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Obsecuentes y ofendidos

La abundancia de aduladores mantiene a los peores líderes en sus poltronas
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 3 de noviembre de 2017, 07:52 h (CET)
Los líderes son necesarios para la buena marcha de la sociedad, en cada sector ejercen labores primordiales. Pero entre ellos hay de todas las clases, competentes, mediocres y malversadores. Por otra parte, como ocurre con el resto de ocupaciones comunitarias. La EJEMPLARIDAD en los puestos de liderzgo resulta crucial para el buen enfoque y desarrollo de las prácticas emprendidas. Elías Canetti puntualizaba sobre los rasgos requeridos y los defectos abusivos, que suelen detectarse en quienes regentan esas posiciones de responsabilidad; bajo forma de presentación variadas, según los personajes, la ubicación geográfica, las costumbres del grupo, los recursos, incluyendo las circunstancias imprevistas.

Las reacciones del ciudadano corriente ante las directrices recibidas, se amoldan a las versiones recibidas desde la superioridad, características de las normas, delicadeza, firmeza, inclemencia o impertinencia de las proposiciones y de las repercusiones sobre su vida habitual. Así, la admiración y el aplauso, la comprensión o la repulsa, harán acto de presencia, con respuestas ágiles, con parsimonia o con indiferencia. Las normativas derivan pronto en ciertos grados de COACCIÓN, que imprimen su marca sobre los procedimientos, provocando otras reacciones razonadas, en las cuales, los aspectos emocionales adquieren protagonismos que pueden convertirse, por impulsivos, en nuevos problemas.

El ánimo discurre por variadas etapas intermedias entre el acatamiento ciego, el servilismo o la rebelión franca. Una simple ojeada a las apariciones públicas de los personajes y de sus adláteres, pone de relieve la profusión de gestos ADULADORES; esos que asienten con la cabeza sin desnucarse, cuando habla el jefe; no teatralizan la actitud más grave, aunque si grotesca. Intentan el deleite del líder, quién sabe con qué aspiraciones; pero mueven su descaro sin la presentación de razones para haberse mostrado tan halagadores. Aunque pudiera parecerlo, la presencia de unos buenos argumentos queda diluída en la exageración, cuando están cerca del panal de las melosas influencias.

La subordinación a quienes organizan los proyectos es una actitud conveniente, las aptitudes de las personas difieren, exigen una disposición funcional adecuada Pàra los individuos según sus capacidades. Por lo tanto, las misiones desempeñadas variarán. No obstante, suelen deteriorarse por la adulación acrítica mencionada, hasta llegar a la OBSECUENCIA de la rendición sumisa a los pronunciamientos de los poderosos. Este grado de obediencia servil genera unas camarillas cortesanas que le sirven de aureola protectora al líder, conforman una cámara de seguridad implacable frente a posibles discordantes. Los criterios de estas sevidumbres apenas si sobrepasan el utilitarismo ramplón de carácter rancio, pese a su relumbrón.

Puestos en la tesitura de estas adhesiones poco quebrantables, garbosos y ufanos, sus comportamientos pierden progresivamente la consideración por la realidad de los excluídos por ellos, sólo contemplan los entornos en la medida que se adaptan a sus disposiciones. Comprobamos, ya de forma habitual, que lindan con los graves despropósitos y con la DELINCUENCIA en concreto, sea en forma de manipulación de contratos, mordidas jugosas, tarjetas e inversiones fraudulentas, configurando un amplio abanico de corrupciones. Aún más, observamos como revierten el panorama a base de presentaciones honorables, distractoras de cara a la sociedad, mientras no se destapen las maquinaciones.

Hablamos de la CULTURA como recurso correctivo, como el camino adecuado para la armonía, pese a las múltiples pruebas de que estamos ante una idea equívoca, puede servir de conocimiento, crítica y correctora de entuertos; pero, de sobra sufrimos a diario las consecuencias de las novedades maliciosas pergeñadas por las ilustres mentalidades creativas del momento, adaptadas a las técnicas de reciente aparición, para el logro de sus objetivos innobles. ¿Por qué bifurcación la emprendaran los avances culturales? Dichas ganancias, no siempre acaban en progreso en la experimentación cotidiana. No es inevitable, pero fraguan dos esferas bien definidas. Los deslizados por el tobogán de la obsecuencia servil; frente a los perjudicados.

El funcionariado, a base del incremento de los interinos, por lo tanto en posición inestable; la designación a dedo de los puestos cercanos a los gestores; y las subvenciones a los empleadores adictos; constituyen el trípode eficaz sobre el cual se instala el CLIENTELISMO. Estamos ante una pieza clave de los mandamases. Favorece de manera crucial la obsecuencia que busca su mejora de la suerte esquiva. Juegan con la inestabilidad de un amplio sector de la población, sin pedir disculpas y sin escrúpulos. Al contrario, esa clientela dócil recibe los favores de sus emprendedores jefazos; en contra, eso sí, de las promociones reglamentadas que serían deseables.

A los ingenios superiores descritos por Maquiavelo les queda el recurso de su capacidad creativa para la proyección de sus actuaciones al margen de las facetas dominadoras de los entornos, a base del reforzamiento de sus propios medios y ejerciendo de la mejor manera una crítica potente, bien trabada. En la medida que los ingenios ciudadanos bajan de nivel, la mencionada capacidad de reacción, de subsistencia, queda desmejorada, permaneciendo al pairo de las directrices impuestas. No es suficiente con la voluntad, la IMPOTENCIA de los menos favorecidos, por escasas cualidades o por los engaños sufridos, acaba aplastada por las maniobras desconsideradas.

Cabe preguntarse si el microcosmos de cada persona, en su fuero interno, puede ser a la vez obsecuente con los mandamases de los diferentes sectores y sentirse ofendido por las decisiones emanadas de estos; aplaudiendo el repique de campanas y protestando airados por el ruido. Resalta la INCONGRUENCIA de dicha actitud, desde la exageración aduladora a la reclamación por los inconvenientes originados. Entre los dos polos, se esfumó la actitud crítica, desaparece el discernimiento oportuno. El estar a dos aguas les convierte en colaboradores gregarios, con el mal ejemplo transmitido a los entornos y la cuota de responsabilidad adquirida, ambos con carácter irreversible.

Habrá que sacar los temperamentos al aire puro, con las presencias reales del conjunto de los seres humanos en plena diversidad ambiental. Pero, recaer en los excesos incontrolados, mejor dicho, controlados por ciertas minorías; reproduce la necedad provocadora de los hechos deleznables. El aire limpio debería permitir un colofón distintivo, para permitir la entrada al DUENDECILLO de la esperanza, delicado elemento, que nos empeñamos en embrutecer.

La visión esclarecida permitiría percibir muchos matices, desnudar a los causantes de tantos espantos, agitar a los innumerables núcleos indiferentes, poner en activo las mejores cualidades propias y realzar el papel de los buenos sembradores que acogen con esmero las mejores semillas para la armonía universal.

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