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La juventud piensa que su realidad es su felicidad pero la verdad es que la realidad son las conquistas personales a través de las inquietudes y de las preguntas que, nacidas de la duda, convertirán su realidad en felicidad evolutiva. La conformidad o aceptación, sin libertad de decisión es acogerse a un camino, siempre guiado por manos ajenas (sin dudas ni preguntas).
Lo peor es querer olvidar por desprecio, por acuerdos políticos y porque, para algunos, las personas en las nuevas sociedades son utensilios de usar y tirar. Una sociedad con memoria podrida, sólo recuerda lo que interesa a sus gobernantes. Creo que nuestro pasado es el presente para muchos. Si olvidamos la historia, el presente es frío, sin sentimientos, indiferente... Así no merece la pena vivir
La situación de nuestro país no ha cambiado, incluso ha empeorado, y hay empeñados en ir haciendo desaparecer nuestra historia, nuestra memoria. Recordar una de nuestras mejores historias cada cien años, máxime cuando los niños no la conocen en la escuela, me parece fatal. Menos mal que hasta ahora en Granada celebramos el dos de enero de cada año el día de la toma, aunque cada vez con más contradictores.
La vida no es más que una senda que nos toca recorrer. Nunca sabes qué te vas a encontrar al pasar un recodo. Te encuentras entre bosques intrincados y llanuras abiertas. Tú sabes bien adonde vas. Pero no sabes si llegarás, o si la vida te marcará otro destino. Lo importante es caminar, sin mirar atrás, olvidándote del pasado, viviendo el presente y dejando el futuro en las manos de Dios.
Ayer, hoy, pasado, de nuestra última caricia, de nuestra última conversación muerta. Ayer, hoy, pasado, de nuestro viejo diario, hoy candado roto oxidado.
La imagen que se me aparece de un tiempo a esta parte, cuando se marcha una parte de la cultura popular que he mamado desde que tengo uso de razón, es la de un par de tramoyistas que aparecen por el escenario para llevarse algo de él. Dos maniquís, un bafle, un perchero, un póster dedicado, no importa muy bien lo que sea. El hueco que queda es como el de cualquier cosa que no valoramos demasiado mientras creemos que está en su sitio.
En el pasado hay carga de futuro, es decir, hay pasajes de vida que en su momento pasaron desapercibidos, pero que bajo el tamiz de la visión que se tenga en el presente, cobra una dimensión que esclarece nuestro futuro y adquirimos otra visión de nuestra vida en su conjunto.
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