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Hartos

La situación en Cataluña es grave. ¡No lo dudo! Pero, yo al menos, empiezo a estar agotada de este culebrón
Iria Bouzas Álvarez
miércoles, 25 de octubre de 2017, 00:01 h (CET)
Mi querido abuelo Antonio, que en paz descanse, estuvo durante años viendo un culebrón que en España se emitió en los años 90 y que se llamaba “Santa Bárbara”, imagino que muchos de ustedes todavía lo recordarán.

Nunca entendimos como pudo estar tantos años seguidos viendo aquella serie y como era capaz de seguir tan interesado mientras los argumentos se iban retorciendo cada vez más, capítulo tras capítulo, hasta llegar a un punto en el que la serie dejó de parecer un drama para parecerse más a una comedia absurda que no tenía ningún sentido lógico.

Leyendo hoy en la prensa sobre la situación de Cataluña, he sentido una sensación que me ha recordado mucho a lo que me pasaba por la cabeza por aquel entonces cuando terminaba por pasar un rato con mi abuelo viendo algún capítulo de aquel culebrón. Me ha entrado una sensación de hastío infinita hasta el punto en el que me he visto obligada a dejar de leer porque mi cerebro se ha negado a seguir procesando ninguna información más sobre este tema.

Soy perfectamente consciente de que no es políticamente correcto decir esto que estoy escribiendo, pero alguien tenía que hacerlo. Alguien tendrá que afirmar sin miedo a las críticas que le lluevan, que una gran parte de la población estamos más que hartos de todo este tema de la independencia o dependencia de Cataluña.

¡Hartos!

Cierto que situación en Cataluña no es ninguna broma. Pero la realidad es que las circunstancias personales de cada uno de los ciudadanos, catalanes o no, que tenemos que seguir con nuestras vidas tampoco son ningún chiste.

Aquí, los ciudadanos seguimos levantándonos por las mañanas. Algunos para trabajar, otros para buscar empleo. Algunos tienen que ir a estudiar, y otros tienen que acudir a los hospitales a tratarse para intentar encontrar la salud perdida. Hay quienes están de baja intentando dormitar entre comida y comida de sus hijos recién nacidos. Hay quienes hacen números para llegar a fin de mes. Muchos de nuestros vecinos no saben cómo van a pagar la luz este mes, y otros no consiguen pegar ojo pensando en los problemas que rodean a los que más quieren.

Empleados, autónomos, parados, estudiantes, cuidadores, niños, jubilados….millones de personas que intentamos seguir a flote cada día, luchando por nosotros y por los nuestros para vivir una vida lo más digna y plena posible.

Y mientras ponemos todas nuestras energías en bracear fuerte para poder seguir respirando, cada dos días tenemos que paralizar nuestras vidas para quedarnos pegados a los medios de comunicación viviendo otro “día histórico” que al final termina por ser más ridículo que histórico.

La situación es grave. ¡No lo dudo! Pero, al yo menos, empiezo a estar agotada de este culebrón.

La sensación es que los guionistas de esta serie son pésimos y que los actores principales no pasan de tener la categoría de muy lamentables.

Lo único por lo que merece la pena de esta serie tan mala, son los espectadores. Los sufridos espectadores catalanes que siguen ahí, intentando que unos guionistas miserables no les destrocen sus vidas y su futuro sólo para satisfacer los egos absurdos de unos actores que llevan sin estar a la altura desde el capítulo piloto.

“Santa Bárbara” me aburría mucho, pero al menos la podía ver sentada junto a mi abuelo Antonio y comentar con él lo que sucedía en cada capítulo que compartíamos. Ahora al pensarlo he dejado de estar harta por un segundo para ponerme triste y añorarlo.

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Corría el mes de abril de 1994 cuando un grupo de malagueños celebramos la Semana Santa en el lejano cantón Valais de Suiza. Por aquellos tiempos dedicaba buena parte de mi tiempo a transmitir, en la medida de mis posibilidades, el Evangelio. Estaba totalmente involucrado en las tareas de evangelización del Cursillo de Cristiandad. Una tarea gestionada por seglares.

Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.

Los que desde muy pronto y ya sin interrupción hemos tenido un contacto frecuente con los libros sentimos cierta incomodidad al oír consejos y expresiones como “leer es bueno”, “un libro es un amigo” o “lee lo que quieras, pero lee”. Es como si alguien dijera: “¡viva la comida!, da igual qué comas, lo importante es que comas”, o “beber es vivir, sea lo que sea que bebas, bebe”.

 
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