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Dos juicios significativos se desarrollaron esta semana en Estados Unidos, ambos como resultado de la obsesión estadounidense por las armas de fuego. En uno de ellos, que se llevó a cabo en el estado de Florida, los miembros del jurado recomendaron que Nikolas Cruz fuera sentenciado a cadena perpetua sin libertad condicional. Cruz asesinó a 17 estudiantes y miembros del personal de una escuela secundaria el Día de San Valentín de 2018.
Ningún niño ni niña debería experimentar los horrores de la guerra, pero muchos lo hacen. En 2020, 450 millones de niños (uno de cada seis) vivían en contextos afectados por conflictos en el mundo. Sudán del Sur es uno de esos lugares donde alrededor de 19.000 niños y niñas forman parte de grupos armados. En torno a este tema, World Vision ha realizado un nuevo estudio: “La crisis del hambre en Sudán del Sur: el impacto en los niños y niñas del conflicto armado”.
Los tiroteos masivos, de una manera oscura y distópica, son tan estadounidenses como el pastel de manzana. Quedó dolorosamente claro el pasado 4 de julio en Highland Park, un suburbio de Chicago en el estado de Illinois, cuando un hombre armado abrió fuego contra cientos de personas que asistían al desfile anual en celebración del Día de la Independencia de Estados Unidos. Cuando el tiroteo cesó, seis personas yacían muertas junto a otras 30 que habían resultado heridas.
En estos días se ven muchas poses orgullosas por parte de aquellos que presumen de ser los “salvadores” de nuestra humanidad, los padres de la patria o los defensores de occidente. Celebraciones con banderas de muchos colores y de todo tipo que conmemoran “avances conseguidos” en nuestra avanzada sociedad del siglo XXI.
Para intentar comprender el problema que representan las armas en Estados Unidos y por extensión la violencia infantil y adolescente que desgraciadamente crece exponencialmente, deberíamos prestar atención a las palabras que pronunció la madre del joven que provocó la mortalidad en el colegio de Uvalde: “No lo juzguemos, mi hijo tenía sus razones”.
Los Estados Unidos son para muchas personas uno de los países más seguros del mundo o al parecer lo era hasta hace algunos años. Puedo decir que hoy la tan reconocida seguridad estadounidense se encuentra amenazada. Más de 250 tiroteos masivos se encuentran registrados en los archivos de violencia de armas durante el transcurso del presente año en diversos estados y ciudades del país.
Existe en Estados Unidos una gran devoción por las armas de fuego. Actualmente hay más de 400 millones de armas en circulación en el país —es decir, más armas que personas— y solo unas pocas y laxas medidas de control sobre quién puede comprarlas o acceder a ellas. A lo largo y ancho de la sociedad estadounidense, una gran cantidad de personas veneran, exaltan y portan con orgullo las armas de fuego.
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, quiere pasar a la historia como un héroe y ahora se hace el mártir, yo no fui. Y. Está pecando de cínico, no quiere ningún tipo de mediación de paz con el presidente Rusia Vladimir Putin. A vista ciencia y paciencia está contra su pueblo, él es un simple administrador de los bienes de su pueblo. Incluso, es un aprovechador, oportunista porque está sacándole el jugo el coquetear a la guerra.
Las crueles matanzas con armas de fuego en centros escolares o comerciales de EEUU como las recientes de Buffalo y Uvalde en Texas, ponen en evidencia la fragilidad moral de una Naciónque se ve incapaz de detener estas horrible tragedias.“¿Cuando en el nombre de Dios, vamos a plantarnos frente al lobby de las armas”? se preguntaba el presidente Biden.
Diez personas fueron masacradas el sábado pasado en un supermercado situado en el corazón de la comunidad negra de la ciudad de Búfalo. El atacante fue un joven de 18 años que se describe a sí mismo como supremacista blanco y que estaba armado con un rifle semiautomático Bushmaster del tipo AR-15 que había adquirido de manera legal. Su objetivo, según un manifiesto incoherente y lleno de odio que publicó en las redes, era “matar a tantos negros como fuera posible”.
