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Te amaré sólo si lo mereces. Deberás hacer grandes esfuerzos para que no desconfíe, para al fin creerte amigo y ya quererte.
Entender la convivencia, simplemente, como forma de vivir pacíficamente en cualquier entorno social, puede que nos vaya acercando poco a poco a la indiferencia. Nos encontramos en una sociedad “Fórmula 1”, todo controlado desde los boxes. La capacidad de actuar con voluntad propia se ve limitada, por bien, dicen, de la comunidad. Esa es la mentira de nuestra sociedad.
Se constata y se hace cada vez más grave en el mundo la indecencia, el espíritu corrupto y la falta de conciencia, puesto que las condiciones en que se hallan un gran número de ciudadanos es cada vez más precaria, ofendiendo su dignidad innata y provocando multitud de conflictos. Una realidad injusta, a más no poder, que suele estar ahí, en cualquier esquina, tanto en Europa como en África, Asia y América.
Estamos contemplando tantos resbalones de políticos situados en la estructura gubernamental, resbalones de grupos politizados financiados, resbalones de ideólogos olvidadizos de lo que han predicado, que es extrañísimo que nadie se haya despeñado como cualquier montañero despistado.
Así como esos famosos, estoy convencido de que muchas de las personas que nos rodean son ejemplo de lo que hoy día se conoce como resiliencia, es decir, esa capacidad que tienen las personas para recuperarse ante la adversidad para continuar progresando, no obstante lo traumático que pueden resultar algunos pasajes de su vida. Mi amiga, la escritora marplatense, es una de ellas.
Son muchas, cada día más, las necesidades de los hombres y de los poblados. Para empezar, debe de preocuparnos todo lo que puede comprometer, que no es poco, la dignidad y la libertad de la persona humana. Frente a las deportaciones de pueblos atemorizados, a las numerosas vejaciones y a los mil enfrentamientos, que a diario se producen en todos los continentes, reivindico el camino del encuentro, a través del diálogo sincero.
La estimulación constante que produce el sistema capitalista en la sociedad de la satisfacción sin límites, está causando saturación y saciedad en las personas. No son capaces de disfrutar todo lo que podrían, ya que existen otras necesidades y acciones que es preciso atender. Lo expresa de forma muy clara Baudrillard al escribir que «La satisfacción inmediata supera con creces la capacidad de disfrute de un ser humano normal».
No es fácil gestar y cultivar entornos en los cuales la dignidad sea su cimiento, pero quienes lo han conseguido, sostienen que es clave para la libertad individual y colectiva, y pieza vital de la felicidad. La otredad emerge y está siempre presente en medio de este tipo de reflexiones, porque la dignidad solo puede ser aquilatada a la luz del “otro”, de los “otros”, es decir, del “nosotros”, del “ustedes”.
El mejor uso de los recursos disponibles, con las cualidades bien administradas es el bagaje para afrontar las acechanzas. La respuesta DIGNA exige el testimonio de unos comportamientos entroncados con la sociedad y con el mundo; sopesará la actitud negligente con la franqueza colaboradora; ahí radica su meollo.
Arrastramos el carácter menesteroso a través de los tiempos; cuando nos vemos boyantes, pronto nos acogotan las inquietudes, a sabiendas del invariable final. También en la actualidad acechan los augurios destemplados, a los que oponemos conductas arbitrarias, dejando a la razón y la responsabilidad en aparcamientos desvencijados. Contribuimos a la desorientación sin mirar con fundamento hacia los horizontes; padecemos una encerrona consentida.
La idea de dignidad es descubierta desde la filosofía y la religión. Gracias a ellas, si son usadas de modo adecuado, podemos ver encada ser humano algo que escapa a la observación científica: posee un valor que supera los límites del espacio y del tiempo, porque está destinado a lo eterno.
Aunque se dan pasos para la erradicación definitiva del mismo, el problema que presentan hoy los discapacitados, tanto físicos como psíquicos, creo que merece muchísima más atención por parte de la misma Administración y también por parte de quienes conformamos el resto de la colectividad.
Hay términos expresivos muy afectados por la flecha del tiempo, esa introductora de tantos sinsabores para los humanos. Echemos un vistazo a la FIDELIDAD, sus oscilaciones son patentes. Ya no sabemos si tiene razón de ser, si fue cosa del pasado o lo será del futuro. A las personas, este concepto no cesa de interrogarnos con descaro.
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