Los partidos que integran la coalición de Gobierno estaban afanados en la gestión pensando que los resultados de su trabajo iba a ser reconocido en las elecciones municipales y autonómicas del pasado 28 de mayo. No fue así. Una gran mayoría de sus votantes se quedaron en casa e incluso un buen número se pasó al bando de la derecha. Son esos electores que tanto les da un gobierno que otro, una ideología que otra, con tal de que mantengan tranquilidad en la calle y en las instituciones. Pero la ideología ultra lo pone todo en peligro.
Gran cantidad de los que se quedaron en casa se habrán sorprendido del éxito de la derecha y la ultraderecha. Estaban perdidos en el bosque. Los árboles no les dejaban ver la arboleda. Oyeron voces y ecos con ruido, sobre todo mucho ruido, de las televisiones y las redes sociales desbocadas. Desbocadas, sí. Como nunca en nuestra joven democracia los políticos de la derecha y la ultraderecha sueltan palabras indecentes, ofensivas y desvergonzadas.
Tardó mucho tiempo la izquierda en reaccionar. Por eso son aplaudidas las agallas de Pedro Sánchez, que, una vez más, se pone al frente de la reacción liderando la petición de cambio de rumbo de las encuestas. Es lo que sus seguidores necesitaban. Está espoleando en los medios de comunicación a los votantes de izquierda y clama por la capacidad de reacción ante eventos inesperados e involucionistas.
El Gobierno quería hablar de economía, que va como una moto, y, sin embargo, tiene que bajar a la arena y luchar en la plaza de toros que no quería, enfundarse el traje de luces y torear a Abascal y a Feijóo como mejor puedan en terreno enemigo.
Los electores quieren ver la lucha cuerpo a cuerpo de los dirigentes políticos y si es en televisión y en prime time, mejor. No le queda más remedio a Pedro Sánchez y a Yolanda Díaz que salir al ruedo con las derechas y lidiar allí dónde y cómo sea posible, con tal de que el electorado de la izquierda se vea motivado lo suficiente para salir a votar el 23 de julio.
Fue en los medios de comunicación donde se crearon discursos negativos como el denominado “sanchismo” y es en esos mismos medios donde también se tienen que desmentir, aclarar y crear nuevas propuestas frente a las insidias, las noticias falsas, los engaños y las mentiras.
Tenemos miedo a Vox y hay razones sobradas para ello. Se enumeraron estos días los motivos para rechazar sus discursos, pero es que el advenimiento de estos políticos ultras, que se nutren de la buena fe y la apatía de la gente, son peligrosos para el bienestar general y el progreso del país. Causan malestar en la población e inseguridad.
Vox no solo contrae la economía sino que nos deja sin aliento. Encoje el pensamiento a propios y extraños. Con razón Pedro Sánchez preguntó ¿de dónde salen estos? Una cuestión que muchos se la habrán planteado estos días al ver las joyas de este partido ultra elevados a las mesas de los parlamentos autonómicos. Y no solo eso, introducidos también en los gobiernos autonómicos y locales.
Sin embargo el PP los acepta, los normaliza y los eleva a los altares. Pero para gobernar con ellos tiene que asumir su ideario involucionista. Ya están justificados por Feijóo, porque dijo que si se necesitan sus votos, lo lógico es que entren en los gobiernos. No pensábamos llegar ahí. A tanto no. ¡Qué ingenuos fuimos!
Los votantes de Vox están en nuestro entorno (aunque en Galicia no tienen representación o es bien escasa). Son vecinos nuestros, familiares nuestros. Viven muy cerca. Son desencantados de la vida por cuestiones personales. Podemos hablar de aquella mujer que me encontré en el mercado el otro día y que está preparando oposiciones a los 50 años; o el jubilado que se reúne en el bar de abajo y necesita un orden establecido de antemano, sin pensar que el primero que perdió el orden que necesita en su vida privada es el mismo. Sin embargo, espera que los políticos le solucionen su incertidumbre en la que se pierde cada día al levantarse de la cama. Ahí está Vox para solucionar la vida personal de los despreocupados como él.
