también disfruto mucho. Pero quizá mi favorita sea la época del gran Imperio español: Carlos V y Felipe II. Un periodo que, para mí, supera en interés incluso al de los Reyes Católicos.

¿Comienzas a escribir inmediatamente, o antes adquieres toda la documentación e información que precisas para desarrollar la trama?

Siempre hago un estudio histórico profundo antes de ponerme a escribir. A la hora de enfrentarte a la novela debes engranar la ficción con la historia y si, por ejemplo, tienes que describir un almuerzo, es preciso que te documentes sobre los platos que se consumían en la época. No sólo eso: debes “meterte” en la cocina, en los hornillos y aprender cómo se empleaban. Estas son cosas muy básicas; pero existen otras mucho más profundas y complicadas. Por ejemplo, no puedes describir las plantas de un jardín de la época de Felipe II de la manera que lo harías con un jardín por el que paseara Eugenia de Montijo, entre otras cosas por la cantidad de especies que fueron llegando de América en esos trescientos años. Internet agiliza hoy todas estas consultas y evita, en muchos casos, tener que acudir a la biblioteca.

Pero, centrándome en tu pregunta, la base histórica tiene que estar montada antes de empezar a escribir; entre otras razones porque si tienes un personaje protagonista, debes conocer quiénes estaban a su alrededor.

Hace muchos años, el doctor Vallejo Nájera ofreció una visión distinta del ridiculizado “Pepe Botella”, a través de su novela “Yo, el Rey”. Sugería –muy sutilmente, eso sí- que el destino de España podría haber sido menos trágico, que la decadencia podría haberse detenido, si el hermano de Napoleón hubiera permanecido en el trono y no se hubiera reclamado al “rey felón”, Fernando VII ¿Tienes alguna intuición –y no me refiero, claro, a “historia ficción”- sobre lo que podría haber ocurrido?

Puedo estar de acuerdo con ciertas cosas que él sugirió en aquella novela, que fue ganadora del Planeta, en 1985. Vallejo Nájera argumentó muy bien aquella obra. Se basó en lo que sucedió tras la renuncia de Carlos IV y Fernando VII, algo que fue una vergüenza para España. El “rey felón” tiene ese apodo por algo. Puede que todo hubiese ido mejor… Sin embargo, ocurre que el que reina en un país debe tener amor a esa patria; tiene que entregarse a ella. Y creo que José Bonaparte, ajeno a todo lo español, hubiese utilizado nuestro país en su propio beneficio (Sin menoscabo de que eso precisamente fue lo que hizo Fernando VII, que era español) Bernadotte es el ejemplo de que, a veces, estas experiencias pueden funcionar; ya que fue un magnífico rey de Suecia.

¿Tienes algún otro personaje de la Historia española “en el punto de mira” para desarrollar otra novela?


Por supuesto; yo nunca paro. Pero me vas a permitir (sonríe algo enigmática) que no te diga nada más… o sólo que probablemente se trate de una novela de amor, pero sin llegar al puro romanticismo. Se va a basar en hechos reales y, en cierto modo, personales o familiares. Tendrá lugar en el siglo XX… y poco más te puedo contar.

¿Te ha tentado alguna vez apartarte de la novela histórica y escribir una que fuera de pura ficción?

Sí; hace muchos años escribí una novela que se llamaba “Estúpida como la luna”, y mis lectores me dijeron que ese no era mi camino. Ellos son los que, con frecuencia, guían los pasos del escritor. Si queremos seguir en el mundo literario debemos orientarnos, hasta cierto punto, por el público. Otra cosa es que queramos hacerlo para nosotros mismos, lo cual es también una opción.

De las novelas que has publicado hasta la fecha, con excepción de la última, ¿cuál es la que considerarías algo así como “la niña de tus ojos”?

Sin duda, “La princesa de Éboli”. Aunque hoy cambiaría en ella bastantes cosas y no sé si me equivocaría o no al hacerlo. Tuvo mucho éxito en su día, pero soy muy crítica conmigo misma y veo los defectos que pueda tener. La considero, desde luego, “la niña de mis ojos” porque fue la que me ofreció la oportunidad de dejar mi carrera como abogada, que no era mi pasión, y dedicarme a lo que sí lo era: la literatura.

Muy pocos de los cientos de visitantes que cada día deambulan por las salas dedicadas a Goya en el Museo del Prado sabrán algo del misterio que rodeó al cuadro de “La maja desnuda”, desaparecido al poco tiempo de ser pintado por el maestro de Fuendetodos.

En “Capricho” se relatan las intrigas que urdió el valido, Godoy, para encontrarlo y hacerse con él y las malas artes que empleó.

Mª Josefa Pimentel y Téllez-Girón, condesa-duquesa de Benavente y duquesa de Osuna, constituye, junto a Cayetana de Alba (modelo del cuadro), la condesa de Cinchón (Mª Teresa de Borbón, esposa de Manuel Godoy) y un personaje de ficción, Michelle Brayé, el personaje protagonista que marca el eje narrativo de la obra.

Resultaría tentador acercarse a los jardines de El Capricho- el palacio que mandara construir la duquesa de Osuna para disfrute de los artistas, en los alrededores de Madrid- y desde allí evocar, acaso con la música de un cuarteto de Boccherini, muchas de las cosas que Almudena de Arteaga nos cuenta en su última novela.

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