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La enseñanza de FP fracasa en la soberanista Cataluña

En lo básico, la deriva de España hacia una izquierda radical, va siguiendo los pasos de irse consolidando
Miguel Massanet
lunes, 4 de octubre de 2021, 09:42 h (CET)

“La educación no es la respuesta a la pregunta. La educación es el medio para encontrar la respuesta", William Allin.


Cuando una comunidad busca su propia identidad, que piensa que difiere de la del resto de autonomías de la nación, es porque se encuentra en condiciones de ofrecer mejoras, adelantos, servicios y opciones de las que no gozan las distintas regiones del país. Lo primero de lo que debieran preocuparse aquellos políticos que forman el gobierno de una autonomía sería, sin duda alguna, es de si estaría en condiciones de mejorar sustancialmente, con su trabajo, sus ideas y sus recursos, las condiciones de vida y el bienestar de los ciudadanos a los que gobierna. 


No se entiende que en Cataluña, una parte de España que se quiere convertir en un nuevo estado europeo, se pretenda empezar por los pies, con una reclamación continuada, insistente, politizada completamente y mediante recursos al chantaje, la violencia verbal y, en ocasiones física, la incitación a la revolución y el desprecio, incumplimiento, violación y omisión flagrante de las leyes estatales, amén de los preceptos constitucionales que constituyen la columna vertebral de cualquier nación civilizada que pertenezca a la UE y que quiera evitar el caos interno y la lucha cainita entre los componentes territoriales y sociales de una nación, como es el caso de España; y todo ello careciendo de una base e infraestructura sólida en las que apoyarse.


Dicho lo cual, deberemos poner el centro de nuestro comentario en algo que ha sucedido recientemente en Cataluña y que pone en cuarentena la capacidad del separatismo catalán para asumir, con solvencia, el mando de esta supuesta y evidentemente utópica idea de independizarla del resto de la nación española. 


Si tuviéramos que buscar, entre todas las cosas importantes que precisa cualquier país que quiera levantar una sociedad próspera, con garantías de futuro, con aspiraciones a tener éxito internacional, sana, solvente y bien preparada; lo primero que habría que tener en cuenta sería disponer de un sistema educativo, en todas sus fases, de una calidad sobresaliente, despolitizado, acordado y llevado a cabo con pleno consenso de todos los partidos políticos con representación en las cámaras y con la ayuda, la colaboración, el recurso y el trabajo científico de aquellas personas especialmente preparadas para opinar y presentar ideas, relacionadas de alguna manera con el campo educativo.


La señora Celáa, una de las ministras más absolutistas, intolerante, obcecada y fanática del gobierno del señor Sánchez, quiso hacer todo lo contrario de lo que cualquier persona inteligente se hubiera propuesto llevar a cabo: una ley de enseñanza hecha a la medida de una mente obsesionada por la idea de que cualquier socialista debe procurar inculcar, por encima de cualquier otra enseñanza, el ideario de su partido. Como consecuencia utilizar la enseñanza, mejor dicho, la simulación de la enseñanza, como un medio de captación de nuevos afiliados desde la más tierna infancia hasta el territorio universitario. 


No le importaba la calidad, la seriedad, los conocimientos adquiridos o el trabajo, la excelencia y la bondad del resultado conseguido por cualquier estudiante, que lo situase en condiciones de ser una ayuda para la sociedad y un generador de riqueza y prestigio para la nación. Pasar de curso con suspensos puede que, para la señora Celáa, fuera una buena manera de evitar el abandono escolar, pero, sin duda alguna, es una forma clara y evidente de promocionar a personas de baja calidad estudiantil, deficiente preparación académica y, con toda probabilidad, un anunciado fracaso para la vida de quién consigue su licenciatura con tan pobre bagaje académico.


Y, hete aquí que, precisamente en este aspecto de la enseñanza, en lo que debiera ser un campo en el que los políticos y el Gobern catalán hubiesen centrado sus máximos esfuerzos, en lugar de convertir las escuelas y las universidades catalanas en reductos para la imposición inclusiva de la lengua catalana, en el objetivo de convertirlos en un ejemplo en cuanto a la calidad de las materias impartidas, una garantía de la excelente preparación del alumnado, unos docentes de la máxima preparación, con las dotes exigibles a cualquiera que se dedica a esta tarea de tanta responsabilidad.