El votante de Vox es aquel empleado de banca que, encerrado en su oficina durante años, reacciona de forma airada al ver que en su calle han construido varias rotondas. Antes circulaba recto y ahora tiene que dar un rodeo, pues no le gusta. No piensa en el conjunto del tráfico, piensa en su itinerario. No se da cuenta que la rotonda facilita la circulación de cientos de vehículos cada día en esos cruces.
El votante de Vox quiere protagonismo, hacerse ver, porque el partido le dice que tiene razón, aunque sea una aberración lo que pide. El seguidor de Vox necesita ver representada su ingenua y engañosa aspiración porque así da un sentido a su vida. Se nutre, por tanto, de ancianos, de gente de mediana edad y de jóvenes sin el futuro resuelto. Pero también se nutre de abogados del Estado, como Macarena Olona, hoy fuera de Vox y liderando un partido propio. Dijo esta señora abogada en una entrevista que se hizo de Vox en el País Vasco, ejerciendo su profesión; que le atrajo la idea de una España unida. Esa fue su reacción personal a una situación de incertidumbre. Pero no olvidaremos aquellas barbaridades dichas en el Parlamento como portavoz de Vox.
Votante de Vox es ese abogado vecino con el que me encuentro en el bar donde desayuno cada mañana. De buena familia, con largos apellidos. Argumenta que Vox dice lo que el PP no se atreve a decir. Varias veces me lo ha espetado a la cara y yo me quedé pensando en lo que quiere que diga el PP y no dice. Ahora ya lo sé, lo estoy oyendo en boca de Feijóo.
Votante de Vox es ese médico jubilado que cada día con más valentía (como ellos dicen) expone su criterio personal sobre el aborto, la inmigración y la violencia de género. Quiere normas claras y leyes que le ayuden a expulsar de su terreno semiurbano a un okupa al que tuvo que llevar a juicio. Quiere resolver sus cuestiones personales con leyes y normas que nos afectarían a todos.
Seguidores de Vox supongo que son esas madres de adolescentes y preadolescentes que se quejan de la información sexual que reciben sus hijos en los colegios. Quizá están pidiendo el pin parental en Galicia, donde gobierna el PP. Cuando se les pregunta a estas madres si esa información inadecuada (según ellas) que han recibido sus hijos preadolescentes en el colegio, proviene de esas clases con un profesional (matrona en este caso), o de amigos de sus hijos, que se informan por las redes sociales o internet, entonces no saben, dudan si sus hijos se quejan de lo que han escuchado en clase o si sus hijos lo que quieren es saber más a propósito de la clase recibida. Las madres piensan que es demasiado pronto para escuchar cierta información y culpan a los colegios de ir demasiado deprisa. Quizá lo que tendrían que hacer los colegios es darles escuela de padres a los progenitores y luego hablar con los hijos.
¿Y si es cierto, como dice Xosé Manuel Beiras, que Vox es un producto del gran capital como reacción a las revueltas por la crisis económica del año 2008 y el nacimiento de Podemos? Ya vimos cómo se alimentaron electoralmente de Ciudadanos y ahora socavan los cimientos ideológicos del PP. Los populares van a tener que confeccionar trajes a medida de Vox para ahuyentarlos de los parlamentos. Les va a costar superar a los de Abascal en deslenguados, pero ya están aprendiendo. No reconozco al propio Feijóo con los exabruptos que está desplegando como líder de la oposición. Defrauda. Esperábamos algo mejor de él. Es un corderito con piel de lobo, pero cuidado porque le pueden acusar de “derechita cobarde”.
Finalmente, ¿dónde están las asociaciones de intelectuales y artistas que en otras ocasiones publicaban manifiestos a favor de un gobierno de izquierdas? Están tardando en unirse al movimiento para evitar un gobierno de derecha con los ultras.
|