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La concomitancia de sufrimiento y placer es un antagonismo —solo en apariencia—, que define bastante bien la peregrinación de incondicionales al festival de Sitges año tras año, en busca de una experiencia colectiva del "sufrimiento gozoso": una angustia bajo control capaz de proporcionar altas cotas de placer mediante catarsis, risa o el vívido reencuentro con la luz y la realidad conocida a la salida de la sala de cine. Algo tiene temer a oscuras que engancha y enciende.
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