La realidad es que no han sabido prever, no han tenido la sensibilidad de seguir la evolución de la demanda estudiantil de las carreras universitaria, últimamente menos solicitadas y, en cambio, han abandonado el campo de la EP, hoy en día potenciada por la juventud como un medio más adecuado para conseguir encontrar un trabajo digno.


El hecho de que la última convocatoria en Cataluña de FP, por falta de capacidad y de falta de plazas, haya permitido que, los 26.400 jóvenes que no obtuvieron plaza en el mes de junio para cursar el ciclo de formación profesional, en septiembre haya quedado reducido a 1.300 aunque el departament d’Educació ampliara el mapa de la oferta a 6.400. 


La decepcionante explicación con la que el conseller de Educació, señor González Cambray, intentó justificarse, argumentando que hubo un incremento de la demanda de un 23% en grado medio y un 17% en grado superior no hace sino avalar su incapacidad para el puesto que ocupa. Si resulta que unos señores dedicados a la labor de la enseñanza, que disponen de los medios para tener la información adecuada para prever estas circunstancias, se quedan sorprendidos ante algo que era fácil de entender, debido a la poca salida que, ya lleva años viene sucediendo, para el personal universitario, especialmente en determinadas carreras, muchas de ellas las más tradicionales, debido a una evidente super oferta de licenciados que el mercado español no es capaz de absorber.


Una de las patochadas del separatismo catalán en las que le viene incurriendo con su afán de asumir traspasos, algo similar a lo que se sucedió a Manuel Azaña en las Cortes Constituyentes, el 13 de octubre de 1931, cuandosiendo presidente del Consejo de ministrosdeclaró solemnemente “España ha dejado de ser católica”. Todo ello sin tener en cuenta de que en España la mayor parte de la enseñanza primaria estaba en manos de la Iglesia católica. 


Un comentario del catedrático de la universidad de Zaragoza, don Héctor Vicente Sancho, sirve para aclarar lo que sucedió entonces: “Como veremos, laresistencia de los sectores católicos; la falta de medios, principalmente económicos,y el desinterés gubernamental durante el segundo bienio republicano, impidieronque la educación fuera una competencia exclusivamente gubernamental y tuvieraun carácter laico.”


Y un breve comentario sobre la monarquía y su evidente inoperancia respeto a las cuestiones de España, lo que no parece ser una buena señal en cuanto al porvenir que les espera a la familia real si, como parece que sigue siendo la tónica actual, el rey, Felipe VI, se ha convertido en un mero lacayo del PSOE y, en especial, de Pedro Sánchez que, no sólo lo tiene vigilado de cerca, sino que lo ha convertido en su fiel lacayo, disponiendo de su persona a su antojo, sin que parezca que el monarca tenga el menor interés en rebelarse ante una situación tan humillante y desairada. 


En ocasiones, nos hemos preguntado si tienen derecho como padres de la princesa Leonor a someter a la niña a una educación tan férrea si, como resulta obvio, sus posibilidades de ocupar el trono de España tienen visos de ser muy pocas. Es posible que, sin quererlo, se esté condenando a esta chica a una vida infeliz sin trono y sin vida privada.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, seguimos viendo que, en lo básico, la deriva de España hacia una izquierda radical, va siguiendo los pasos de irse consolidando a medida que la resistencia de los partidos de la oposición va quedándose en meramente testimonial, sin que se vea que ninguno de los líderes de la derecha tenga, de momento, posibilidades de darle un vuelco a la situación, encallados en  un conformismo que a quién beneficia, sin duda, es al señor Sánchez que va superando todas las pruebas que pudieran haber sido causa de su abandono del poder. 


Solamente, un derrumbe económico, una situación como la del encarecimiento desmesurado del precio de la luz, que pudiera repercutir negativamente en la industria española o un desmesurado incremento del petróleo, como el de los últimos días, nos daría posibilidades de que se produjese un rechazo masivo al gobierno, que pudiera acabar en unas nuevas elecciones legislativas. Meras ilusiones de una mente acalorada.


El que fue escritor, político y poeta español, don José María Pemán, nos dejó este delicioso pensamiento: “Saber sufrir y tener el alma recia y curtida es lo que importa saber; la ciencia del padecer, es la ciencia de la vida”.

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