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Jamás hay que pactar con los dislates, salgamos de ellos sin temor a equivocarnos. Lo importante radica en levantarse de las caídas, en dejarse de torturar, pero en tomar el camino correcto, utilizando la cátedra viviente para poder seguir adelante, recordando andares vividos, descifrando pasos y creciendo humanamente. Sabemos por experiencia que, únicamente quien sabe reconocer los desaciertos, se vuelve comprensivo y no hace de los caminos un tormento.
Lo que hoy es, mañana ya no es. Todo se mueve a un ritmo vertiginoso. En el mismo entorno, por el que nos movemos y cohabitamos, ocurre una permanente crónica de tensiones que provoca inestabilidad y situaciones impredecibles. Por si fuera poco el clima de despropósitos, también las contiendas absurdas se han intensificado, lo que dificulta la respuesta humanitaria inmediata.
El sustrato que busca formas de inserción eficaces dentro de la sociedad renovada a base de modernidad y post modernidad, como esperanza de su propia riqueza de futuro, entonces la raíz vuelve al tronco, y es cosa que está en la base u origen de algo, de la matriz de los frutos maduros y los que vendrán.
A la hora de prestar atención, las actitudes extremas son poco eficaces. Por abajo, ni siquiera se inicia el proceso, y por arriba, la excesiva intensidad se torna obsesiva, es acaparadora, y aturde. Por eso cuanto topamos con un gran relieve maravilloso, quedamos estupefactos, se agarrota nuestra capacidad de reacción.
Buenas noticias para un despertar ilusionante. Las Naciones Unidas acaban de adoptar en Nueva York un acuerdo que garantiza la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad en las zonas situadas fuera de las jurisdicciones nacionales, un amplísimo espacio que abarca más de dos tercios de los océanos del planeta.
El desánimo nos está dejando sin fuerza a buena parte de los humanos, que hace tiempo dejó de ser poesía, para ser poder que amortaja y divide. Ciertamente, vivimos en un período de confusión permanente del que tenemos que salir cuanto antes para tener continuidad como linaje. Para desgracia colectiva, la falsedad nos gobierna por todos los rincones.
Es curioso el contraste, entre la multitud de datos y referencias, se cita a numerosas personas por motivos muy diferentes; sin embargo, esa profusión nos deja confusos a la hora de calibrar la consistencia de la gente citada. El número de citaciones o la manera de hacerlas, suele contribuir más a la confusión que a perfilar la significancia como personas de los citados.
Los flujos migratorios son la locución de un fenómeno que nos desborda; y que, en demasiadas ocasiones, nos deja con el corazón oprimido. De entrada, cualquier ciudadano, debería ser libres de partir o de quedarse. Sin embargo, cada día son más las personas forzadas a abandonar sus domicilios.
Tenemos que aprender a reprendernos, saliendo de nosotros mismos para vernos en los demás, liberándonos de la esclavitud del egocentrismo, que es lo que verdaderamente nos deja herida la voluntad. Porque, no lo olvidemos, la salud mental no es una batalla privada, es una crisis pública; y, como tal, requiere de un esfuerzo colectivo.
Es real la identificación entre la filosofía y la religión. Si bien es indiscutible que las cuestiones que tratan ambos saberes son enfocadas de maneras diferentes, existen puntos en común, en relación con las conductas y las actitudes ante la vida y la realidad. La filosofía se fundamenta en la argumentación racional, la lógica y el análisis crítico, en cambio en la religión lo prioritario es la fe o la confianza en la divinidad.
El dinero no resuelve nada de manera absoluta. Necesitamos de otro brío asistencial. Por desgracia, nos hemos acostumbrado a reducirlo todo a un simple proceso mercantil que, además, suele dejarnos sin alma. Hay que centrarse mucho más en las personas antes que en las cosas, ponerse a cultivar la cercanía y el abrazo para mantener la concordia.
Hoy quisiéramos invitar a nuestros lectores a adentrarnos en las oscuras profundidades de uno de los sentimientos más catastróficos que puede tener un ser humano: el remordimiento. No es casual que tomemos el poema de Borges como referencia literaria y filosófica para tratar de comprender un concepto que atraviesa la existencia de todo mortal que se ha dignado a intentar pensar.
En este mundo plagado de plataformas digitales, a las que hemos de sumar la avalancha de medios diversos, resulta que estamos colapsados y más desinformados que nunca. Para empezar, coincidirán conmigo que hemos perdido la orientación, el propio sentido común y hasta nuestro conveniente espacio temporal para consultar con la almohada.
En el libro de Markus Gabriel El ser humano como animal se tratan numerosas cuestiones referidas a la naturaleza y a la condición humana de nuestro presente. Una de las más importantes, sin duda, es la del sentido de la vida. Es evidente, según plantea la ciencia, que la vida del ser humano en la tierra y la duración del sistema solar y el universo es limitada en el tiempo.
Pureza es un vocablo que, al margen de su denotación, acopia connotaciones varias. Se define, en general, por oposición a sus opuestos, es decir, a las diferentes manifestaciones de la inmundicia, la contaminación y demás mugres, que, por otra parte, pueden referirse no solo a lo físico y palpable, sino asimismo a la dimensión espiritual, en el sentido de pecado, maldad o desviación moral.
Por fas o por las tribulaciones acechantes de una manera denodada, por el carácter pusilánime acentuado con cada frustración o por las poco atinadas propuestas vitales emprendidas; escuchamos esa frase tan manida de no encontrarle sentido a la vida. Dicha expresión denota una situación lamentable de por sí, pero especialmente dolorosa si prestamos atención a los sufrimientos que la acompañan.
Debemos tenerlo claro, nada se domina y todo se labra. El amor es el mejor de los laboreos. En un mundo cada día más ruidoso, urge acogerse y recogerse interiormente para cultivar el silencio y poder llenarse de savia, no de violencia; que la vida es para conservarla con mirada radiante y conversarla con abecedarios comprensivos y lenguajes entendibles.
Frente a la variada oferta electoral, recuerdo a Umberto Eco, quien aseguraba haber “llegado a creer que el mundo entero es un enigma, un enigma inofensivo que se vuelve terrible por nuestro loco intento de interpretarlo como si tuviera una verdad subyacente”. Así es. Desde que los homínidos que somos nos forjamos como individuos para hacernos humanos, la indagación se convirtió en elemento fundamental de nuestra idiosincrasia.
En época tan movidita como la actual, no vamos a negar los magníficos adelantos conseguidos; al tiempo, es patente y nos inquieta la proliferación simultánea de irresponsabilidades sin parangón. Incluso aquellos logros de buen ver, se desvirtúan por una serie de prácticas intempestivas.
La indiferencia ante la multitud de tensiones y conflictos nos deja sin palabras. Hay que renovarse, salir de esta situación paradójica, para entrar con otra orientación de confianza mutua y amor fraterno. Ciertamente, todo parte de un corazón sano, dispuesto a tender puentes en un mundo dividido.
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