Me da la impresión de que algunos países hispanoamericanos se están poniendo un poco pesados con la tabarra de que el pueblo español actual tiene que pedir perdón por la serie de actos (verdaderos o falsos) que forman parte de la llamada “Leyenda Negra”. Estoy convencido de que se cometieron infinidad de barbaridades, se maltrató a los indígenas y se explotaron a fondo los recursos naturales de aquellos territorios. Per también se les transmitieron una serie de valores culturales y económicos que hicieron prosperar aquellas tierras. El idioma, sin ir más lejos. Pero no podemos valorar los hechos sin ponernos en el lugar de aquellos habitantes que aun no habían salido del medioevo y llevaban en su cultura lo aprendido de los diversos pueblos que habían invadido la península desde los tiempos más remotos. Una tras otra habían soportado imposiciones de todo tipo por parte de los fenicios, griegos, cartagineses, romanos, etc. Lo que más me indigna es que nadie le pide cuentas a los portugueses, ingleses, alemanes, belgas, franceses, italianos, norteamericanos y árabes que han dejado también su negra “tarjeta de visita” en todo el mundo americano, africano o de la lejana Oceanía. Que se lo pregunten a los miles de esclavos que salieron del África occidental o a los maoríes. Pueblos completos arrasados. Lo que más me cabrea es que se mira mucho para atrás y no se mira el presente. Y aquí surge mi buena noticia de hoy. Recibo unas fotos de mi buen amigo el Padre Cacho, un pasionista que anduvo muchos años por Málaga y que lleva otros tantos por los cerros de Caracas o por la zona más pobre de Méjico, integrándose en esas comunidades para transmitirles fuerzas y mitigar sus problemas en lo posible. Me vienen a la mente esos cuantos curas malagueños que andan por Caicara del Orinoco llevando una parroquia malagueña –no tan cercana como la de barrio- en la que transmiten amor y dedicacióndesde hace muchos años. Como tantos y tantos misioneros –frailes, sacerdotes y seglares- queabandonan sus cómodos hogares para convivir con los más necesitados de esas tierras que no nos interesa recordar. Echo de menos ese reconocimiento a las personas que son contemporáneas nuestras, mientras perdemos el tiempo miserablemente, juzgando el pasado y condenando a los presentes a pagar los errores cometidos hace siglos. Para mí es suficiente que aprovechemos, ahora que podemos, para pedir perdón por el montón de errores cometidos a lo largo de nuestras vidas. Mientras más años, más errores.
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