Hay términos expresivos muy afectados por la flecha del tiempo, esa introductora de tantos sinsabores para los humanos. Echemos un vistazo a la FIDELIDAD, sus oscilaciones son patentes. Ya no sabemos si tiene razón de ser, si fue cosa del pasado o lo será del futuro. A las personas, este concepto no cesa de interrogarnos con descaro.
¿Entendemos el sentido de esta palabra? Una vez asumida su presencia lingüística, ¿Fieles a qué? ¿Hasta cuando? ¿Sólo en determinadas circunstancias? ¿Cuáles? ¿Al servicio de que fines? ¿Conocemos las razones motivadoras de esta exigencia de fidelidades? Representan un abanico extenso de responsabilidades. Aunque, ¿Interesan estas consideraciones hoy en día?
El río se inicia en su manantial, desarrolla sus potencias en una adaptación constante a sus entornos; su curso termina con las aportaciones finales, sin haber cesado en sus intercambios. Ejerce su vitalismo fiel a sus condiciones. Los requerimientos del mar, las montañas, las llanuras, las reservas del subsuelo son otros asuntos aparte. En la vida social tienden a invertirse los términos de manera capciosa. Se configuran entidades desde fuera, para que sean asumidas por el individuo. Un estilo de fidelidades SERVICIALES hacia no se sabe qué beneficiarios, o quizá sí lo sabemos muy bien en la práctica. Las decisiones personales basada en las propias condiciones son insustituibles. Las apropiaciones extemporáneas son una intromisión.
Desanima lo suyo la comprobación cotidiana de la gran cantidad de gente dispuesta a pasar de refilón ante sus capacidades decisorias, a dejarse llevar por las corrientes ambientales del momento sin reflexionar sobre sus características. Tamaña INDOLENCIA impide desde su inicio las posibles revitalizaciones a base de nuevas participaciones. La pujanza de estas actitudes es notoria, pese a lo mucho comentado sobre como desvirtúan la vida social. En ellas se suplanta el seguimiento consciente por la práctica ciega a través de las proyecciones ajenas.
Desvirtúan a cada paso la convivencia. La manada gregaria no sustituye las aportaciones enriquecedoras de los implicados, supone una simplificación degradante.
J.M. Coetzee ilustra en sus escritos sobre la amplitud de este asunto. Recalca el VALOR individual para la elección de sus lealtades, nada menos que en aquella convulsa región sudafricana. Descendiente de colonos europeos (Afikáners), pero africano de nacimiento, lengua autóctona, lengua inglesa, negros, blancos, apartheid, etnias y marginaciones. Entre las variadas entidades, emergentes con pujantes agrupaciones, proliferaban los factores excluyentes; con un factor común agresivo demandante de sumisiones sectoriales. Son conocidas las extralimitaciones de aquellas conductas, con las prácticas reiteradas muy teñidas del carácter xenófobo, salpicadas de torturas y asesinatos.
Su respuesta personal no puede y no quiere cantar esas canciones domeñadas, ansiaba que a nadie se le llamara de nada por detalles accidentales. Describe el valor de la DECISIÓN propia entroncada con su proyecto existencial, la que sitúa su posición a base de una probidad reflexiva ante etnias, países, costumbres o tempestuosas algaradas masificadas. No es cuestión de inhibiciones ideológicas o políticas; su conmoción ante las manifiestas atrocidades del apartheid o las marginaciones promovidas por las agrupaciones sociales; son precismente impulsoras de su orientación superadora. Esa es su fidelidad, con los recursos propios, en su ubicación, con radical sinceridad.
Ubicados como estamos en este mundo, con los acompañamientos conocidos, parece elemental la denuncia de la insensatez flagrante de cualquier fidelidad que no se adapte a este mundo y a estos acompañamientos; sería como mirar con orejeras en una sola dirección. Esa mirada recortada nos alejaría de los asuntos importantes insertados en una realidad compleja. Empezando por el propio Yo, no existiría sin los numerosos Tú de cada momento. Estamos convocados a una de las primeras fidelidades a considerar, la del ENCUENTRO con el resto de los elementos. Es decir, estamos invitados a un proceso personal con la mirada tensa hacia el horizonte, con la presencia coherente de los implicados.
Abrumados por las dificultades naturales para la adquisición de los conocimientos, asaltados además por los falseamientos descarados o las denominadas postverdades enmascaradas, lo tenemos crudo. Tampoco ha desaparecido aquella figura griega del idiotés; esos idiotas viviendo de espaldas a sus responsabilidades como ciudadanos. Sin olvidar la confusión implícita en la frivolidad ambiental, un conjunto con visos de alienación permanente, quizá en una verdadera progresión alarmante. La inercia indolente, los rituales vacíos de contenido, los ídolos construídos con barro sucio, tienen que hacernos desviar la mirada hacia otros hábitos intelectivos adecuados para los enfrentamientos CRÍTICOS con esos dislates.
La adhesión a determinados criterios de actuación con decisiones audaces y coherentes es valorable en todas partes, en especial en zonas sometidas a comportamientos convulsos. Rilke, a través de su vida y sus obras, nos ofrece un claro ejemplo de dichos PLANTEAMIENTOS. En la Praga del siglo XIX, eran atosigantes las tradiciones culturales, checha, alemana, judía, con reivindicaciones constantes y apremios tendenciosos. Rilke “no jura ninguna bandera”, mientras desarrolla sus cualidades poéticas y como ciudadano enamorado de su patria. Su renuncia a los aires sectarios agudizados, no disminuye ni un ápice su participación entusiasta, involucrando su proyecto con la comunidad, alejado de las rinconadas abyectas.
Que ladinos somos, unos más que otros, a la hora de proclamar las ideas fijas, sobre todo para los demás; cayendo al final todos en la trampa. De esa manera, intentamos el encumbramiento de una idea concreta, una imagen, un concepto, como una estructura consolidada, para ajustarnos a ella en las actuaciones. Unas siglas, un partido político, un concepto abstracto (Dios, una verdad, un sentimiento); pueden ser objeto de esa figura fijada de antemano. Cuando esa configuración es falsa por su propia fijeza. Se forjó desde unas intenciones y se aplica con determinadas prácticas. Tampoco es posible percibirla sin atender a las diversas perspectivas. Son verdaderos PROCESOS, sólo valorables en su dinamismo de ramificaciones contradictorias.
Como colofón deducimos la exagerada atribución de dignidad a todos los humanos; por sus propias cualidades racionales podrá ser considerado cmo digno o indigno, según sus manifestaciones en la práctica. El ánimo de la persona CABAL no puede ser recortado de manera arbitraria, porque en su esencia reúne los condicionantes de su ser y naturaleza humanos. Si hacia los demás puede pergeñar cualqier tropelía, sobre sí mismo suprimir los esfuerzos para conocerse mejor en sus ámbitos correspondientes, o prescindir de las restantes realidades de su entorno; las decisiones que vaya a adoptar y sobre todo las actuaciones emprendidas, nacerán viciadas de antemano.
La dignidad exige caminos escogidos y caminantes cabales, no pasmarotes caprichosos. Pero eso sí, las opciones están abiertas.
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