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La sequedad mental, no es el paso previo a la indiferencia. La anulación del individuo, SÍ que es el "canal" necesario para la aparición de la "indiferencia", como Pandemia Social.
Execrable y perversa la sociedad la que asesina a los no nacidos y manda a la muerte a los mayores. En España se han aprobado dos leyes cada cual más más perniciosa y dañina: La ley del aborto y la de la eutanasia.
Me pongo a escribir este artículo el 26 de abril fiesta de San Isidoro de Sevilla que vivió tiempos complicados (556-636) época de transición entre la decadencia del mundo romano y el asentamiento en España del pueblo visigodo y sus problemas religiosos: arrianismo y catolicismo.
Puede que en alguna de estas pesadillas que nos amargan los sueños durante la noche hubiéramos podido sentir una angustia semejante, es posible que durante el transcurso de nuestra existencia hayamos tenido momentos en los que hayamos pensado que el Mundo se nos venía encima.
El sentido se ha convertido en un ente evanescente, no logramos captarlo, menos aún comprenderlo. Esa pérdida afecta directamente a las relaciones de las personas. Las múltiples manifestaciones no consiguen atenazar esos significados; antes bien, contribuyen a diluirlos, con el consiguiente DESCONCIERTO general. Ni palabras, ni gestos, ni comportamientos, parecen enfocados a su esclarecimiento; la acumulación de expresiones es apabullante, pero confusa.
Creo que el retrato que dejarán, muchos de ustedes, para la posteridad, estará muy lejos de hacer recordar, a las futuras generaciones, las virtudes más importantes que todo personaje público, “apoderado del pueblo”, debe llevar consigo.
Crecen los agnósticos, está de moda. Hoy, cuando uno piensa, se resquebraja el espejo. Las cosas ya no son lo que parecían. La moda es creerse “autosuficiente”: Yo soy YO y mi pequeño mundo.
El año pasado recibí una invitación un tanto desusada: el compromiso de rezar por un político. Contesté que lo haría y di el nombre del político que elegí. He tratado todos los días de incluir a tal persona en mis oraciones.
Nunca es tarde para tomar conciencia colectiva sobre este proceder viviente que se debe fraguar en cada uno de nosotros. Precisamente, una de las grandes paradojas de nuestra época es, que, de hecho las prácticas discriminatorias nos están dejando sin corazón, además de observar cada día a más gente oprimida en condiciones de vida inhumana, y sin apenas libertad, para cuando menos iniciar el vuelo hacia otros territorios más solidarios.
Hoy no hace falta encamarse con la mujer del prójimo para cometer adulterio. Jesús va más allá del contacto sexual para cometerlo, cuando dice: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5: 27, 28).
¿Qué es lo que más nos interesa? La respuesta que es muy probable que den muchas personas es: La corrupción política, la falta de moral, la injusticia, la mentira disfrazada de posverdad, el más allá, la felicidad, el sentido de la vida, el estrés laboral, la violencia en general…
No resulta sencillo dar pábulo, así como así y por las buenas, a un titular de supina extravagancia como el que subtitula estas líneas, máxime aun cuando la tribuna desde la cual su original ve la luz por vez primera resulta ser, cómo no, Internet.
El universo de las contrariedades continúa habitando en todos nosotros, así como las incertidumbres que también nos dificultan a la hora de abrir caminos coherentes, lo que facilita un deterioro humanístico, con graves daños en el plano psicológico y también espiritual. Ante estas situaciones, no podemos olvidar que la persona en su integridad, es lo primordial, y lo verdaderamente digno de salvaguardar.
Recuerdo que a mediados del pasado siglo un cantante argentino, Alberto Castillo, cantaba un vals de mucho éxito: Todos queremos más, el que tiene un peso quiere tener dos, el que tiene cinco quiere tener diez, el que tiene veinte busca los cuarenta, el de los cincuenta quiere tener cien.
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