Se cumple una semana de la mayor derrota que el Partido Popular ha sufrido en unas elecciones convocadas por ellos mismos. En Catalunya, pese a tener todo a su favor, Mariano Rajoy ha sufrido un revolcón electoral que en cualquier país con un sistema democrático normal habría supuesto de inmediato diversas dimisiones, entre ellas la del propio Rajoy. Pero en esta España, donde Montesquieu hace tiempo que fue, metafóricamente, asesinado y donde el poder ejecutivo y el judicial comen de la misma mano, el resultado de las elecciones catalanas tan sólo ha servido para que el principal ideólogo de Rajoy, su “valet de chambre”, Jorge Moragas, aproveche la ocasión para huir de la quema hacia un destino dorado, embajador en la ONU.
Perdió Rajoy unas elecciones que, según declaraciones de María Dolores Cospedal, se habían convocado para que “las ganen los constitucionalistas”. Perdió Rajoy, y, con él, perdieron todos los que llevaban tiempo predicando la, para ellos, buena nueva de la desaparición del independentismo. De todos los socios y conmilitones que apoyaron y arengaron al PP para aplicar, por primera vez desde 1978, el artículo 155 de la Constitución, los únicos que han sacado partido de esta meada fuera de tiesto de Rajoy han sido sus ahora enemigos de Ciudadanos, un partido que nació tan sólo para combatir los signos de identidad de Catalunya y que ahora les ha comido el terreno y los votos tanto al PP como al PSC. Los socialistas, pese a las “amistades peligrosas” que Iceta aunó en su lista (meapilas de la desaparecida Unió y ultras de Sociedad Civil Catalana) tan sólo han sumado un escaño más a los que ya tenían y han visto su antiguo feudo del “cinturón rojo” de Barcelona trocado en “cinturón naranja”.
Inés Arrimadas, la cara amable de C’s, se ha erigido en triunfadora en votos y escaños y a pesar que desde hace una semana lleva entonando canticos de victoria sabe que no llegará a ostentar la presidencia de la Generalitat. Su partido, que ha podido gastar más de dos millones de euros gracias a lo austeros que son a la hora de tomar cafés, como dijo su cabeza de lista por Lleida, puede presumir de ser el más votado y de tener dos escaños más que Junts per Catalunya debido a que la lista encabezada por Puigdemont y ERC acudieron a la cita electoral por separado. Si, como en los anteriores comicios ambas formaciones hubieran acudido juntas Arrimadas, la nueva “sonrisa del régimen”, hubiera vuelto a ser segunda fuerza y la sonrisa se le hubiera helado mucho antes.
Estas nunca fueron unas elecciones normales, la primera anormalidad es que fueron convocadas por Rajoy al amparo de un artículo constitucional interpretado al libre albedrio de la muchachada de la gaviota carroñera, con el beneplácito y el aplauso de sus corifeos de Ciudadanos y PSOE. La siguiente anormalidad es que han sido las primeras elecciones con candidatos en prisión o en el exilio gracias a que la no separación de poderes permite al Gobierno de Madrid dar las órdenes oportunas a la Fiscalía General del Estado para que pida prisión para aquellos que puedan molestar al PP, no olvidemos que es el partido más corrupto de Europa con diversos dirigentes condenados a años de cárcel por corrupción, más de 900 imputados por la misma causa, y con el partido, será el primero en democracia en sentarse en el banquillo, acusado de pagar campañas electorales con dinero proveniente de diversas corrupciones. Repito, nunca estuvimos ante unas elecciones normales, y a pesar de todo ello, a pesar de que Borrell, el de la rosa marchita y el puño abierto, quisiera desinfectar a una parte de catalanes, a pesar de que la Vicepresidenta del Gobierno y nueva Virreina de Catalunya presumiera de haber descabezado el independentismo poniendo a sus líderes en prisión, a pesar de que el representante del PP en Catalunya llamara gente no normal a los periodistas de TV3, y a pesar de las regañinas del Borbón heredero de Felipe V, los partidarios del independentismo acudieron sin miedo alguno a las urnas y votaron más que nunca, cerca de 2.100.000 catalanes eligieron papeletas de partidos representantes del ideario independentista.
Rajoy y las fuerzas nacionalistas españolas han perdido estas anómalas elecciones, unos comicios que desde Madrid el habitante de Moncloa pensó tener ganadas sin despeinarse, pero salió la criada respondona del independentismo, de la gente que está harta de vivir sumisa y de ver cómo el Partido Popular, desde hace años, viene sembrando en España el odio hacia los catalanes y lo catalán, de ver cómo desde el Gobierno del PP aprisa y corriendo se dicta una normativa de urgencia para facilitar a aquellas empresas que quieran dejar su sede social en tierras catalanas puedan hacerlo incumpliendo la normativa vigente hasta el pasado Octubre. De la gente que está harta de ver cómo sus dirigentes piden dialogo con el Gobierno de Madrid y lo único que reciben es una negativa tras otra, De gente harta de ver que por encima de sus deseos de contarse, mediante un referéndum, para comprobar cuántos ciudadanos comparten sus ideas lo único que reciben es un palmetazo con la Constitución que la mayoría de ellos nunca votaron. De gente que está harta de ser súbditos de una Monarquía cuya dinastía nadie, salvo Franco, ha elegido y votado. De gente que piensa, no debería estar ni prohibido ni condenado a pena de cárcel, el pensar que vivirán mejor en una República.
Rajoy ha perdido, ha recibido un soberbio revolcón en estas elecciones que supuso serian para él y los suyos un paseo triunfal. Rajoy ha amamantado el huevo de la serpiente del más rancio nacionalismo español y, más pronto que tarde, verá cómo las huestes de Ciudadanos, un partido que nació para ir contra Catalunya y sus signos de identidad, le comerá el terrero, Aznar, la FAES y el IBEX-35 con su dinero, les ayudaran para enviar a Mariano Rajoy y el PP a la papelera de la historia. En Catalunya ya lo han hecho.
Pero Rajoy morirá, políticamente, matando. El primero de Octubre no digirieron bien que más de dos millones de catalanes acudieran a votar en un referéndum que según el PP nunca se celebró. Pero se celebró pese a las atrocidades cometidas por unas fuerzas de orden público alentadas por el grito de “ a por ellos”. La respuesta en forma de represión no se hizo esperar. Ahora tampoco han sabido digerir la derrota en “sus elecciones” y al día siguiente aumentaba el número de personas investigadas por delitos que ni con calzador entran en el código penal de cualquier democracia al uso. Y mientras acabo este artículo me llegan noticias que, en represalia por la victoria del independentismo, van a ahogar económicamente a los medios públicos de comunicación de Catalunya, especialmente a TV3 de cuya parrilla es posible que desaparezcan muchos programas de éxito. El 155 “económico” es lo único que le queda a un Gobierno perdedor, tramposo y trilero, incapaz de aceptar la derrota. Y mientras todo esto pasa en Catalunya la mayor parte de la llamada intelectualidad “progre” de España mira hacia otro lado y calla, lo mismo que los partidos que se dicen de izquierdas. Defender a Catalunya no les da votos en España, al contrario, y eso tanto
PSOE, IU y PODEMOS lo saben y callan.
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