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«¡Qué manera más burda de acosar al juez Peinado que instruye los casos de presunta corrupción, tráfico de influencias y apropiación indebida de Begoña Gómez!» Una sectaria periodista ultra del digital singular, hoja parroquial vendida al poder y siempre mirando a Cuenca, con grandes prebendas para hacer daño a la oposición, no deja de ser cómica y una mofa global.
Viendo lo que ha acontecido y acontece, creo que es urgente un plan de saneamiento ideológico en Catalunya y en muchos rincones de España. ¿Qué hay que hacer para ello? Voluntad política y creer en unos mínimos principios democráticos, unos principios que no son patrimonio de la izquierda, como nos quieren hacer ver.
Cuanto daño ha hecho Puigdemont, comandante en jefe de JUNTS, antes CDC, CiU, cambiaron de nombre por corrupción, pero ahí está, enfrentado y aliado con el PP al ser hermanos en corrupciones, pero el mal está hecho y durará, porque la derecha retrógrada, ha llenado España de rojigualdas en muñecas, camisas, zapatos, relojes…, lo hacen contra la Senyera Estelada, no contra la Senyera de la comunidad catalana (originaría del reino de Aragón).
Si el futuro de España es Europa y Europa gira a la derecha, España ha de optar por avanzar en la derecha moderna diseñada en el resultado de las elecciones europeas pasadas o anclarse en el pasado que representa la izquierda. Ancla impuesta por una socialdemocracia agotada a cuestas del radicalismo que anida en el sanchismo; con compañías y pelajes varios, no siempre compatibles.
Pedro Sánchez habría dado por amortizada la actual legislatura y con un golpe de efecto, anunciará el adelanto de las Elecciones Generales para el próximo otoño, con la esperanza de renacer cual Ave Fénix y obtener unos resultados que le permitan conformar un Gobierno en solitario tras fagocitar los restos del naufragio de Sumar y de Podemos, contando con apoyos externos de los grupos nacionalistas periféricos.
Pedro Sánchez se habría despertado con un inesperado cisne negro que amenazaba seriamente su estancia en la Moncloa. El término “cisne negro” designa a un acontecimiento inesperado e impredecible que produce consecuencias a gran escala y que es explicable solamente a posteriori y en el caso de Sánchez, ese cisne negro habría adoptado la forma de una denuncia del seudo sindicato Manos Limpias contra la mujer de Sánchez por "presunto tráfico de influencias".
El ADN de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, contendría la triple enzima trumpista (autocracia, instauración del paraíso neoliberal y retorno al "pensamiento único heteropatriarcal") y asimismo sería una "rara avis" que consigue desarbolar cualquier estrategia opositora que sea mínimamente racional al ser una experta en las técnicas de manipulación de masas.
El pasado viernes al filo de la hora del almuerzo Alberto Núñez Feijóo recogió una buena cosecha de calabazas en el hemiciclo de la madrileña Carrera de San Jerónimo. El Jefe del Estado hizo el favor de nominarle candidato a la investidura, tanto Felipe VI como el mismo Feijóo sabían que el candidato no podía contar, salvo error o “tamayazo”, con el número de votos suficientes para obtener la confianza del Congreso y ser nombrado Presidente de Gobierno.
Los resultados electorales del pasado mayo devolvieron las tierras valencianas a unos tiempos que los últimos ocho años de políticas más o menos progresistas habían enviado al cajón del olvido. Pero en las elecciones municipales y autonòmicas del último domingo de mayo el voto de una mayoría de valencianos, olvidando el expolio al que dirigentes como Zaplana, Camps, Cotino o Rita Barberá.
Al parecer no corren buenos vientos por el partido de Abascal y ya son incontables plumas las que han señalado las posibles causas que han influido hasta llegar a ésta molesta situación. La cruda realidad es la que es y sería deseable que se solucionara todo de la mejor manera. Una vez dicho lo que antecede a mi me gustaría opinar también, pero desde un punto de vista más práctico y sin meterme en camisas de once varas (léase política).
