El pasado viernes al filo de la hora del almuerzo Alberto Núñez Feijóo recogió una buena cosecha de calabazas en el hemiciclo de la madrileña Carrera de San Jerónimo. El Jefe del Estado hizo el favor de nominarle candidato a la investidura, tanto Felipe VI como el mismo Feijóo sabían que el candidato no podía contar, salvo error o “tamayazo”, con el número de votos suficientes para obtener la confianza del Congreso y ser nombrado Presidente de Gobierno.
Las amistades peligrosas que desde las elecciones del 28-M han auspiciado el ascenso de la muchachada de la gaviota carroñera a Alcaldías y Presidencias de Comunidades Autónomas han dejado a Feijóo como un candidato invotable para el resto de partidos, excepto Coalición Canaria y UPN. En menos de cien días el PP y sus socios de gobierno han quemado las naves con las que poder contar en el hemiciclo, es lo que tiene encamarse con el fascismo. En la primera votación necesitaba 176 votos y sólo obtuvo 172 y como un mal alumno repetidor tuvo que volver el viernes y la mayoría de sus compañeros de hemiciclo le volvió a dar calabazas.
En las anteriores sesiones de investidura que he presenciado, y son ya unas cuantas, el candidato se dedicaba a presentar su programa de gobierno intentando que los diputados del resto de partidos lo hicieran suyo y le votaran favorablemente. El aspirante Feijóo no lo hizo así, se dedicó a atacar a Pedro Sánchez, Puigdemont y a los partidos que forman el actual gobierno en funciones, especialmente Bildu y ERC. De Bildu dijo que no quería ni siquiera sus votos restregándoles por la cara su pasado de brazo político de ETA, al tiempo que dejaba escondido su pasado, olvidando sus orígenes y los de su partido, nacidos del franquismo y con un antiguo presidente del PP, Manuel Fraga Iribarne, que firmó penas de muerte junto a Franco.
Tras escuchar las intervenciones de Feijóo, representante de la derecha extrema, y de Santiago Abascal, la extrema derecha antidemocrática y fascista, éste sacó pecho y respiró hondo, VOX es una anomalía en un parlamento democrático. Si de ellos y sus fieles dependiera, no haría falta ninguna sesión de investidura porque no existiría la democracia, ni las Autonomías, ni las televisiones autonómicas, ni otra lengua más que el castellano, ni muchos de los derechos humanos que aún tenemos. Lo que más odian los partidos representados por esta pareja, después de sus discursos llenos de odio, es la palabra “Amnistía” y todo lo que significa. Estos días en el Congreso ha quedado claro que la derecha extrema y la extrema derecha no tendrán ninguna duda en incendiar las calles y enfangar el debate público si, al final, Sánchez accede a llevar adelante una Amnistía por los sucesos del “procés” Sus señorías de la derecha están muy cabreados porque Pedro Sánchez no contestó al aspirante a Presidente. Lo cierto es que las intervenciones de Feijóo y Abascal fueron más adecuadas para una moción de censura que para una investidura. Todas sus intervenciones fueron una crítica a Sánchez, ninguna propuesta hecha con sensatez para un futuro programa de gobierno.
Solo me anoté dos de las propuestas del candidato del Partido Popular, y ninguna de las dos sirve para salir adelante. Feijóo en campaña, en el ardor de la campaña se promete mucho, había prometido que cuando fuera Presidente del Gobierno devolvería al Código Penal la sedición como delito. Seguramente, desconoce que en la Europa democrática la sedición como tal no está calificada como delito por ser una figura penal del siglo XIX, cuando en España, especialmente, eran habituales los levantamientos en armas de los militares. Y, como la Comisión Europea ya ha dicho que lo de la sedición no está bien visto en la democracia, él se ha inventado un nuevo delito, la “deslealtad constitucional”, y también ha prometido que si llega a Moncloa aumentará las penas por malversación del dinero público. Me harto de reír porqué él, precisamente él, el representante del partido que más corruptos ha tenido y tiene en nómina y listas tenga la barra de hablar de delitos de corrupción.
Estos días perdidos tan sólo han servido a Feijóo de jornada de entrenamiento por si algún día tiene que volver a presentarse a una sesión de investidura si Aznar y Ayuso le perdonan el resbalón que estos días ha sufrido en la Carrera de San Jerónimo, sede del Congreso español, y no le pasa como a Casado que, por denunciar las mangarrufas del hermano de Ayuso fue lanzado a las calderas del infierno del PP. Ahora, es llegada la hora de ponerse a trabajar unos y otros, catalanes y españoles y llegar a acuerdos para que Sánchez pueda formar un Gobierno de progreso. El nuevo candidato no lo va a tener fácil, los independentistas catalanes, cuyos votos afirmativos son necesarios, andan muy escamados con las promesas llegadas desde Madrid que, después, nunca se cumplen. Tendrá que ofrecer algo más que una amnistía que en las mismas filas socialistas está mal vista. Eso, y algo más, como solucionar el déficit fiscal, el año 2022 fue de 22,000 millones de euros, y solventar el tema de los trenes de Cercanías en los que es toda una experiencia viajar, nunca sabes cuando sales ni cuándo llegarás a tu destino.
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