Para intentar comprender el problema que representan las armas en Estados Unidos y por extensión la violencia infantil y adolescente que desgraciadamente crece exponencialmente, deberíamos prestar atención a las palabras que pronunció la madre del joven que provocó la mortalidad en el colegio de Uvalde: “No lo juzguemos, mi hijo tenía sus razones”.
Un desacuerdo no da motivo para matar y mucho menos con la brutalidad que lo hizo el joven asesino. Todo apunta a la madre que tenía que haber corregido a su hijo al primer indicio de que se descarriaba. Para ahorrase las rabietas del niño para conseguir sus deseos, la madre consiente. Con el tiempo el hijo pide un rifle que lo utiliza para asaltar una escuela y producir una catástrofe. De las palabras de la madre se deduce que no lamenta la crueldad de su hijo. Si lo hubiese hecho habría sido demasiado tarde porque el mal ya se habría cometido. Indirectamente la madre es responsable del crimen cometido por su hijo.
Un anti armas, ante el reciente tiroteo en la escuela de Uvalde, dijo: “Que se hagan simulacros de tiroteos significa que el país está mal y debe empezarse a reconocer que esto es una enfermedad”. Cuando aún perduraban los efectos del tiroteo en la escuela de Uvalde, en Houston, a pocos kilómetros de Uvalde, se celebró la feria de las armas. Debe recordarse que más de un millón de armas de uso militar las poseen los ciudadanos norteamericanos. Un ejército que es una amenaza para la paz social.
En una fotografía, un niño de unos seis o siete años apunta con una pistola. Las armas por sí mismas son inofensivas. El problema se encuentra en las personas que las empuñan. Si las blanden personas que se les ha educado en el odio se convierten en una bomba letal. Sería muy beneficioso si el lobby de las amas estadounidense prestase atención a lo que sucede en Canadá. Una brisa de aire fresco bajaría la tensión en las escuelas.
Ante la cronicidad de la violencia en su diversidad de manifestaciones tenemos que preguntarnos qué enseñan los padres a los hijos. Se oye decir que la sociedad actual carece de valores. Esta afirmación es muy ambigua. Los padres que enseñan a sus hijos a disparar, tienen valores. Los políticos que justifican la violencia del Estado y utilizan la mentira para alcanzar sus propósitos, tienen valores. Estos valores no nos convienen porque ya conocemos sus efectos devastadores.
Vayamos al inicio de la historia y acerquémonos a Caín y Abel. Estos hermanos parece ser que fueron los primeros hijos de Adán y Eva. No nos cabe la menor duda que estos muchachos fueron instruidos por sus padres en los aminos del Señor que hacen honorables a quienes los siguen. ¿Qué sucedió para que dos hermanos que recibieron la misma instrucción religiosa de sus padres siguiesen caminos tan distantes hasta el punto de que Caín asesinase a su hermano Abel? Pienso que la respuesta a esta pregunta que se hacen muchos padres ante la disparidad de comportamientos de sus hijos nos ayudará a entenderlo la parábola del sembrador que contó Jesús. El sembrador esparce la semilla. Nos quedaremos con la que cae junto al camino. La simiente representa la Palabra de Dios y el camino a personas que la escuchan. Jesús explica su significado: “Y mientras sembraba parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y la comieron…Cuando alguien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino” (Mateo 13: 4, 19). Caín forzosamente escuchó las enseñanzas de sus padres, pero no las entendió. El Maligno que estaba al acecho siembra en el corazón del muchacho la semilla del odio que al germinar y fructificar le condujo a asesinar a su hermano.
Por todo el mundo se encuentras sembradores de la Palabra de Dios, pero desconocen en qué clase de suelo cae. El resultado lo dejan en las manos del Señor que hace que “mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55: 11). Siguen sembrando esperando que la simiente caiga en terreno fértil y convierta a los pecadores en ciudadanos del reino de Dios.
La siembra de la Palabra de Dios tiene también otra faceta. La siembra de la Palabra de Dios va acompañada de los principios ético-morales que pueden convertir en buenos ciudadanos de los reinos temporales a quienes los aceptan y los practican hasta allí donde puedan. El contenido ético-moral de la Biblia se lo conoce como Filosofía. La Palabra de Dios es la reina de las filosofías. Es decir, sirve de plomada para determinar la bondad o perversidad que hay en las distintas filosofías.
Los padres para evitar que los hijos lleguen a comportamientos violentos que a menudo son noticia en los medios de comunicación deben tomarse seriamente la enseñanza de la Filosofía que se encuentran en las páginas bíblicas porque da sentido y propósito a la viva. Desconfíen los padres de las enseñanzas chapuceras que se imparten en las clases de religión de las escuelas a cargo de los presupuestos del Estado.
Quienes tienen que enseñar religión a los hijos son los padres porque ellos son sus guardianes. Si los padres no abandonan la responsabilidad de instruir a sus hijos en la filosofía ético-moral contribuirán a hacer un presente mejor y un futuro esperanzador.
Mucho antes de que los filósofos dijesen que en muchos casos, al lado de un joven delincuente se encuentran unos padres permisivos, la Biblia ya enseñaba: Corrige a tu hijo mientras haya esperanza” (proverbios 19: 18).
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