La imagen que se me aparece de un tiempo a esta parte, cuando se marcha una parte de la cultura popular que he mamado desde que tengo uso de razón, es la de un par de tramoyistas que aparecen por el escenario para llevarse algo de él. Dos maniquís, un bafle, un perchero, un póster dedicado, no importa muy bien lo que sea. El hueco que queda es como el de cualquier cosa que no valoramos demasiado mientras creemos que está en su sitio.
Me quedo tan ensimismado echando estas cosas de menos, que no termino de ver cómo otros dos tipos más jóvenes van depositando mientras tanto nuevo atrezo para que otros lo vivan, lo integren y dentro de un tiempo, finalmente, lo echen igualmente de menos.
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