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Los historiadores objetivos, cuando lo que quieren es que las realidades queden grabadas para conocimiento de las futuras generaciones, no mienten, ni inventan, ni interpretan realidades, simplemente describen lo que ven, lo que las generaciones dejaron escrito..., nunca “pasan página” para quedar bien.
Parece que el dignatario saliente y la dignataria entrante de México no se dejan penetrar por la desnuda sabiduría profunda de su compatriota Miguel León Portilla -fallecido en 2019- historiador, filósofo, escritor, diplomático y académico. Y eso provoca un dolor iberoamericano, un dolor mestizo, un dolor profundo.
Antes de la llegada de los españoles, México estaba habitado por diversas culturas y civilizaciones, siendo los aztecas una de las más prominentes. Las tribus estaban muy estratificadas, con un líder supremo, sacerdotes, guerreros y lo que hoy se consideraría como comerciantes.
Me da la impresión de que algunos países hispanoamericanos se están poniendo un poco pesados con la tabarra de que el pueblo español actual tiene que pedir perdón por la serie de actos (verdaderos o falsos) que forman parte de la llamada “Leyenda Negra”.
A España le han colgado varios sambenitos los países que no han soportado su grandeza, como Inglaterra, Holanda, Francia, EE. UU, y alguno más que ande por ahí suelto. Posiblemente, uno de los más injustificados sea la execrable Leyenda Negra que precisamente iniciaron españoles renegados, como Antonio Pérez, Reginaldo González Montañés, Bartolomé de las Casas..., no faltando el felón traidor Guillermo de Orange, que incumplió su juramento de vasallaje a Felipe II.
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa es el primer marqués de Vargas Llosa. El novelista peruano, que se hizo famoso con sus escritos izquierdistas y que luego ganó el premio Nobel de literatura en 2010, ha terminado integrándose en la nobleza feudal y conservadora de la monarquía española. Es, precisamente, de esta potencia de donde llegaron los conquistadores que destruyeron a las más grandes civilizaciones nativas de su continente natal.
Alguien me preguntará: ¿a qué, o a quien, le borraría la decimocuarta letra del abecedario de nuestra lengua? Mi respuesta es muy sencilla: al primer apellido del presidente de los Estados Unidos de América. De esta manera, que quedaría en Joe Bidé, o Bidé a secas. Y ¿por qué? Pues muy fácil: el anciano Bidé está realizando entre sus desastrosas actividades políticas, equivalentes funciones que el famoso sanitario para nuestro aseo personal.
¿Qué culpa tenemos los españoles de que un marino visionario, rechazado por las restantes cortes europeas, especialmente por la de los más eximios navegantes, Portugal, recalase en España, fuese acogido por un fraile franciscano del convento de la Rábida, Antonio de Marchena, conocido como el “estrellero” por su afición a la astronomía, otro imaginativo como él, le hiciese caso y le ayudase a llevar a cabo tan irrazonable aventura.
Plinio El Viejo, en su Historia Natural refiere un hecho que bien podemos aplicarlo a múltiples ocasiones de la vida, sobre todo cuando algún sabelotodo se atreve a pontificar sobre algo que desconoce con tanta contundencia que parece que es un experto en el asunto del que se trate.
Si el indigenismo de aquellos países no ha sido capaz de establecer verdaderas democracias, se les debería pregunta a ellos cuál a sido la causa. No fue culpa de Colón ni de los españoles que, lo que llevaron a aquellas tierras, aparte de la religión, fue una cultura y civilización de la que carecían en absoluto por aquellos tiempos.
El 12 de octubre de 1492 es una de las fechas más importantes y controvertidas de la historia. Mientras en España se le considera el día de la hispanidad (pues, a partir de entonces, el español se internacionalizó hasta convertirse en la mayor lengua materna del mundo fuera del chino) diversos gobiernos o movimientos izquierdistas sur y centro americanos lo conmemoran como el día de la resistencia indígena.
A veces olvidamos la realidad de los hechos históricos, dejando solapados a sus principales protagonistas. Es el caso de don Luis de Santángel, escribano de ración de la Corona de Aragón, y el auténtico personaje que deberíamos recordar, ya qué gracias a su préstamo, la empresa del almirante don Cristóbal Colón, pudo llevarse a cabo.
¿De quién hablo? De Manuel López obrador, actual presidente de Méjico. Pero considero importante que refiramos antes algo del linaje de este hombre. Es nieto de españoles. Su abuelo José Obrador nació en el pueblo cántabro de Ampuero. Hijo del guardia civil mallorquín Esteban Obrador Mayol, destinado a la antedicha localidad; con más necesidad que conocimientos siendo aún un mozalbete, tenía 17 años, abandonó la Casa cuartel para “hacer las américas”.
La documentada obra mantiene en todo momento un pulso narrativo casi febril. El libro está dedicado a la memoria de otro gran explorador, Miguel de la Quadra-Salcedo, y cuenta con una estupenda portada del pintor Augusto Ferrer-Dalmau, que refleja toda la soledad, casi ontológica, de uno de los forjadores de nuestra historia en América.
El 8 de noviembre de 1519 las tropas españolas y las de sus aliados nativos fueron recibidas en Tenochtitlán, la urbe más grande que había en las Américas que luego sería la actual Ciudad de México.
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