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Alguien, en este país, sigue empeñado en presentarnos una España idílica cuando, la realidad cotidiana, nos está diciendo lo contrario. El Gobierno se niega a admitir que estamos ante una situación complicada y que la mayoría de las promesas que hizo, sus pronósticos, sus afirmaciones de que estábamos recuperándonos, no son más que intentos baldíos de tergiversar una terca realidad.
Según el Informe Europeo de Pagos de Consumidores, los datos sitúan a España por encima de la media europea, donde un 69% de los encuestados reconoce esta preocupación. Las restricciones y posibles confinamientos es otra de las principales causas de intranquilidad: el 59% de los españoles cree que esto puede afectar a su economía doméstica. Sólo el 8% de los encuestados reconoce haber mejorado su bienestar financiero respecto a antes de la pandemia.
La consultora Tempos Energía ha advertido de que el precio de la energía superará de forma sostenida en Europa los 202/230 euros el megavatio. Este hecho, propiciado por la paralización del controvertido gaseoducto Nord Stream 2, que uniría Rusia con Alemania, propiciará un retroceso importante en la economía europea y un parón en seco para las empresas españolas.
Mantengo esta opinión menos sobre lo que puede ocurrir con las subidas de precios que ya han empezado a darse: no creo que vayan a ser tan temporales como se dice, creo que pueden extenderse al conjunto de la economía y, sobre todo, me preocupa que los bancos centrales utilicen, cuando esto se produzca, un remedio que sea peor que la enfermedad.
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