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Las elecciones del 28-M nos devolvieron la imagen de una España negra que ya creíamos devuelta para siempre al cajón del olvido de la historia. La geografía española, de la noche a la mañana, apareció teñida con los colores azul y verde representativos de la derecha extrema y la extrema derecha, PP y Vox, que, al fin y al cabo, hemos visto que son la misma cosa.
La postura del Partido Popular frente a la del partido Vox, está guiada, según la opinión de mucha gente, en el “miedo” por el predicamento violento de la izquierda. Las ideas, en política, deben ser firmes y objetivas. La práctica política, debería ser igual pero por desgracia hay Partidos de índole nacional que, con tal de gobernar, no son firmes ni objetivos en la defensa de la normativa para una convivencia en comunidad: la Constitución.
No es mi propósito ahondar en los líderes y formaciones políticas de la izquierda más radical y revolucionaria que sufrimos desde la II República, pero que acaba de ser respaldada por más de once millones de españoles, dato en modo alguno baladí. Me preocupa mucho más la otra media España que se ha mostrado incapaz de articular un modelo político y social alternativo, capaz de superar a quienes, desde hace cinco años, se han propuesto desmantelarla social y culturalmente.
El domingo 23 de julio se han realizado los comicios generales de España, en los cuales la derecha ha fracasado en su meta de lograr una mayoría absoluta. Pese a que las encuestas que esta había encargado pronosticaron que este sector para remover a los socialistas, esto no ha ocurrido. La suma de los diputados electos del conservador Partido Popular y de los franquistas de Vox no le permite a la oposición desplazar al presidente Pedro Sánchez.
Actualmente hay cientos, quizá miles de empresas, a lo largo de todo el planeta, queriendo relocalizarse y, tras ellas, capitales multimillonarios buscando ponerse a salvo del fiasco que les ha supuesto la globalización de las últimas décadas y para tratar de acomodarse a los cambios productivos y tecnológicos que vienen como algo ineludible.
Cuando todavía andábamos resacosos de la campaña electoral del 28-M y todavía sin digerir los resultados de una elecciones municipales y autonómicas que han llevado al poder en CC.AA. y grandes ciudades al tándem PP/VOX nos encontramos ya a finales de otra campaña electoral camino del 23-J que, si Dios, Alà y Buda junto con los votos de los españoles no lo remedian llevará a la Moncloa al amigo del narco cogido de la mano del líder de la extrema derecha española.
Los partidos que integran la coalición de Gobierno estaban afanados en la gestión pensando que los resultados de su trabajo iba a ser reconocido en las elecciones municipales y autonómicas del pasado 28 de mayo. No fue así. Una gran mayoría de sus votantes se quedaron en casa e incluso un buen número se pasó al bando de la derecha. Son esos electores que tanto les da un gobierno que otro, una ideología que otra.
El síndrome de Pontius fue citado en 1820 por el psicólogo estadounidense Charles Graham Pontius y consiste en "una distorsión en la percepción del peligro que tendría su origen en el exceso de adrenalina de la persona afectada".
La moción de censura es un instrumento por el que el Congreso de los Diputados puede exigir responsabilidades políticas al Gobierno. Desde la restauración de la democracia en España ha sido utilizada en menos de una decena de ocasiones, y tan sólo en una ha triunfado, la presentó el PSOE contra Mariano Rajoy y, con el apoyo, entre otros, de Podemos y vascos y catalanes.
Las derechas españolas ya se han quitado la careta, ya no hace falta distinguir entre derecha extrema y extrema derecha. Partido Popular, Vox y los restos del naufragio de Ciudadanos van al unísono contra Pedro Sánchez al que acusan de usurpador, es natural, esta derecha montaraz que nos toca sufrir no está acostumbrada a perder elecciones.
Las palabras del Centro Derecha, protestonas, ambiguas, grandilocuentes, serviles de sus escaños: “Prometo que... Aseguró que... No permitiremos que... Iremos a los Tribunales... ¡Oh... Oh...! El aborto, la eutanasia, la "reeducación ideológica", las vendettas radicales, la comercialización del Estado... ¡Poco a poco! ¿De qué sirven en un hemiciclo lo más parecido a un fotograma de los años 30?
Alguien me ha hecho notar que mis últimos artículos están marcados por el pesimismo. He reflexionado sobre ello y quizás tenga razón. Mi visión de la actualidad está encuadrada dentro del esquema de derecha e izquierda y quedo descolocado al comprobar que la derecha está cada vez más lejos de los valores que informan mi vida.
Dice el diccionario de la Real Academia que un bocazas es la persona que habla más de lo que aconseja la discreción. Y que la discreción es la sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar; el don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad, reserva, prudencia y circunspección. Siendo así, no creo exagerado afirmar que los líderes de la derecha española son unos bocazas.
El establishment del Estado español estaría formado por las élites financiera-empresarial,
Los nuevos presupuestos fortalecen el sector sanitario con un incremento nunca visto (75%), lo mismo que ocurre en otras partidas que no solo tienen un gran impacto positivo sobre el bienestar social sino sobre la actividad empresarial económica: 105% de incremento en políticas de comercio, pymes y turismo, 103% en industria y energía, 70,2% en educación, 59,4% en innovación y ciencia, 29,5% en fomento del empleo, 34% en atención a la dependencia, 15% en carreteras, 36,5% en ferrocarriles, 25% en vivienda social…
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