La investigación en torno a los fenómenos migratorios ha sido amplia en estos últimos años, sobre todo a nivel internacional, abordada desde el plano económico, antropológico y sociológico. El interés sobre estos fenómenos se ha intensificado en los últimos años debido, en gran medida, al crecimiento experimentado en su volumen: según estimaciones de la ONU entre 1960 y el año 2022 el número de migraciones internacionales se ha duplicado, llegando a alcanzar una cifra de 190 millones de personas, el 3% de la población mundial.
Las mujeres suponen la mitad de la población migrada, calculándose un número aproximado de 98 millones de mujeres en 2022, también según datos de la ONU. Su peso sobre el total de esta población se ha incrementado en tres puntos en el periodo considerado: del 46,7% al 49,6%. Datos que representan más de la mitad en los movimientos procedentes de Europa, Oceanía y de la antigua Unión Soviética; en torno al 50% en los de América Latina, Caribe y América del Norte; y son minoría en los de África y Asia (Morrison, Schiff y Sjöblom, 2007).
Este hecho no sería relevante si, como en el resto de las facetas de ámbito público y privado, los movimientos migratorios no estuvieran mediados y fueran explicados por relaciones de género que rigen como principio de la organización social de forma universal en cualquier cultura.
Los roles, las relaciones de género y la desigualdad afectan al hecho de quiénes y por qué emigran, a cómo se toma la decisión de hacerlo, a las consecuencias sobre las propias personas migrantes, así como a los impactos en las comunidades de origen y de destino (Jolly y Reeves, 2005). El género, introducido en los modelos empíricos de investigación, se convierte de este modo en una variable relevante de cara a explicar las formas de la migración y sus resultados (Morrison, Schiff y Sjöblom, 2007).
Atendiendo a todo esto podemos afirmar que «el género es una variable estructural de primer orden que afecta a todos los procesos sociales y que organiza el conjunto del sistema socioeconómico» condicionando dinámicas, en el caso de las migraciones, a nivel micro (procesos individuales, de los hogares y de las mismas empresas), a nivel meso (funcionamiento de los mercados laborales) y a nivel macro (división internacional del trabajo) (Orozco, Paiewonsky y García, 2008).
Por lo que, los desplazamientos de las mujeres hacia el exterior responden, en muchos de los casos, a motivaciones de carácter económico pero que están vinculadas, a modo de «curriculum oculto», a otras de carácter más subjetivo relacionadas con la búsqueda de nuevos horizontes, salida frente a situaciones de violencia o conflictos de pareja, a alcanzar nuevas oportunidades o a lograr una mayor autonomía. En este sentido «no se puede afirmar, sin más, que todas las mujeres salen de su país para escapar de situaciones de pobreza y penurias materiales».
Por el contrario, se identifican en estos procesos modalidades diversas: mujeres que emigran para asegurar la subsistencia del grupo familiar, solteras que salen de sus países buscando una promoción personal,mujeres que siguen al marido en su proyecto migratorio, y jóvenes “segunda generación” que llegan a otros países para reunirse con familiares ya emigrados (Colectivo Ioé, 1998).
Según nos explica Danilo Campos Pereira, -En los últimos años la figura de las mujeres ha alcanzado gran envergadura en los movimientos migratorios, cualquier investigación relacionada con este fenómeno, tiene que afrontarse considerándose la perspectiva de género. Las causas de los proyectos migratorios femeninos cada vez más, no se fundamentan exclusivamente en suplementar la emigración masculina (reagruparse con su marido o pareja) y aparecen muchas mujeres que comienzan su empresa migratoria por su cuenta y de manera independiente.
Debido a mi vinculación laboral con el mundo de las migraciones he podido constatarque el colectivo femenino migrante tiene que desafiar una “discriminación heterogénea”: por ser mujer, migrante opertenecer a una etnia diferente a la habitual del país de acogida.
El empleo cobra vital importancia en la vida de las mujeres extranjeras y de forma generalizada las muestras de rechazo o discriminación están estrechamente relacionadas en el ámbito laboral. Actualmente, nos encontramos ante una tendencia en el mercado de trabajo y el ideario de la sociedad, a concentrar a las mujeres migrantes en sectores determinados de empleo haciéndose evidente que, las procedentes de América Central y del Sur, acaparan posiciones muy señaladas en los niveles inferiores de la escala laboral, con altos grados de concentración en las ramas de actividades relacionadas con el cuidado de personas y de labores del hogar.
Así, las mujeres procedentes de Europa del Este son más propensas a la sobre cualificación y tienen mayor presencia en los sectores asociados con la hostelería.
Las mujeres africanas (fundamentalmente procedentes del Magreb) o algunos países del Asia musulmana, se encuentran en primer lugar con la barrera idiomática y por el solo hecho de llevar su indumentaria característica, constituye un impedimento ante las opciones laborales, fundamentalmente las asociadas con el trato con público. Su mayor incorporación se concentra en trabajos en fábricas, pero en áreas donde existe una mayor concentración de mujeres y en actividades que en el imaginario social están asociadas a lo femenino, mientras que las mujeres subsaharianas suelen estar más vinculadas a las labores agrícolas.
Por lo tanto, Danilo afirma que, en líneas generales, el mercado laboral con relación a la mujer migrante escenifica una estratificación evidente en función del género y de la procedencia, por lo que son de vital importancia los estudios sobre esta población desde el punto de vista de género, haciéndose hincapié en la variable psicosocial, para que las administraciones y entidades sociales puedan diseñar líneas de intervención específicas con este colectivo.
|