Las elecciones del 28-M nos devolvieron la imagen de una España negra que ya creíamos devuelta para siempre al cajón del olvido de la historia. La geografía española, de la noche a la mañana, apareció teñida con los colores azul y verde representativos de la derecha extrema y la extrema derecha, PP y Vox, que, al fin y al cabo, hemos visto que son la misma cosa.
La postura del Partido Popular frente a la del partido Vox, está guiada, según la opinión de mucha gente, en el “miedo” por el predicamento violento de la izquierda. Las ideas, en política, deben ser firmes y objetivas. La práctica política, debería ser igual pero por desgracia hay Partidos de índole nacional que, con tal de gobernar, no son firmes ni objetivos en la defensa de la normativa para una convivencia en comunidad: la Constitución.
No es mi propósito ahondar en los líderes y formaciones políticas de la izquierda más radical y revolucionaria que sufrimos desde la II República, pero que acaba de ser respaldada por más de once millones de españoles, dato en modo alguno baladí. Me preocupa mucho más la otra media España que se ha mostrado incapaz de articular un modelo político y social alternativo, capaz de superar a quienes, desde hace cinco años, se han propuesto desmantelarla social y culturalmente.
El domingo 23 de julio se han realizado los comicios generales de España, en los cuales la derecha ha fracasado en su meta de lograr una mayoría absoluta. Pese a que las encuestas que esta había encargado pronosticaron que este sector para remover a los socialistas, esto no ha ocurrido. La suma de los diputados electos del conservador Partido Popular y de los franquistas de Vox no le permite a la oposición desplazar al presidente Pedro Sánchez.
Actualmente hay cientos, quizá miles de empresas, a lo largo de todo el planeta, queriendo relocalizarse y, tras ellas, capitales multimillonarios buscando ponerse a salvo del fiasco que les ha supuesto la globalización de las últimas décadas y para tratar de acomodarse a los cambios productivos y tecnológicos que vienen como algo ineludible.
Cuando todavía andábamos resacosos de la campaña electoral del 28-M y todavía sin digerir los resultados de una elecciones municipales y autonómicas que han llevado al poder en CC.AA. y grandes ciudades al tándem PP/VOX nos encontramos ya a finales de otra campaña electoral camino del 23-J que, si Dios, Alà y Buda junto con los votos de los españoles no lo remedian llevará a la Moncloa al amigo del narco cogido de la mano del líder de la extrema derecha española.
Los partidos que integran la coalición de Gobierno estaban afanados en la gestión pensando que los resultados de su trabajo iba a ser reconocido en las elecciones municipales y autonómicas del pasado 28 de mayo. No fue así. Una gran mayoría de sus votantes se quedaron en casa e incluso un buen número se pasó al bando de la derecha. Son esos electores que tanto les da un gobierno que otro, una ideología que otra.
El síndrome de Pontius fue citado en 1820 por el psicólogo estadounidense Charles Graham Pontius y consiste en "una distorsión en la percepción del peligro que tendría su origen en el exceso de adrenalina de la persona afectada".
La moción de censura es un instrumento por el que el Congreso de los Diputados puede exigir responsabilidades políticas al Gobierno. Desde la restauración de la democracia en España ha sido utilizada en menos de una decena de ocasiones, y tan sólo en una ha triunfado, la presentó el PSOE contra Mariano Rajoy y, con el apoyo, entre otros, de Podemos y vascos y catalanes.
Las derechas españolas ya se han quitado la careta, ya no hace falta distinguir entre derecha extrema y extrema derecha. Partido Popular, Vox y los restos del naufragio de Ciudadanos van al unísono contra Pedro Sánchez al que acusan de usurpador, es natural, esta derecha montaraz que nos toca sufrir no está acostumbrada a perder elecciones.
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