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La presidenta de la Comunidad de Madrid debe ser quien presida el Partido Popular en esa. No se entendería lo contrario, como no lo entienden el presidente gallego, Cristina Cifuentes o Esperanza Aguirre. Díaz Ayuso ha salvado al partido de la abulia, la desgana y el encefalograma plano. Es por ello por lo que la nueva torpeza de Pablo Casado, muy mal asesorado por Teo García Egea como principal actor de la crisis, no ha gustado nada a sus afiliados, simpatizantes y votantes.
Todos los presidentes desde Manuel Fraga a Mariano Rajoy, pasando por Antonio Hernández Mancha y José María Aznar encierran una densa historia de la vida del Partido Popular. Muchos hemos sido los que hemos tenido el privilegio de recorrer la apasionante etapa de la transición política bajo el liderazgo y dirección de todos ellos.
Resulta poco creíble que este señor, que tuvo su oportunidad en junio del 2018, pretenda ahora comer a dos carrillos, haciendo de presidente de Galicia y, a la vez, pretenda que en Génova se sigan sus modos y maneras que, evidentemente, resulta que no coinciden con la gran mayoría de simpatizantes del partido.
Cada día estoy más convencido de que el presidente del PP tiene que mover ficha aprovechando el desconcierto inicial de las ocho caras nuevas del Gobierno. Debe hacerlo con contundencia y sentido común porque no estamos para fuegos de artificio. Ha de tener en cuenta que no es suyo el éxito del varapalo del Tribunal Constitucional por el estado de alarma, porque el Partido Popular avaló las tres primeras prórrogas. Y eso se lo pueden echar en cara en cualquier momento.
La torpeza del presidente del Partido Popular no le permite entender que estamos en la antesala de conseguir el referéndum para Cataluña y cuadrarlo con la necesidad de mantener el colchón en Moncloa. Pero tanto el presidente Sánchez como Aragonés anhelan jugar en casa o con el árbitro a favor.
En algunos casos la megalomanía, la sobrevaloración de determinadas circunstancias favorables, el convencimiento de que unas políticas determinadas, que pudieran ser válidas en una determinada región o circunscripción electoral, por simple extrapolación, pudieran ser igualmente efectivas en otras regiones o, incluso, en toda una nación, hacen que algunos partidos políticos fracasen.
A nivel nacional, lo que importa ahora, en plena crisis sanitaria, social y económica, siquiera sea como recambio al gobierno de coalición PSOE-UP y el desastre que se avecina, es la derecha nacional que hoy encarna el PP que preside Pablo Casado y dirige como Secretario General Teodoro García Egea. Este PP nació como consecuencia del cese de Mariano Rajoy como presidente del partido.
Entre los valores que atribuimos a los héroes están los de la perseverancia y la paciencia. Y de eso carece este nuevo PP. Necesita una refundación y un líder con experiencia y fundamento. Esas cualidades las tiene, por ejemplo, el presidente gallego.
El Tardofranquismo sería un anacronismo político que bebería de las fuentes del centralismo jacobino francés y del paternalismo de las dictaduras blandas y que incluirá en su cartografía la llamada “Doctrina Aznar” que tendría como ejes principales “la culminación de la“derrota institucional de ETA para impedir que el terrorismo encuentre en sus socios políticos el oxígeno que le permita sobrevivir a su derrota operativa” y el mantenimiento de la “unidad indisoluble de España “, lo que se tradujo en la prohibición por el Gobierno de Rajoy de la celebración del “referéndum del 1-O” en Catalunya y el posterior exilio y entrada en prisión de Puigdemont y sus Consellers.
Es un hecho que Pablo Casado y los suyos desprecian a quien los votó; se olvidan de su electorado, más aún del de la Comunidad de Madrid; creen tenerlo todo hecho; se ven ganadores por la corrupción de los componentes del Gobierno y creen tener la confianza ciudadana por aquello de “nosotros o el caos”
Los que ayer vivimos bajo la cruel amenaza del terrorismo y sufrimos el terrible zarpazo de su mano asesina hemos de aceptar que, ni siquiera en el territorio donde se gestó, su recuerdo e invocación produce ya ningún efecto de reclamo electoral. La educación de nuevas generaciones en el olvido o incluso la justificación de esa violencia criminal hace indiferente su memoria.
Pablo Casado ha cambiado de “caballo” a mitad de carrera y eso puede costarle disgustos. Se ha tenido que tragar el sapo de las baronías y se ha cargado el impulso que suponía Cayetana. El presidente del partido ha dejado con un palmo de narices a sus votantes y seguidores. Ya se había convertido la portavoz en la nueva joya de la corona ‘pepera’. Ha demostrado en el Congreso que es capaz de envolver con su verbo y con su claro pensamiento a tirios y troyanos.
Cuando se anteponen los intereses políticos particulares a la salud del común de la ciudadanía se está ante un Gobierno irresponsable, mediocre y amortizado. Se puso por delante de todo la manifestación del 8M y solo ha traído despreciables consecuencias. Había que contentar a quienes viven de las subvenciones al feminismo adulterado.
El Partido Popular (PP) llegó a ser muy importante tanto en Europa como en la hispanidad. Era el modelo de una fuerza que heredaba gran parte de la anterior infraestructura de una longeva dictadura (las 4 décadas de franquismo) pero que experimentaba una suerte de modernización y democratización. Además, era el hogar que unía a la mayor parte de las corrientes de la derecha españolista, en la cual es muy fuerte el nacionalismo católico y el conservadurismo social.
Rajoy hizo estas declaraciones en la Convención Nacional que los populares celebran este fin de semana en Madrid, donde participó en un coloquio con jóvenes de Nuevas Generaciones, en el que respondió a las preguntas de los militantes.
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