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En la comunidad catalana y, concretamente, en la prensa escrita, tenemos un ejemplo palpable de lo que supone un medio privado de información puesto al servicio de la causa separatista, en el que colaboran un plantel de periodistas a los que no les importa inventar, tergiversar, falsear y vender como buenas, actuaciones de la Generalitat, el gobierno socialista, los partidos separatistas catalanes y las instituciones adictas al objetivo independentista.
Quiero detenerme en la insaciabilidad de los políticos de las comunidades autónomas que tan generosamente fueron favorecidas, al tiempo de la transición, por todos los españoles que -haciendo un acto de fe- consintieron tales favores con tal de que España creciera a la luz de una nueva etapa de su historia. Favores que pienso que no eran justos, porque procedían de un “borrón y cuenta nueva” mediante el cual todos los españoles seríamos iguales.
Los movimientos separatistas que existen en el mundo, de los que no somos ajenos en España, nacen por el deseo de algunos grupos políticos en ser autónomos de una comunidad superior a la que pertenecen desde hace muchos años, para lo cual emplean generalmente acciones ilegales de todo orden. Suelen alegar razones diversas como religiosas, lingüísticas, étnicas o políticas.
Este aspecto de la enseñanza es lo que debiera ser un campo en el que los políticos y el Gobern catalán hubiesen centrado sus máximos esfuerzos, en lugar de convertir las escuelas y las universidades catalanas en reductos para la imposición inclusiva de la lengua catalana.
Cómo de enrarecido estaría el ambiente, dentro del Parlament catalán, que el secretario segundo de dicha institución tuvo que plantear a la cámara que no admita a trámite propuestas de resolución contra la monarquía española y a favor de la autodeterminación. Un miembro de Juntos Podemos, el señor Cuevillas, dejó asombrados al resto de componentes de la institución al pronunciar dichas palabras que, con toda seguridad, no esperaban escuchar de un componente de la mesa.
No es que lo digamos nosotros sino que es el propio actual conde de Godó, en la separata que acompaña el ejemplar de La Vanguardia del domingo 31 de enero, en su página 3 donde Javier Godó dice lo siguiente:”Cuento esta conversación para que el lector entienda cómo los diarios han tenido que ir adaptándose a la inmediatez de los nuevos tiempos y como los editores hemos sabido enfrentarnos a las incertidumbres del futuro, sin tiempo para mirar atrás…” Seguramente esta falta de tiempo es la que le ha impedido ver, al señor Godó, los zic-zacs políticos a los que su periódico ha recurrido para estar siempre de parte de quien ostentaba el gobierno de la nación en cada momento.
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