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Ella sabe que difícilmente llegará a tiempo. Son casi seis menos veinte y, si el tráfico vehicular no presenta ningún inconveniente, arribará a su destino veinticinco minutos después de la hora acordada. Sabe que por más desesperación que le invada, ésta no cambiará la velocidad del microbús que a duras penas le brindó pocos centímetros de uno de los estribos traseros.
El rumor golpeó con fuerza la vivienda de José. Se levantó de inmediato y abrió la puerta. Se trataba de un muchacho huele pega de las inmediaciones de la estación del ferrocarril.
La primera historia, y la más importante para mí, es la del reverendo Juan Huguet y Cardona, sacerdote del pueblo menorquín de Ferrerías asesinado en la guerra civil española por Pedro Marqués, brigada del ejército republicano. Tenía 24 años y llevaba solo un mes en esa parroquia.
La fresca y pimpante criatura uniose en matrimonio a Feliciatti tres largos años antes de prendarse de Valentina. Con él tuvo gemelos robustos. Dejose destinar para Feliciatti por su padre, a quien también su esposa había sido destinada por el suegro. De blanco frente al altar, con todos los permisos y plácemes familiares recibidos, sociales y religiosos otorgados, regodeose por vez primera imaginándose a solas con Feliciatti.
Al principio del proceso de gestación, le ocasionaba inconvenientes diversos a su mamá, tenues y vulgares. El parto fue normal, y en la cama matrimonial de sus papis: borroso don Lacio, ya un provecto, y Catalina. A Andresito lo antecedieron Gustavito, luego el robusto adolescente Gustavo, y Luisita, recibida precozmente de ingeniera civil y con promedio distinguido.
Siempre fui egocéntrica, y vanidosa. Odiaba tener que sacrificar horas de mi vida para oír a la gente. Me amparé en la excusa de que era tímida. Y me compraba libros porque en ese caso yo elegía qué quería saber y por qué destino ir.
Alice Munro, escritora canadiense (Wingham, Canadá, 1931) que recibió el Premio Nobel de Literatura de 2013, es autora de este libro, su primera colección de relatos publicada en 1968, cuyo tema principal gira alrededor de la figura femenina, aunque vista desde diferentes ángulos. Esta obra cuando fue publicada en 1968; obtuvo el Governor’s General Award for Fiction.
“...me acerco, casi en el cruce con Maipú, y digo que me gustaría saber si tengo alguna chance. Suspende la mirada mientras me oye. Se detiene toda. Transido parpadeo ante la aparición incuestionable de súbita trompita. Gira la cabeza hacia mí. Comienza a pesquisarme desde la barbilla..."
En primer lugar, me prendé de la portada de ‘Herencias de invierno. Cuentos de Navidad’ (Páginas de Espuma); después, de los relatos y la prosa de su autor, Pablo Andrés Escapa (Villaseca de Laciana, León, 1964). Más tarde comprendí que tenía entre mis manos un singular libro de cuentos. Son relatos excelentes en esencia, bellos, aptos para ser leídos a lo largo de los doce meses del año, sazonados con una justa dosis de inocencia.
Hace 41 años sucedió. En parte les voy a relatar detalles de mi estadía en el hospital en el año 1982. Al discurrir estos breves datos podrán descodificar a su (s) mejores estilos lo pertinente. La mente me orientó, me exigió, me condujo para que no quede en el olvido semejantes realidades, a hacer un recorrido desde cuando fui internado en el hospital de la capital de Managua-Nicaragua, en el año 1982 el 19 de octubre.
Esta breve historia, como muchas que les he relatado, son un o mi libro abierto. Para mí es un nuevo comienzo en el tiempo, y quizás, es parte del futuro de las nuevas generaciones. Habrán momentos, en el desplazamiento de su (s) lectura, que el lector tendrá que hacerse algunas imaginaciones.
Un ladrón de guante blanco, un inspector de policía que no logra capturarlo. Dos mujeres con sed de venganza, ¿lograrán lo que lleva intentando durante años el inspector Bown, atrapar al Gato Negro? 1891, una mujer que tiene la valentía de seguir sus sueños a pesar de la oposición de su familia. Una chef que por su ego lo pierde todo. Un matrimonio en apariencia perfecto, un escritor y la palabra son algunos de los personajes que el lector va a encontrar en estas historias.
Amigo mío: Dejo constancia que preveo en nuestras próximas vidas, seducirte. Es con la esperanza de lograrlo que en nuestras próximas vidas estaré atenta a volver a conocerte y tratarte, acaso en nuestras respectivas adolescencias. Ansío que en nuestras próximas vidas sostengamos nuestros buenos humores...
Hace un año que no la llaman de ningún canal. Llama ella a algún ejecutivo, la citan, intima, pero no la incluyen en programas. No entiendo lo que pasa. Ahora estudia canto. Algunas empezaron como ella y llegaron a ser figuras. O impactaron con un aviso filmado. Intervino en varios, pero no resultaron un boom. Y en dos largometrajes.
Andrés Javier Jalca Idrovo, de seudónimo Crisantemo, nació un viernes 13 de agosto del 1999, en una familia de escasos recursos de los barrios rurales del sur de Guayaquil, Ecuador. Trabajó desde los 8 años en la calle como vendedor ambulante. Gracias a la influencia de su madre vio desde muy pequeño muchas películas y escuchó a cantantes pop del siglo pasado encontrando un camino para llegar al arte a los 17 años.
Narraciones breves entre las que se encuentran títulos como: 'Transformaciones', 'Espectador', 'La mujer que me llevó a la cama' y 'Turno', entre otros.
Cuentos y relatos breves: "El perro con rabia humana o no", "La relación con el camino", "Sábanas calientes, cama bendita" y "La sombra se asustó".
Se corrió la noticia que el escritor del pueblo había fallecido. La gente comentaba en los barrios, cuál había sido la causa de la muerte, y nadie se podía contestar. Y cuando desapareció el atardecer, aproximadamente a las siete de la noche, un grupo de amigos del escritor fue a su casa para darle las condolencias a su anciana madre y cuando estuvieron con ella le preguntaron.
"Casa de Muñecas" - Desde el comienzo se ensayó con vestuario. La sirvienta, con cofia. El doctor Rank, con piyama de invierno y chinelas doradas. Krogstad, el procurador, con extenuado sobretodo oscuro y gorra. La señora Linde, normal, de ciudadana contemporánea y argentina.
Nunca soñé con el antojadizo poder de cristalizar, seccionar y envasar un crepúsculo. Y darlo a consumir sin reparos. Antojo de consumición. Nunca soñé con un espejismo, ni cóncavo ni convexo. Espejismo con el que hubiera podido restituírseme la gobernabilidad de mis sueños.
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