En realidad, el sistema económico con la simple ley del mercado es evidente que no produce el bienestar de toda la población de un país y tampoco el pleno empleo. El economista inglés Keynes insiste en esto de modo absolutamente coherente. Puede parecer contradictorio, pero el ahorro no incrementa el consumo, al contrario, lo reduce y es algo negativo, ya que si la gente no consume se reduce el nivel económico de la mayoría de la gente. Es preciso que circule el dinero de tal forma que se active el consumo y el funcionamiento del proceso productivo, algo que beneficia a todos.
En estos días, la vicepresidenta segunda del Gobierno español señora Yolanda Díaz, está animando a los empresarios para que suban los salarios o los ingresos de sus trabajadores, lo que haría circular más dinero para el consumo, algo beneficioso para infinidad de comercios y empresas de todo tipo en toda España, por ejemplo. También sería muy adecuado para el relanzamiento de la actividad turística, desde diversas perspectivas.
Es preciso reformar el capitalismo y establecer determinados controles, yaque la iniciativa individual no es suficiente, especialmente, si se trata de promover el interés de todos, en el ámbito económico. Es preciso luchar, de forma efectiva, contra las dos grandes lacras: la desigualdad económica y el desempleo.
También es cierto que en la sociedad digital, en la que estamos viviendo, las innovaciones constantes que están surgiendo pueden cambiar el panorama productivo, pero eso mismo precisa de un control estatal, para potenciar la igualdad.
En el futuro y me refiero a dentro de 20 o 30 años, o quizás antes, probablemente los robots automáticos que trabajen en plantas ultramodernas tendrán que cotizar cada uno por dos o tres operarios, para que el sistema social no colapse. El mundo laboral se transformará en los próximos lustros, lo que proporcionará una serie de posibilidades, que hagan real el deseo de semanas laborales de cuatro o tres días. Esto significará que la mitad del tiempo aproximadamente será de ocio y descanso. Se podrá mejorar la situación vital y las circunstancias de muchas personas, ya que como también dicen los expertos, en la nueva sociedad, que surgirá dentro de veinte o treinta años muchos trabajos desaparecerán, de modo inexorable, sin ser sustituidos por otros y la mitad de la gente quizás no trabajará nunca. Puede parecer un panorama apocalíptico, pero es lo contrario.
Se trata de que cada persona pueda desarrollar su talento de forma libre y sin preocupaciones por su subsistencia. Es un nuevo enfoque vital que coloca el desarrollo personal, en otra dimensión más creativa y placentera.
En este mismo año ya hay iniciativas o experiencias piloto para analizar la posibilidad de implantar las semanas laborales de cuatro días, con las horas de trabajo máximas establecidas legalmente, y los análisis de los resultados son esperanzadores. La productividad aumenta al descansar tres días a la semana. Se concentran los esfuerzos y esto causa mejor rendimiento.
Además, a esto hay que añadir que los individuos pueden cultivar sus aficiones más tiempo y de modo más libre, sin esperar necesariamente a los periodos vacacionales o a la jubilación. De esta manera, se gana tiempo al tiempo a la vez que se vive una vida laboral menos exigente y pesada. Es lo que se puede denominar la sociedad del ocio o del tiempo libre. Es otra forma de organizar el tiempo, con auténtica racionalidad.
El ideal es que todo el mundo trabaje en lo que más le apasione, pero esto no siempre es posible. Además, cualquier persona puede tener varias aficiones o pasiones que desea desarrollar en su propia vida y esto es difícil de compaginar con semanas maratonianas de trabajo.
Todo esto puede sonar a utópico o irrealizable, pero no sabemos lo que nos depara el futuro y este tipo de planteamientos o muy similares están siendo expuestos por diversos pensadores e ingenieros actuales, como, por ejemplo, Raymond Kurzweil.
Dentro de algo más de cien años o de varios siglos esto será perfectamente posible, si bien los que vivimos en el siglo XXI no llegaremos a verlo, pero los que estén viviendo en esa época futura, si podrán disfrutar de diversas formas de existencia durante vidas más largas que las actuales, por los avances espectaculares de la medicina. El enlentecimiento del envejecimiento, con el rejuvenecimiento celular avanzado, será una realidad, que aumentará notablemente la calidad de vida y también mucho la longevidad o el tiempo vital de cada persona.
Los gobiernos de los Estados deben impulsar el acceso a los bienes de consumo, con políticas intervencionistas para corregir las enormes desigualdades económicas, que siguen produciéndose en la actualidad.
Una noche de fiesta y alcohol, después de pelear a puñetazos con otros intelectuales como él, concretamente con Jason Epstein y George Plimpton, volvió a casa con un ojo amoratado, un labio hinchado y la camisa ensangrentada. Su segunda esposa, Adele Morales, le regañó. Él sacó una navaja con una hoja de seis centímetros y la apuñaló en el abdomen y en la espalda. Tuvo suerte de no morir.
Resulta sugestiva la emergencia de las religiones no teístas. No me refiero al budismo o al taoísmo, sino a esas otras creencias que proliferan en nuestros días. Ciertas teorías de la conspiración funcionan como religiones, pero, además, se van conformando otras, entre las que cabría destacar la denominada “ecolatría”, por utilizar el nombre que le dio Fernando Savater hace ya tres décadas.
La antipolítica ha encontrado su mayor triunfo: un apoliticismo político que encarna un rechazo consciente a la política tradicional. Y aquí es precisamente donde la paradoja se vuelve elocuente. La falta de propuestas, los escándalos recurrentes, la constante guerra entre bandos, empuja a un desinterés de la política con nombre y apellidos que desemboca en un afán antipolítico visceral, construido alrededor del rechazo.