El Partido Popular sigue dando palos de ciego. Mariano Rajoy no supo parar los pies al socialismo y aquí llegamos. Ni siquiera supo ver que tenía que convocar elecciones cuando Pedro Sánchez presentó su dimisión en el Parlamento. Tampoco supo ver aquellas trampas de Ferraz donde los acólitos del hoy presidente llenaban las urnas de papeletas para hacer el cambiazo; algo así como llevar el examen hecho de casa para poder cambiar el folio en clase.
Si a eso añadimos el balonazo por la espalda a Cayetana Álvarez de Toledo, entonces sí que estamos en un circo con muy malos payasos y peores equilibristas. De momento, tan solo Álvarez de Toledo y Ana Belén Vázquez (PPdeG) han hecho agachar la cerviz al socialcomunismo, denunciando sus corrupciones, sectarismo, latrocinio, incluso su desprecio a la ciudadanía. A todas esas gamberradas del Partido Popular también puede añadirse el abandono de los líderes populares a la ‘joya de la corona’ madrileña, la ínclita Isabel Díaz Ayuso.
¿A qué viene todo esto? Pues viene a cuento porque el partido de la “derechita cobarde” no inspira confianza a nadie. Parecen manipulados por la izquierda rutinaria, mentirosa y falsificada. Han conseguido dar como buenas todas las medidas del socialismo más torpe, estrafalario e impertinente. Es muy difícil saber hacia dónde va el Partido Popular, pues ni siquiera sabe apoyar la lucha encarnizada de Díaz Ayuso contra el ‘artista’ de La Moncloa. Tanto socialista como populares miran por ellos y desprecian los intereses de los demás. Esto último me hace recordar aquel trabajo tan intenso de los alcaldes y concejales del PP que se vio arruinado por la permanente y diabólica corrupción de los de arriba: es lo mismo que le puede suceder a Díaz Ayuso que no recibe el apoyo y aliento de Pablo Casado por simple cobardía y complejo.
A todo esto, vemos que Ignacio Aguado se relame ya como sustituto de Isabel Díaz Ayuso. Hace tiempo que juega a poner zancadillas, palos en las ruedas y “veneno” en el pesebre de los caballos cual guerra de guerrillas. Mientras miro a Ignacio Aguado, los veo trabajando todos a una para empujar a la ‘joya de la corona’ madrileña: socialistas, comunistas, veletas de Arrimadas, populares del torpe Casado y ‘mojicones’ del “marqués” de Galapagar. Aquí sí que van todos en busca de votos aunque todas las encuestas dicen que con Isabel Díaz Ayuso se dispara hacia arriba el Partido Popular --lo mismo que con Almeida-- pero sin ellos la derecha tiene menos empuje que Inés Arrimadas en Cataluña tras la traición fraguada. Sea como fuere, los madrileños no pueden consentir que Aguado se vista en los despachos de la traición.
Cada día estoy más convencido de que Díaz Ayuso se tiene que poner en su sitio, tirar a Casado de las orejas y llamar al pan, pan. En eso lleva ventaja porque nunca ha demostrado estar en la línea de la “derechita cobarde”, la dejadez ‘mariana’ y la corrupción genovesa. Si quiere hundir a Aguado no tiene más que convocar elecciones anticipadas, pero seguiría con enemigos en todos los flancos madrileños. Y si decide no presentarse podría matar varios pájaros de un tiro: fracasaría su organización política en Madrid y pondría la primera piedra de la desaparición absoluta de la banda de Arrimadas. No me atrevo a decir que la ‘coronación’ de Ayuso se pueda contar con los dedos de una mano, pero tampoco apuesto a que llegue a final de legislatura como presidenta de Madrid.
El Partido Popular precisa con urgencia una travesía del desierto porque es la formación que con más facilidad se deshace de quien vale y más aguanta a caraduras y morrones. Es un especialista en quemar ‘mirlos blancos’ después de haberlos utilizado a su antojo; eso sí, lo hace tan sigilosamente que parece que los homenajea: me recuerda a los terroristas de allí arriba con sus expresidiarios. El Partido Popular parece inclinarse por los veletas de Arrimadas y ya ha dejado tirada a la presidenta de Madrid en varias ocasiones.
Ni la ciudadanía madrileña ni quienes vemos la película desde fuera observamos otra cuestión que no sea el abandono atropellado e insensato del Partido Popular. Ese desamparo a Díaz Ayuso pasará una factura difícil de asumir. Con ella, ganan y sin ella, se estrellan. Tangamos presente que el alcalde, Almeida, está ahora entre dos fuegos, pero no le creo capaz de ‘abofetear’ políticamente a Isabel: solo los miserables desprecian a los suyos. Deben recordar Casado y su gente que “muchos hombres, como los niños, quieren una cosa pero no sus consecuencias”, en palabras de Ortega y Gasset. ¡Él verá hasta dónde quiere llegar!
Es un hecho que Pablo Casado y los suyos desprecian a quien los votó; se olvidan de su electorado, más aún del de la Comunidad de Madrid; creen tenerlo todo hecho; se ven ganadores por la corrupción de los componentes del Gobierno y creen tener la confianza ciudadana por aquello de “nosotros o el caos”, pero están alejados de la realidad y falla la estrategia que marca Génova, si es que marca alguna. Los tiempos han cambiado y la diversificación del voto también.
No me olvido de los socialistas. A estos les va a pasar un tanto de lo mismo porque la ciudadanía madrileña no les va a consentir que hayan destrozado su economía, aumentado el paro madrileño en doscientas mil personas, cerrado tres mil empresas y ahogado a doce mil autónomos. Han secuestrado la economía cuando no era necesario: Cataluña no precisaba esa lección contra Madrid y Salvador Illa tampoco requería de tal barrabasada para ser candidato socialista en aquella ruinosa “republiqueta”. Hoy ya se los tiene por culpables de la ruina, destrozo y agonía de Madrid. Veremos si esta vez es Vox quien recoge las nueces mientras los demás partidos se destrozan librando inútiles batallas.
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