Las elecciones del 28-M nos devolvieron la imagen de una España negra que ya creíamos devuelta para siempre al cajón del olvido de la historia. La geografía española, de la noche a la mañana, apareció teñida con los colores azul y verde representativos de la derecha extrema y la extrema derecha, PP y Vox, que, al fin y al cabo, hemos visto que son la misma cosa.
Al PP le ha venido muy bien tener a mano un brazo ejecutor, el de la extrema derecha, para llevar adelante las políticas antidemocráticas que siempre ha soñado con llevar a cabo. Diversos portavoces del PP llevan tiempo motejando al Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos de ser un Gobierno ilegal, un Gobierno Frankenstein apoyado por una diversidad de partidos, pero ellos, los “populares” en cuanto han tenido la oportunidad de tocar poder en Ayuntamientos y CC.AA. no le han hecho ascos a matrimoniar con los representantes del fascismo para asentar sus avariciosos glúteos en los cómodos sillones del poder, del ordeno y mando.
Todo lo que están criticando ya lo están haciendo ellos, siempre que tienen ocasión, y desde hace tiempo, ocupando los sillones del poder pese a no ser los ganadores de las elecciones. Entre otros sitios lo hicieron en Madrid, en Andalucía y allà donde han podido. Como lo hicieron en Valencia en 1991, donde, de la mano de Rita Barberá y Vicente Gonzalez Lizondo de Unión Valenciana, alcanzaron el Ayuntamiento de Valencia, pese a que el partido más votado fue el PSOE, encabezado por Clementina Ródenas, que obtuvo un 37,3% de los votos frente al 25,5 % de valencianos que votaron a la populista Rita Barberá.
Ahora, con Feijóo, quieren que éste sea Presidente del Gobierno por haber ganado las elecciones. El PP, cuando le interesa, olvida que estamos ante un sistema electoral parlamentario y no ante un sistema presidencialista.
De los desmanes que los gobiernos nacidos de la “liaison dangereuse” entre la derecha extrema y el fascismo, quiero decir entre PP y Vox, no culpen únicamente a los miembros del partido añorante del fascismo, ellos son, simplemente, el brazo ejecutor, los mamporreros del PP para hacer el trabajo sucio, y, seguramente, cuando ya lo hayan hecho a unos les compraran y a otros los lanzaran a las tinieblas, como ya hicieron en el País Valenciano con sus socios de Unión Valenciana, partido al que le encuentro muchas similitudes con los fascistas de Vox.
Y cuando eso pase VOX acabará en las papeleras de la historia devorado por la glotonería electoralista de los “populares”. De momento en las últimas elecciones del 23-J ya se les han merendado 19 escaños y un portavoz, Iván Espinosa de los Monteros, al que el sector falangista de su partido ha abierto la puerta de salida.
Mientras eso llega las mesnadas del nacionalismo españolista, encuadradas en las filas de Vox, irán sembrando odio, despreciando los derechos de las mujeres, negando el cambio climático, negando, en materia idiomática, lo que dictaminan lingüistas y universidades de todo el mundo, persiguiendo y anatemizando inmigrantes, acosando y negando sus derechos a la colectividad LGTBI, amenazando a quienes no comulguen con sus ideas, como ha declarado Añón, Secretaria de Cultura de la Generalitat Valenciana, y, defendiendo, únicamente las prebendas de una clase, la de los poderosos.
Sería interesante saber quién o quiénes han sido los financiadores del partido fascista desde que se formaron en el 2013 hasta que llegaron a tener ingresos al llegar a las instituciones.
Recuerden que estos individuos no son de fiar, nunca lo han sido las derechas españolas, ahora ya no dan golpes de estado a cargo de espadones cargados de medallas, ahora los dan más sibilinamente, ahora compran votos y voluntades. Lo hizo Zaplana en Benidorm para llegar a la alcaldía, lo hizo Esperanza Aguirre en Madrid comprando votos de diputados del PSOE, el famoso “tamayazo” y desde el PP lo han insinuado hace unos días apelando al voto favorable a Feijóo de seis socialistas “buenos”.
No son de fiar. Recuerden los millones que se han escanciado en sus bolsillos durante las legislaturas que han estado al mando.
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