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Cada 8 de marzo se celebra en la mayoría de países del mundo el Día Internacional de la Mujer, pero ¿por qué motivo ese día en concreto? Aunque no está acreditado por completo, el 8 de marzo de 1857 miles de trabajadoras de fábricas textiles de Nueva York salieron a las calles para protestar por sus indecentes condiciones de trabajo, reclamando mejoras laborales y equiparación salarial, muy inferior a la de sus compañeros hombres, cebándose aún más la precariedad con ellas.
Acaba de publicarse un informe de la OCDE en el que se muestra que el 60% del empleo mundial se encuentra en la economía sumergida, un porcentaje que llega al 90% en los países de bajos ingresos. Decir que se está empleado en la economía sumergida no significa solo que se trata de empleo “informal”, como se dice en los informes oficiales. Equivale a empleo ilegal, a condiciones de trabajo insalubres, mal remuneradas, sin protección social y, en definitiva, sin derechos.
Al menos 4050 mujeres murieron víctimas de feminicidio el año pasado en América Latina y el Caribe, según ha informado el Observatorio de Igualdad de Género de la Comisión Económica para esta región del mundo (Cepal). Más de 70 % de las víctimas de feminicidio en 2022 tenían entre 15 y 44 años.
El uno por ciento de los superricos del mundo fue responsable en 2019 de más emisiones de carbono que dos tercios de la humanidad, según se indica esta semana en un informe de la coalición contra la pobreza Oxfam, al mostrar que el cambio climático y la desigualdad se alimentan mutuamente.
En el contexto acutal es más necesario que nunca poner el foco en el cuidado de las personas y en su bienestar. La Plataforma del Tercer Sector, que tiene como objetivo mejorar los derechos y calidad de vida de la ciudadanía, apuesta por establecer un vínculo con las empresas españolas para dar un paso más en la reconstrucción social y lograr conjuntamente los objetivos marcados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para esta década.
La investigación en torno a los fenómenos migratorios ha sido amplia en estos últimos años, sobre todo a nivel internacional, abordada desde el plano económico, antropológico y sociológico. El interés sobre estos fenómenos se ha intensificado en los últimos años debido, en gran medida, al crecimiento experimentado en su volumen.
En realidad, el sistema económico con la simple ley del mercado es evidente que no produce el bienestar de toda la población de un país y tampoco el pleno empleo. El economista inglés Keynes insiste en esto de modo absolutamente coherente. Puede parecer contradictorio, pero el ahorro no incrementa el consumo, al contrario, lo reduce y es algo negativo.
En un contexto de creciente desigualdad económica, la idea de una "clase media" se ha convertido en una herramienta ideológica para justificar la desigualdad estructural. Esta discusión sobre la clase media no es nueva, pero ha cobrado una nueva relevancia en los últimos tiempos debido al aumento de la desigualdad y la disminución de los ingresos reales para muchas familias.
Si la ley Trans se ha centrado en poner fin a la discriminación basada en el género, permitiendo que las personas trans se identifiquen con el género que les corresponde sin necesidad de someterse a procedimientos quirúrgicos para cambiar su género legalmente, eso tiene unas consecuencias que parece ignorar o que, a pesar de conocerlas, simplemente se ha buscado con un rédito electoral sin el perjuicio que pudiera acarrear.
En tan solo 3 años, el ridículamente llamado “ministerio de igualdad”, ha logrado desigualar sin límites. Sería muy profuso mencionar todos esos éxitos; así, pues, nos limitaremos a mencionar algunos al desgaire, como vayan saliendo, sin recurrir a hemerotecas, más bien lo que circula por el vulgo, lo más conocido y llamativo, porque lo destacado lo exhiben ellas a diario.
Estar en paro ya no define si se es pobre o no. En 2021 se acentuó el incremento de las personas pobres que están trabajando. El porcentaje de población en riesgo de pobreza subió del 21% al 21,7%, lo que significa que 10.285.517 millones de personas viven en pobreza, con ingresos inferiores a 9.535€ anuales.
Los desequilibrios y desigualdades nos acechan a cualquier hora con toda clase de modalidades; lo podemos apreciar en torno al enorme despliegue de posibilidades. Las informaciones noticiosas abundan en las diferentes actividades, emergen con gran generosidad; aunque también es del acervo común la escasa atención prestada a la calidad de los contenidos manejados.
En estos días se ven muchas poses orgullosas por parte de aquellos que presumen de ser los “salvadores” de nuestra humanidad, los padres de la patria o los defensores de occidente. Celebraciones con banderas de muchos colores y de todo tipo que conmemoran “avances conseguidos” en nuestra avanzada sociedad del siglo XXI.
Cada 8 de marzo se celebra el día de la mujer. A pesar de todas esas fechas y leyes favorables que hay para ella, el sexo mayoritario sigue siendo el más marginado. En cualquier momento van a haber más de 4 mil millones de damas en nuestro planeta, aunque nunca ninguna de ellas han liderado a las Naciones Unidas y a los principales ejércitos o a las mayores religiones del globo.
La organización Oxfam informó esta semana que los diez hombres más ricos del mundo duplicaron su riqueza durante la pandemia —de 700 mil millones a 1,5 billones de dólares—, mientras que los ingresos del 99% de la población mundial disminuyeron. La organización declaró al respecto: “Las crecientes desigualdades económicas, de género y raciales, así como la inequidad que existe entre países, están destrozando nuestro mundo”.
Los 10 individuos más ricos del mundo han duplicado su fortuna, que ha pasado de 700.000 millones de dólares a 1,5 billones de dólares, durante los dos años transcurridos desde el estallido de la pandemia, un periodo de tiempo en el que los ingresos del 99% de la humanidad han empeorado, empujando a la pobreza a más de 160 millones de personas. Así consta en el informe anual de Oxfam Intermón sobre desigualdad, titulado ‘Las desigualdades matan’.
Los ingresos del 10% más rico multiplica por seis los que obtiene la mitad de la humanidad. Y esta escandalosa cifra se multiplica hasta 38 veces cuando miramos la propiedad sobre la riqueza mundial. Mientras el selecto club del 10% más rico acumula el 76% de la riqueza global, casi toda, la mitad de la humanidad solo posee el 2%, es decir, casi nada.
La desigualdad que durante mucho tiempo alimentó la epidemia del sida aún existe y trae consecuencias funestas, particularmente para los pueblos del sur de África. La persistencia y los impactos enormemente desiguales de esta epidemia aún vigente sirven como advertencia frente a la incipiente circulación de la nueva variante ómicron del virus de la COVID-19 por el mundo.
Quizás tengamos que practicar más la entrega y no el apartarse como sucede, en ocasiones, con los perversos ambientes digitales. La inmersión en el mundo virtual nos ha dejado sin tiempo y, además, nos ha distanciado de esa mirada alentadora de la que andamos hambrientos, ante la falta de diálogo y de transparencia, las formas de doble vida y los fondos de crueldad dominantes.
En países ricos como Estados Unidos, donde más del 62% de la población objetivo ha recibido al menos una dosis de la vacuna, las tasas de nuevos casos de COVID-19 y las muertes por la enfermedad son las más bajas desde marzo de 2020 y continúan disminuyendo. Por el contrario, en los países más pobres del mundo, solo entre el 0,3% y el 0,9% de la población ha recibido una dosis de la vacuna y el virus se está propagando de forma descontrolada.
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