El sentido se ha convertido en un ente evanescente, no logramos captarlo, menos aún comprenderlo. Esa pérdida afecta directamente a las relaciones de las personas. Las múltiples manifestaciones no consiguen atenazar esos significados; antes bien, contribuyen a diluirlos, con el consiguiente DESCONCIERTO general. Ni palabras, ni gestos, ni comportamientos, parecen enfocados a su esclarecimiento; la acumulación de expresiones es apabullante, pero confusa.
Saturados de tanta maniobra improductiva de cara al entendimiento y la armonía social, cansados de escuchar proclamas vacías, de observar el progreso de las actitudes indolentes; soñamos con mejores empeños. En vez de seguir con esa parafernalia, cobra un interés notorio la exploración del PESO del SILENCIO acalladas las voces estentóreas, detenidos en la intimidad. En esa amplia bóveda silenciosa se perciben con mayor claridad las vicisitudes. Las respuestas posteriores a dicha percepción ya discurren por otras ramificaciones e implican a diferentes áreas comunitarias.
Observamos los hechos cotidianos como frutos desprendidos de árboles desconocidos; nos gustan o no, pero ni la consistencia de su nombre desentrañamos. Entretenidos con la anécdota de cada ocasión, con la gran variedad circundante de las mismas; apenas alcanzamos al recuento de algunas; no planteamos disposiciones para mayores investigaciones. Con esa ligereza de procedimiento quedamos muy alejados de las condiciones subyacentes. Esas actitudes abocan hacia las carencias e imposibilitan la COMPRENSIÓN integral de lo acontecido, devienen en acciones impulsivas, sino a ciegas, sí tolerantes, satisfechos e incluso promotores de esa cómoda evolución insensata.
Por supuesto, cada aventura para enfrentarnos a las circunstancias ambientales, para enlazarlas con las vivencias propias; entrañan una continuada labor personal, aunque hayamos de contar con las influencias exógenas. De por sí, ofrecerá diferencias claras con el paso del tiempo, de los inicios a la maduración del sujeto se multiplican las modificaciones. Las inquietudes individuales van dando forma a las actitudes en forma de CRITERIOS imprescindibles para tomar conciencia adecuada de la existencia. Excluyen las interpretaciones arbitrarias porque están imbricados en el análisis de los eventos. Sobre todo se echan de menos cuando aparece la desorientación en la toma de decisiones.
Es asombroso, vaya si nos damos cuenta de lo que pasa, protestamos airados con frecuencia y sufrimos casi siempre los inconvenientes; sin embargo, acudimos presurosos al rebufo de cualquiera de los ismos predominantes, incluso complacidos, renunciando a las aportaciones particulares. De tal modo, pierden viveza las reivindicaciones propias, sometidas a las adsorbentes directrices de esos ismos, siempre dirigidos por algún agente encumbrado con sus programas, utilizando a los gregarios como acompañamiento. Así, a la mencionada ausencia de los grandes conceptos se suma la DESAPARICIÓN del ente individual en general. Una tolerancia absurda en pleno funcionamiento.
A lo dicho vienen a sumarse como agravantes 5 cuñas diabólicas: Comienzan con el disfraz del SEPARATISMO tendencioso; no nos engañemos, detrás de cada cuña actúa gente con intenciones solapadas. Sobre todo se sirven de dos sectores. Agazapados en algún rasgo biológico diferente, suelen prescindir del grueso de características comunes, con el ánimo decidido de situarse en posiciones dominantes. En el campo ideológico siguen la misma estrategia con sus ideas elegidas. La clave radica en el carácter divergente de sus procedimientos. Se establece así una suerte de direcciones contrarias como método; aunque la misma variedad biológica o de pensamiento contradiga sus polarizaciones.
En la sociedad, las actuaciones repercuten en la existencia de las personas y de las agrupaciones funcionales. La diversa participación de los individuos genera una serie de conexiones cuya importancia diferirá según los efectos provocados. Tratándose de sujetos pensantes, entra en juego la responsabilidad ineludible de sus actos, sin dejar de lado la deriva de sus omisiones. En esto surge otro disfraz como cuña perversa, la del silencio CÓMPLICE como una necia canalización de sus consecuencias. Por denuncias omitidas, apoyos a las maldades o falseamiento del panorama social. Las corrupciones, la violencia terrorista, las maldades en general, están plagadas de estas complicidades circundantes.
El siguiente duende perverso lo llevamos todos dentro, como lo dejemos libre perturbará la armonía deseable. Podemos definirlo como el egoísmo, el ORGULLO, transformador de todo lo ajeno como intrascendente; con la consiguiente posición intransigente de su potencial. Lo que ocurra más allá de su pedestal carece para ellos de importancia. Su poder desequilibrante se introduce por cualquier resquicio, en ámbitos familiares, comunidades de vecinos, sectores empresariales, de gestión pública, política, sin librarse nadie de sus posibles efectos. Su notable evidencia no es óbice para su enorme profusión como un ente constituyente de lo más activo en el engranaje comunitario.
Si de algo debiera servirnos la experiencia, uno pensaría en la manera de captar las mejores condiciones vitales para corregir en lo posible las actuaciones inconvenientes. Ante las dispersas tendencias de los humanos, se impone una cierta atención dedicada a su regulación, la coexistencia requiere de ese esmero adaptativo. Por eso restalla como un auténtico latigazo esa IDIOTEZ moral incapaz de entrar en valoraciones cualitativas de los procedimientos emprendidos y de los proyectos, para disponernos a las actuaciones coherentes. Sin esos criterios distintivos no podrá extrañarnos la reiteración de los conflictos, su contumacia en los ambientes actuales alcanza extremos impensables.
Como un colofón lamentable, la ausencia de consideraciones atenuantes favorece la mayor tensión en las relaciones. La crispación deviene en una serie de VIOLENCIAS, si no estructurales, al menos sí son liberadas a su plena consistencia. No será necesario insistir demasiado en las maneras de ejercer auténticas presiones psíquicas, sometimientos intolerables, pasando al extremos de las agresiones físicas. La estimación de la penetración de esta cuña habrá de ser definida especialmente por las víctimas; pues los disfraces de los ejecutores elaboran los comentarios bajo acepciones muy diferentes, con gran desfachatez, hasta llegarían a considerarlas como acciones convenientes.
Vuelvo a la apreciación de cuanto pesa el silencio al darnos cuenta de cómo estamos, su elocuencia es patente. Aunque del mismo modo comprobamos su insuficiencia; la percepción, si sólo queda en eso, no resuelve nada. El detenimiento en esa fase, por incapacidad o por negligencia, puede convertirse en una nueva ARISTA maliciosa, mientras la tarea continúa pendiente.
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