Para entender esta problemática en una dimensión más amplia tendremos que revisar la Constitución de los Estados Unidos de América que en su Amendment II dice: “Siendo o por ser necesaria para la seguridad de un Estado Libre una milicia bien regulada u ordenada, no se restringirá o violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas” ratificada el 15 de diciembre de 1791.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha asegurado que mientras Ucrania “lo necesite”, y dentro de las “disponibilidades que tiene España”, seguirá enviando “todo aquello que sea necesario tanto desde el punto de vista de armamento como desde el punto de vista de material de protección” y de medicinas.
El mundo requiere de otros tipos de aires más respetuosos con la vida y el itinerario de las gentes. ¡Cómo no tomar nuevos hábitos y distinta concepción en favor de un espíritu conciliador, a fin de trazar caminos más templados y un futuro esperanzador para las generaciones actuales y futuras! El dejar hacer sin más, con desconocimiento y menosprecio a los derechos humanos, han originado actos de salvajismo injuriosos para la conciencia de la humanidad.
Señora Belarra, cuando se escuchan comentarios como los suyos, me encantaría fuera usted ciudadana de Ucrania, con domicilio y trabajo “normal”, en cualquier ciudad actualmente en el foco de los bombardeos. Me encantaría verla en la cola de los miles y miles de “compatriotas”, con unos niños de la mano, que no entienden nada y tienen hambre.
La extrema izquierda solo mira a Rusia, defienden al genocida más loco y degenerado del siglo XXI, incluso en la medida de lo posible impiden que otros lleven ayuda humanitaria o de otro tipo a Ucrania. Hoy, por encima de todo, España debe volcarse –y lo está haciendo—con Ucrania y con la población ucraniana por encima de todo.
En el Día de San Valentín solemos dar flores y cajas de chocolates en forma de corazón a las personas que amamos. Sin embargo, para Manuel “Manny” Oliver ese día tiene connotaciones diferentes. Su hijo Joaquín, de 17 años, fue asesinado a tiros el Día de San Valentín de 2018 en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas de la ciudad de Parkland, en el estado de Florida.
Hoy, como si se tratara de una serie de Netflix, pero con el método de Movistar, día a día nos presentan “Afganistán libre contra los Talibán”.
Rompe el alma escuchar a niños decir que sus padres les pegan lo normal, pero no lo hace menos verles jugar con rifles o sonreír orgullosos junto al corcito al que acaban de reventarle las entrañas de un disparo. O de varios. Los niños no son propiedad de sus padres y educarlos en el uso de las armas o en el matar por pasatiempo debe tipificarse como delito.
Nueve minutos y 29 segundos. Ese es el tiempo que Derek Chauvin, el ex oficial de policía de la ciudad de Mineápolis, quien ahora enfrenta un juicio por matar a George Floyd, mantuvo su rodilla presionada contra el cuello de Floyd el pasado Día de los Caídos. Floyd estaba esposado, tirado boca abajo en el pavimento, sin prestar resistencia y respirando con dificultad, mientras suplicaba por su vida. Las imágenes del incidente grabadas por una adolescente con su teléfono móvil.
Estas son solo algunas de las masacres más notorias, cada una de ellas rodeadas en su tiempo por un número incontable de otros tiroteos, con saldos de tres, cuatro o cinco muertos. También vidas perdidas en actos de violencia, pero que no dejaron la cantidad de cadáveres suficientes para integrar la lista de los tiroteos masivos ocurridos en Estados Unidos. Todas estas matanzas se perpetraron con poderosas armas de fuego semiautomáticas, casi todas ellas armas de asalto. Es por eso que necesitamos con urgencia una prohibición federal de este tipo de armas en Estados Unidos.
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